viernes, 30 de enero de 2015

Editorial

Podemos... comprender

No hace mucho en un país hispanoamericano con un gobierno popular recién estrenado en el poder vio la necesidad de crear unos principios políticos que a modo de doctrina sirvieran para mantener en el poder a estos advenedizos. Tenían que crear una ilusión y unas falsas esperanzas, motores para mantenerse en el poder y crear un populismo ficticio similar a aquel otro: SPQR

Uno de los nuevos ministros, que había estudiado en una universidad española, se acordó de un viejo catedrático de ideas marxistas el cual podía ser la cabeza pensante para dicho proyecto. Contactó con él pero el honorable enseñante no quiso embarcarse en una aventura sin destino y pasó el encargo a varios de sus colaboradores, profesores auxiliares de su facultad. Estos jóvenes vieron la gran oportunidad de ganar prestigio y dinero con dicha aventura de asesoramiento y aceptaron crear un corpus doctrinario adecuado para aquel país latino. El país sigue en la miseria, el pueblo vive peor que antes pero tienen unos principios populistas que convencen: senatus populus que romanus o stulte.

Un día el docto catedrático se reunió con sus alevines, antes llamados profesores no numerarios o PNN y ahora profesores auxiliares o como quieran denominarles, para comentar el rumbo del país aconsejado por estos jóvenes teóricos. Tras beberse varias botellas de Ribera del Duero, entre risas y bromas, preguntó el sabio a sus cachorros. ¿Por qué no usamos esta fórmula en España? Había que aprovechar el estado de descrédito que los dos partidos políticos tenían en el país y también aprovechar ese cansancio del electorado que votaba siempre a una  cohorte de corruptos y caraduras que se metían en la política para robar y salir de sus miserias a costa del erario público.
 ¿Y por qué no?- contestó el más listillo y ambicioso de los presentes. Así es como comenzó a gestarse un nuevo partido político español, como un futuro experimento basado en la ignorancia, recelo, envidia y cansancio del pueblo.
Podemos imaginar lo escrito como un cuento, pero hay cuentos que dicen más la verdad que el sunsum cordam (sursum corda, para los puristas).
Y para cerrar esta reflexión digo lo que dicen en mi pueblo: "La vida es como un saco de caracoles, cada cual saca sus cuernos por donde puede" 

La enfermedad fingida: el último recurso de ...

Ante la desesperación y cuando el ánimo de una persona es abatido por el fracaso continuado y la impotencia de recuperación ante la lucha cotidiana por la vida, surge la figura de la persona supuestamente enferma como defensa de esa mala fortuna. Puede ser un mecanismo de defensa para los individuos más débiles: hacerse el enfermo para que la gente de su entorno crean dicha enfermedad y sean ellos o ellas el centro de la atención de familiares amigos y si también puede engañar a las instituciones sociales, miel sobre hojuelas. 

Hemos visto cantidad de supuestos enfermos y enfermas que como último recurso usaron este viejo truco.

Caso 1. Cuando yo vivía en la ciudad unos vecinos jubilados estaban en un permanente conflicto a causa de la histeria de la mujer que no soportaba que su marida marchara todos los días al Hogar del Jubilado a tomarse unos carajillos con los abueletes mientras ella se quedaba en casa realizando tareas doméstica. Esta esposa neurótica amenazaba al marido con tirarse por el balcón si la dejaba sola. Así días tras días hasta que el hombre se le hincharon las narices y le abría todas las mañanas el balcón para facilitarle su lanzamiento. La mujer al no poder engañar el marido con su manía neurótica optó por vivir una vida resignada a su edad: aburrirse con decoro, como todos los ancianos.

Caso 2. Un hijo rarito. No era mal estudiante pero sí le temía al trabajo.  El muy lerdo creía que recién terminada la carrera lo iban a contratar como ejecutivo de una multinacional. Pero no. Sin experiencia y sin poder demostrar a una empresa su capacidad profesional los trabajos que le salían no le llenaban, como él decía. Se encerró en su cuarto y pretextando unas jaquecas horribles dejó de buscar empleo y se dedicó a sus cosas: a no hacer el huevo. A sus 42 años de edad sigue vagueando y jugando con su ordenador y su madre le dice a las vecinas, con cara de circunstancias, que su hijo está malo, que por eso no puede trabajar. Le salió bien el truco al licenciado vidriera de los cojines.

