miércoles, 30 de agosto de 2017

El Editorial del Blog

Ese Capitalismo inevitable

Cuando se acepta un Sistema Capitalista Global no es ningún acto de sometimiento vejatorio sino una claudicación a las tesis cristianas o socialistas dentro del contexto de nuestra sociedad occidental. La única alternativa que el pueblo llano y explotado tiene, así como sus dirigentes sociales (iglesias de diferentes confesiones, sindicatos, partidos políticos de izquierdas, etc.) es que el Capitalismo se humanice y no subyugue en demasía a los menos favorecidos.

Aquellos movimientos armados anticapitalistas de la década de los años sesenta del pasado siglo, aquellas guerrillas quijotescas arriscadas en recónditas selvas o esos comandos descontrolados pasaron a la historia y en su lugar grandes masas de refugiados asustados y deseosos de hallar un mundo feliz se infiltran en países donde creen que el oro tapiza nuestras calles.  El poder del capitalismo es inmenso y ha hecho de descontentos panteras rabiosas borreguitos lanudos.

El Capitalismo del siglo XXI es muy diferente  al del finales del siglo XIX. El Gran Capital es imparable, es veleidoso, inteligente y capaz. Todo se ha convertido en economía, en dinero, esa droga que hace claudicar a cualquier líder espiritual, a cualquier filósofo o a cualquier científico, siempre que sea sobornado generosamente. 

Dos corrientes éticas actuales aceptan la tesis, con ciertos reparos, según las tendencias, de la filosofía capitalista: El cristianismo y el socialismo. 
El cristianismo acepta un capitalismo que sea sosegado, humanizado y asegura que la sociedad capitalista de clases ha de ser éticamente criticada porque no respeta la libertad y la justicia. Ni tampoco respeta la prioridad del trabajo humano subjetivo sobre el trabajo humano objetivo. El pecado social está en el corazón de los hombres. Pero así y todo, lo acepta.
El socialismo surgió como una defensa de la humanidad frente a la depravación del capitalismo en sus inicios. Parte de la doctrina socialista del pasado se basaba en anhelos que cualquier país conservador de nuestro entorno occidental lleva a cabo: una sanidad pública y una enseñanza universal gratuitas, un sistema de pensiones para los menos favorecidos económicamente; luego ¿para qué un socialismo científico?.

Conclusión para escépticos. El capitalismo actual es una mal mayor, no cabe duda, que se disfraza de un bien necesario para todos, para los más pobres, que se contentan con la esportula necesaria para sobrevivir y para los más ricos que depredan sin piedad sobre los menos aptos. Siempre se dijo que el único dios que hay es el Gran Mamon, el dios del dinero. 

lunes, 28 de agosto de 2017

Occidente y el agorero Spengler

Occidente y el agorero Spengler

Antes de aparecer una enfermedad suelen manifestarse unos síntomas. ¿Cuales son los síntomas que marcan esa decadencia  de la Civilización Occidental?
Son múltiples, podemos indicar los más banales, aquellos que reflejan los gustos y los comportamientos de la plebe, del populacho, como decían los antiguos historiadores, de nosotros. Las diferentes cadenas de televisión nos ofrecen en sus programas un espejo que refleja como es la morralla, como somos; diluyendo unos valores que no interesa al Poder y ensalzando otros no-valores espurios y chabacanos y que se proyectan en  esos concursos vejatorios para gordos, flacos o retrasados mentales o esa elevación a los altares de la estulticia considerando a meros cocineros como líderes culturales o esos programas de tertulia realizados por intelectuales fracasados que pretenden ser sénecas de taberna. Qué decir de la aparición en  pantalla de gentes sin oficios ni beneficios, vagos profesionales que suelen ser denominados  famosos,  populares o televisivos.  Toda esa caterva  zancadillean el desarrollo intelectual de una masa de débiles mentales usuarios a diario de las bobadas que ofrecen los diferentes  canales televisivos.

Oswald Sprengler ya escribió un tratado sobre la Decadencia de Occidente apoyándose en unos hechos no muy aceptados cuando apareció su tratado ni ahora por ser considerados obsoletos. Pero años después el sociólogo Lipovetsky anunció que nuestra sociedad occidental está malherida. Sufre síntomas irreversibles, con una población desinformada, desnortada e idiotizada donde parece ser que lo único que le interesa, como colectivo, es reclamar unos derechos sin responsabilizarse de sus deberes, que aborrecen la austeridad y el sacrifico como meta hacia un humanismo necesario para una mejor convivencia. 

Valores como el honor, el orgullo de ser y estar, de pertenecer a una nación, a una cultura o a una religión se han difuminado en el marasmo de un nihilismo enfermizo, de una laxitud en el buen hacer y en un hedonismo tercermundista, muy tipo low-cost. 
Algunos ciudadanos que se las dan de "modernos" opinan que la Decadencia de Occidente es un producto de un rancio conservadurismo, una falacia generalizada y estos personajillos tan modernos no se les caen la cara de vergüenza cuando una mayoría de ellos viven a costa de otros: de sus padres, de sus parejas o de los ciudadanos que les votaron o votamos y los auparon a puestos políticos remunerados.

Seamos consecuentes, el Capitalismo se ha corrompido por la codicia desenfrenada de los banqueros y de las élites económicas apoyado por sus secuaces naturales, toda esa patulea de gente que  sabemos.

Occidente va hacia abajo; abrimos nuestras puertas a otras culturas  e incluso subculturas. Pero aquí no pasa nada. Como a principios del siglo IV durante el Imperio Romano cuando se levantaron  voces avisando del peligro de esas invasiones bárbaras y nadie quiso hacer caso. No pasa nada, decían. Y pasó, una nadería, la total desaparición de la mayor civilización que hombre creó. 

sábado, 26 de agosto de 2017

Un cuento para septiembre

Loor a nuestro poeta local  

"Si usted lo considera oportuno incluiremos en la Antología de Poetas Rurales  su poema ganador más una semblanza de su vida como poeta y jornalero. Un abrazo, J. V. Listán, Consejero Provincial de Cultura"

Jacinto Terrón leyó varias veces la carta escrita sobre un grueso papel y con membrete oficial y una firma muy rimbombante que el propio alcalde del pueblo le había entregado en mano. No cabía en sí de orgullo, él un mísero jornalero jubilado de un pueblecillo serrano llamado Zurrapa, al pie de la Sierra de los Patos, era el ganador de un concurso provincial de poesía.

"Recuerdos.

Por la vereda de enero                 Llegan los olivareros
caminan, buscando el pan            a la finca sin alientos.
enjutos los temporeros,                Elige a los jornaleros
camino del olivar.                        el capataz. Sopla el viento.
Cargados con sus hatillos             Se les niega lo que es suyo;
van en busca de un jornal.           mientras que dignos y hambrientos
Huele la sierra a tomillo.             continúan sin un murmullo. "

"Estimados señores de la Diputación. Al recibo de ésta deseo que estéis todos bien de salud, la mía va tirando. A continuación explico como comenzó mi afición a la poesía, quizá a que vivo en una bendita tierra de olivos que cubre todo el término municipal de Zurrapa.
Un día, siendo yo un zagal, iba a la finca del señorito a  cavar olivas y cuando pasé junto al lejío y vi que ardía algo raro. Me acerqué y era un montón de libros viejos, algunos de ellos calcinados y otros se salvaron gracias a un chaparrón que cayó minutos antes. Cogí todos los libros que quedaban sin quemar y los guardé en la camarilla de mi casa. A la vuelta del trabajo subí a la cámara y hojeé los libros; eran todos de poesías, de Machado, de Miguel Hernández, de Pedro Salinas y otros que no recuerdo, también salvé un cuaderno con tapas de hule negro y una etiqueta pegada y escrita a tinta que decía: Poemas Reflexivos de Augusto Peláez.
Supe, preguntando días después, que el tal Augusto Peláez intentó formar una biblioteca pública durante la República, un año antes de ser capturado y fusilado. Todos estos libros permanecieron guardados en un cajón en el sótano del ayuntamiento hasta que aquella mañana del año 1942 decidieron quemarlos. 
Así que leyendo estos libros que salvé de la quema me fui acostumbrando a escribir poesías, rimas y sonetos hasta hoy.
Espero que haya servido de algo estas letras para la publicación de la Antología. Se despide su seguro servidor  que estrecha su mano. Jacinto Terrón. El campesino poeta. Zurrapa a 8 de septiembre del año 1982"

(Una postdata que no incluí en esta carta por motivos obvios. El cuaderno de tapas de hule del secretario republicano del ayuntamiento don Augusto Peláez contenían las mejores poesías jamás leídas y sentidas por mí. De este cuaderno copié todos los poemas que la gente del pueblo conocen como mías, además de  éste que incluyo y que obtuvo el primer premio en el Concurso de Poetas Rurales)

                 

viernes, 25 de agosto de 2017

Sept 2


Un idiota entre ilota (Relato breve)

Un idiota entre ilotas

Jacinto Papahigos, 43 años de edad, cara boba y pancigordo, era  tímido con las mujeres, razón por lo cual le hacía prolongar su celibato más de lo debido. Era el hijo y heredero de una fábrica de desgüesado de aceitunas en Dos Hermanas. A pesar que estudió dos carreras de humanidades que no le sirvieron para nada práctico tuvo que tomar las riendas del negocio familiar. Su padre dirigía el proceso de encurtido y maduración y él controlaba la nave de desgüesado (deshuesado suena a muerte). Su oficinilla se levantaba en mitad de la gran nave sobre unos pilares de hierro que soportaba una garita acristalada donde Jacinto supervisaba, ayudado por dos capatazas, dos mujeronas enormes, la labor de las 42 empleadas que pasaban las horas trabajando con unas diminutas máquinas, donde una a una, eran deshuesadas las aceituna gordales. 

El confesor de Jacinto Papahigos le sugirió encarecidamente que encontrara una mujer y se casara con ella para evitar esos sueños lujuriosos que casi todas las noches atenazaba al no tan joven heredero. Búscate una mujer buena que te de muchos hijos y verás como el demonio te deja tranquilo con esa lascivia que te corroe - le decía el cura con voz meliflua.
Jacinto no soportaba las chicas que su madre le presentaba intentando que germinara cualquier tipo de relación,  todas eran unas presumidas que se reían de él cuando se sonrojaba y balbuceaba ante la presencia de cualquier joven.
Jacinto se fijó, desde su alto mirador, en una obrera que destacaba físicamente entra las demás, era una cabeza más alta que las otras, tenía la tez blanca y sus ojos color caramelo eran excitantes. 
Leyó y releyó la ficha de trabajo. