miércoles, 27 de enero de 2021

Una vivencia

 La mujer de la limpieza


Jacinto es un antiguo compañero de trabajo, que estando jubilado como yo, me envió una interesante historia que le sucedió durante sus años activos.


"Hace años, viviendo yo en Barcelona, viudo y bien situado económicamente, conocí a una mujer mientras esperaba turno en la consulta del dentista. Se llamaba Adela y me confesó, sin rubor alguno, que trabajaba como limpiadora de oficinas para la empresa Ruch Cleaning.

 Curiosamente gano más dinero en una semana ahora que cuando yo era profesora en la Universidad del Pacífico, de Lima. Le confesó la limpiadora. Jacinto se sorprendió y supuso que era una de las mentiras de la gente que emigra: todos pretenden hacer ver que ellos en sus países eran gentes importantes".


Jacinto que  entonces era un hombre de 52 años de edad, de buena planta y buen pasar se enamoró de Adela  desde que la encontró en la librería Porty y cuando ella dejó sobre el mostrador de la caja un libro con el curioso título El Hombre Anumérico, de John Allen, comprendiendo que aquello de ser profesora en una universidad peruana no era un camelo. Consiguió que Adela aceptara tomar un café y charlaron y se contaron esas historias, mitad verdad y mitad mentira que siempre se cuenta cuando conoces a alguien por primera vez. 

Jacinto no se sentía solo viviendo en su precioso apartamento de "soltero" en una zona privilegiada de Barcelona. Pero se le pasó por la mente casarse con esta intelectual-mujer-de-la-limpieza de origen latino. Y así lo hizo, se casaron, ella dejó su execrable trabajo y él continuó su vida laboral como siempre.

 Todo iba bien. Las relaciones amorosas eran más científicas que pasionales, pero tampoco él deseaba vivir, a su edad, una aventura de tinte romántico.


Ahora que estamos casados , dijo un día ella, me gustaría decirte algo. Tuve que huir de mi país porque yo era un miembro destacado de Sendero Luminoso. No, no voy a entrar en detalles. Hice aquello porque entonces creía que debía hacerlo. En Perú gobernaba el Chino, como se conocía a Fujimori y la persecución policial fue terrible. Dejé a mi familia, a mi prometido y a mi trabajo y los camaradas me consiguieron trasladarme a Suecia. Tras varios años en aquel país decidí venir a España y... aquí estoy.

Aparentemente, Jacinto no le dio importancia al pasado de Adela. Ella tenía 50 años de edad, era una mujer culta, equilibrada y fría. No apasionada, era muy calculadora y consecuente con su situación.

Querido amigo, continuó relatándome  Jacinto, de la misma manera súbita que conocí a Adela y conviví con ella, sin apenas mencionar su pasado, desapareció de mi vida.

 Una noche que volví del trabajo hallé una nota manuscrita en la que decía: "Gracias por todo, me hiciste feliz durante un tiempo pero esa energía infinita que no para dentro de mí me ha hecho cambiar de vida. Me llevo mi ropa y te dejo las tarjetas de créditos y parte del dinero que me diste a primero de mes. Besos. Adela"



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