Caso 3. Esta caso de enfermedad ficticia para salir de la rutina es muy viejo y se practicaba, ya menos, entre algunas amas de casa pueblerina.  Hasta no hace mucho, los hombres eran los señores del hogar, salían y entraban del pueblo cada vez que se le apetecía con el pretexto de que se iba de viaje de negocios. Se tiraba varios días con sus amiguetes o con putas. La esposa cariacontecida pero muy resignada se quedaba en el hogar cuidando a la prole y al puchero. Algunas de estas mujeres cansadas de tanta marginación se hacían las enfermas. Mareos extraños y dolores de piernas eran las escusas más frecuentes. Iban al médico del seguro para que la remitieran  al centro comarcal de la agrociudad o a la capital. Todos un sueño para ellas: cambiaban de ambiente incluso el marido la llevaba a un bar a desayunar churros con chocolate ¡casi nada!
 La que tenía más dinero obligaba al esposo para que la llevara a un especialista a Madrid: tres o cuatro días fuera de la rutina del pueblo. Bendita enfermedad imaginaria que  a tantas mujeres salvó de volverse majara estando todo el día encerradas en casa. 

jueves, 29 de enero de 2015

Portada del libro "Carta a Silvia y otros Cuentos" de R.V.


De mi libro: "Carta a Silvia y otros Cuentos"

Extracto de un cuento: El hombre sin recuerdos

"Recuerdo que cuando yo estaba estudiando en el Instituto, Paquito, el aprendiz de mancebo, ya trabajaba en la farmacia de papá y era un chico muy espabilado y apuesto. Éramos de la misma edad, pero él me daba cien vueltas en todo lo referente a la vida.
Por circunstancias ambos nos encontramos ahora en la misma residencia de ancianos. Yo, a mis 83 años de edad estoy en el ala de pago y él en el ala de la Diputación, llamada así porque este organismo paga la estancia de algunos  pobres. 

Yo siempre, recuerdo ya de viejo, cuando trabajaba en mi farmacia y me hacía preguntas:  ¿ Para ésto estudié una carrera universitaria?  ¿Para ser un tendero de medicamentos? Sin embrago Paquito, ahora Paco, aunque era mi empleado seguía siendo un vividor y un putañero. Tenía mujer y dos queridas al mismo tiempo, era mucho más atractivo que yo que tengo cara de tabernero y barriga de cruzcampo, aparte de esto él desbordaba simpatía y a sus 32 años de edad tenía numerosas novias además de una esposa y dos amantes formales.  Pero la esposa de Paco me traía loco ¡Qué mujer! Nada más verla entrar por la puerta mis ojos la desnudaba y mi mente hervía con deseos inconfesables.
Por contraste mi esposa era una pavisosa, muy de pueblo, y fea a rabiar. Me casé con ella por no contradecir a mis padres, ya que su familia poseía enormes fincas, que alguna vez heredaría Pabla, la hija única del hombre de los tractores, como la gente del pueblo llamaban a mi suegro, por tener la concesión de una prestigiosa marca de estos vehículos agrícolas. 

Una vez me dijo Pabla, que en paz descanse (gracias a Dios), que el mancebo, que el apuesto Paco, la miraba lascivamente. ¡Mirar con lascivia a Pabla que era un pechoplano, que era culibaja y tenía cara de muñeca de porcelana desteñida! ¡Que más quisiera ella!

La mente humana es muy compleja, cuando me tocaba hacer  el amor con mi esposa Pabla, en el cénit de la faena ella exclamaba, como transida, ¡ay, Paco!  para corregir atropelladamente y exclamar  ¡Ay, Luis, que viene!

Aparte de estos episodios eróticos mi vida transcurrió como el paso de una caravana de camellos por el desierto: vacía y sin frontera alguna. Desde que terminé la carrera de farmacia y me hice cargo del negocio familiar hasta que mis hijos me metieron en este asilo  mi vida fue como el eructo de un borracho: desagradable y soez.

