jueves, 27 de febrero de 2020

Un cuento macabeo

Las dos mamás y sus 162 hijas

¡Niñas despertad, que vienen a por nosotras! Nuestras madres -dijo una de las hijas- y sus facultades premonitoras. Pero es verdad -contestó otra de las hijas- se oyen pasos sobre el parquet de la biblioteca ¿quién será? La última vez  tuve que soportar un manoseo asqueroso, el de una anciano que dejó sobre mi cuerpo un rastro de fuerte perfume barato que aún conservo.
Callad, callad hermanas. Yo aún recuerdo el olor a pescado cuando me sobó con sus pringosos dedos un empleado del mercado central. ¡Qué asco! Dejad de presumir hermanas, ya sabemos que a vosotras os tocan más que a nosotras, claro como estáis a principio se dan el lote con vosotras.

Niñas callad y cumplid con vuestra misión, que es entretener a los hombres. Y también a las mujeres, que algunas son muy guarras,  en vez de cocinar y coser se entretienen con nosotras. Es que los tiempos cambian -dijo con tristeza una de las hermanas - estamos en pleno siglo XIX y algunas mujeres pretenden liberarse del yugo de los hombres. 

Los pasos resonaron más cerca. La señora Finn se acercó a la estantería de libros y tomó uno al azar, quizá le gustó el título o la  portada de letras doradas desvaídas sobre un fondo de tela azul también desteñido.
 Las novelas más manoseadas de cualquier biblioteca suelen ser las mejores. A la señora Finn el título no le importaba, lo que le interesaba es que fuese ameno y fácil de leer aunque lo más importante para esta lectora es que no le faltasen páginas ya que se dieron casos de que algunos lectores  arrancaban a hurtadilla páginas de los libros cada vez que iban al retrete. La señora Finn comprobó que la portada y la contraportada no estuvieran muy manchadas y que las 162 páginas fueran legibles para su cansada vista.

Las dos mamás, la portada y la contraportada y sus multitudinarias hijas notaron un grato bamboleo cuando el libro era transportado por la anciana desde la estantería hasta el mostrador de "Préstamos" para ser registrado antes de salir a la calle. 

 Mientras que el libro era transportado por la futura lectora, la mamá principal, la portada, preguntó a alguna de sus 162 hijas ¿Cómo estáis, niñas? Bien... ¡tu te callas!, ordenó la mamá-portada a la mamá contraportada. Que le estoy preguntando a las nenas. Sí, ya  se que ningún lector se fija en mí -se quejó la contraportada- ni en las niñas de las últimas páginas, las del índice y la del colofón. La portada y las primeras páginas siempre sois las más importantes, las más visitadas, las más acariciadas por los lectores. Una injusticia.

No quejaros, es el designio que nos impuso nuestro creador: el novelista.  Ya sabéis, donde manda patrón...

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