miércoles, 26 de febrero de 2020

Un libro de mi biblioteca

Las ninfas

Autor, Francisco Umbral

A Umbral lo conocí personalmente en Valladolid aquella fría mañana de un 23 de abril con motivo de una firma en el Día del Libro, donde la empresa donde yo trabajaba se le ocurrió montar un quiosco de libros en el centro de la Plaza Mayor. Estaba nublado, corría un cierzo calador de huesos y por ende nadie se acercaba al tenderete donde nos encontrábamos Umbral, yo, como encargado del invento y una compañera-vendedora.
 El escritor casi temblaba de frío y yo más que él pues solo vestía  mi traje, una camisa y una corbata, hasta que Umbral me indicó  que le invitara a un café caliente. Dejamos a la vendedora en aquel erial de la Plaza Mayor vallisoletana y nos encaminamos a una cafetería próxima. Me sentó bien el café ardiente y la copita de ponche Caballero. A la hora de pagar me di cuenta que dejé la cartera en la taquilla del vestuario  del centro comercial. Paco Umbral me golpeó el hombro y me dijo con sorna: gracias por la invitación Sr. Valenzuela, pagando al mismo tiempo los cafés y el ponche. Aparte de esta anécdota siempre me gustó como escribe o escribía Francisco Umbral. Tengo varios libros de este autor en mi biblioteca aunque Las ninfas me agrada porque explica, en cierto modo, la vida del propio escritor cuando él era un joven en...  Valladolid.

"La gente tiende a enfatizar sus problemas, sus cosas, a creerse siempre protagonistas de algo para vivir intensamente en un mundo aburrido. Yo creo que la vida es mediocre como tal vida como posiblemente es esta novela, una novela mala y provinciana, con frailes tontos, pecadores enamorados y artistas de pega"

"En Valladolid, en los años cuarenta, había  una sinfonía rigurosa de clases sociales, un compás de gentes, y nuestras familias eran familias de señores para los artesanos y familias de empleados para la gran burguesía y para la aristocracia. Estos aristócratas solían decir: Son buenas gentes, muy honrados porque son familias de empleados"

"Con catorce años fui a una reunión especial, de hombres. Mi amigo Miguel tenía sentada sobre sus rodillas a Jesusita, una chica fea a rabiar y yo, nervioso, esperé hasta que apareció María y me besó en la boca. Mi primer beso de mujer. Me di cuenta que estas dos chicas, mayores que nosotros, lo que querían era seducirnos y violarnos. María me tocaba por todo el cuerpo y yo inmóvil, mirando una macilenta bombilla que iluminaba un rincón del cuarto. María jadeaba y me llamaba princeso al mismo tiempo que me desnudaba"

"La sociedad, aquella sociedad nuestra de la plazuela, del barrio, hecha de artesanos ignorantes, pequeños burgueses sumisos y aristócratas inconmovibles, necesitaba una ley de compensaciones, una justicia implícita  que les tranquilizara la sombra de fealdad o del dolor junto a la luz de la belleza y la felicidad. Allá al fondo del barrio, donde éste se iba confundiendo ya con la línea verde del campo, brillaba el pelo de mi amigo y la melena roja de ella. Era la más hermosa historia de amor.
 ¿Es la fealdad, la vulgaridad, un refugio emocional para las continuas frustraciones y el eterno aburrimiento del pequeño burgués fracasado?" 


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