La noche de mi experimento fue un caos. Horas antes llegó a la farmacia la esposa exuberante de Paco para recogerle e irse de cañas. Era primavera y ella vestía un traje ceñido de color  esmeralda. Parecía como si fuera denuda pero pintado de color verde. Sentí una potente erección y un calor que recorrió toda mi médula espinal. ¡Lo que yo me dejaría hacer por aquella hembra!
Llegué a casa perturbado por la visión de la mujer de mi mancebo. Después de la cena insinué a mi esposa mi deseo de hacer el amor.  En la cama, antes de copular, tengo que soportar siempre el mismo rito. Ella se levanta enfundada en un horrible camisón color hueso para coger  un frasquito de agua bendita que conserva en el armario para esparcir unas gotas sobre el lecho conyugal, después se  persigna y dice con voz que parece que le sale del esfínter: "Cuando quieras". Hago un sublime esfuerzo,  cierro los ojos e imagino que abrazo a la mujer de Paco, pero no, no funciona el experimento. Mis dedos sienten las flácidas carnes de Pabla y siento su cuerpo como si fuera el tacto de una merluza pasada. No puedo hacerlo. Reconozco que soy un impotente, más mental que funcional."

Cine de hoy y de antaño

Dios mío ¿pero qué te hemos hecho?  (2014)

Director: Philippe de Chauveron

El cine europeo me gusta, es más inteligente que el cine americano pero, por desgracia, menos comercial. ¿Quién no se acuerda de aquella trilogía de K. Kieslowski de Tres Colores: Azul (1993), Blanco (1994) y Rojo (1994)?

Dios mío... es una comedia que critica descaradamente el convencionalismo de los matrimonios conservadores donde esperan y desean que sus hijas e hijos salgan todos unas lumbreras, sean los más listos de la clase y después tengan puestos de trabajo notables. Pero para la desgracia de la mayoría de los matrimonios la mayoría de sus hijos salen muy normalitos, incluso rayanos en la mediocridad y en el conformismo del perdedor.
Un matrimonio burgués francés tiene cuatro hijas: cuatro reinas cuando son niñas, cuatro princesas cuando son jovencitas y cuatro incordios cuando son adolescentes. Dicho matrimonio, como corresponde a una familia burguesa de derechas es, por supuesto, xenófobo pero  tienen que aceptar, a regañadientes, los caprichos sentimentales de sus hijas: una se casa con un musulmán, otra con un judío, otra con un negro y otra con un chino.
Una película muy divertida, es una parodia de lo que está pasando en Europa con esa mezcla racial tan señalada.

Recuerdo, viendo este film, aquella otra película "Bienvenido al Sur" donde no había diferencias raciales ni religiosas, aunque si  se arrastra el sambenito que tenemos todos los sureños: la mala fama de flojos y fulleros en el trabajo. 


Furtivos (1975)

Director: José Luis Borau

En el medio rural es casi normal que una mujer prepare a un hijo o hija para "su vejez", es decir para cuidarla. Siempre selecciona al de carácter más débil y pusilámine para vivir con su anciana madre, como cuidador,  hasta su muerte. En esta película una viuda de carácter indomable, pero servicial al poderoso, tiene un hijo solterón que vive y la acmpaña en un aprtado mesón en las montañas asturianas. El solterón se dedica a cazar piezas furtivamente del coto del Estado, reservado para las autoridades civiles y militares. 
Pero el amor o el sexo es muy fuerte por muy tontucio que se críe a un hijo. El mozo va al pueblo de compras y allí conoce a una joven recién escapada de un correccional de "mujeres malas" (prostitutas y chicas de vida alegre)  y se la lleva al cortijo-mesón junto a su madre, interpretada por una rabiosa y excelente actriz: Lola Gaos.
Milagros, la fugada y amante del libidinoso mocito, se hace dueña hasta de la cama de matrimonio de la vieja. El film tiene varias tramas paralelas al guión principal. Es muy bueno y lo conservo en una cinta de video que veo con frecuencia para recordar el pasado de la dictadura y la mala o casi inexistente educación de los hijos en el mundo rural pobre.


F 4