viernes, 29 de enero de 2021

Un Relato Corto

 Niños con memorias


Creo que fue Albert Camus quien dijo que cada persona en su infancia atesora recuerdos interesantes.


De la misma forma que hoy día la inmadurez es una característica del hombre contemporáneo, medio siglo antes fue la madurez prematura de los niños. Lo normal era que un chico de 12 o 13 años fumara a escondida imitando a un adulto de la misma manera que se arrascaba el escroto sin necesidad.

En una reunión de fumadores de cigarrillos Bisontes, una marca de un horrible tabaco rubio elaborado en España, donde los cuatro niños de la pandilla habitual acababan de encender sus pitillos, salió la conversación acerca de la famosa viuda buenorra y come-hombres. Una mujer muy distinguida, guapa y elegante, siempre muy bien vestida y de familia bien que se había casado tres veces y había enviudado otras tantas. En el pueblo se corrió la voz de que ella mataba a sus ricos esposos para incrementar su fortuna, que no era poca. De hecho esta mujer tenía un gran capital en fincas e inmuebles cuando, a sus casi 50 años de edad murió de un ataque al corazón don Sebastián, propietario de una enorme extensión de viñedos entre Sanlúcar y el Puerto de Santa María. Además de las bodegas Jasper, exportadora de vino manzanilla a Inglaterra. 

¿Sabéis como mata esta mujer a sus maridos?- nos  preguntó Luis con cierto misterio.

Yo que sé -dijo Paco mientras escupía en el suelo como un auténtico fumador de antaño. 

Muy sencillo- esta mujer le coge el nabo al hombre y le sopla con fuerza. El aire pasa a las venas y el tío la espicha de una embolia

¿Y tú cómo sabes esto? -preguntó Pepe intrigado.

Porque mi padre, que es médico, dijo una vez en casa que si una burbuja de aire se cuela en las venas en una inyección, al enfermo le da una embolia y fenece. Y pensando caí en la cuenta en lo de la viuda. 

Puede ser, puede ser, contestamos al unísono los fumadores del Callejón de la Estación de la Costa, en Sanlúcar de Barrameda, año 1955.


El hijo de un bodeguero, condiscípulo de La Salle y vecino de casa, ideó un truco para robar racimos de uvas de la recua que cargada de este fruto pasaba justo por debajo del balcón de mi casa antes de descargar en el lagar de la bodega que circunstancialmente era  propiedad del padre de mi amigo "el ladrón de uvas".

Tomás trajo un largo hilo de bramante con una punta doblada, en forma de anzuelo en un extremo. Nos subimos al balcón y cuando los burros  pasaban bajo el mismo Tomás lanzó el gancho que se enredó en el serón o posiblemente entre los racimos hasta el extremo que el hilo se tensó sin romperse para hacerle una ligera herida, por roce, en la mano derecha perdiendo así las uvas y el gancho.  

Vamos mejor a la bodega de mi padre -me dijo cariacontecido- y le pedimos al encargado que nos escoja unos racimos de uvas recién traídos de la viña (él decía "pago") antes de descargarla.

Tomás no servía a sus12 años de edad ni para robar uvas de su propiedad.  

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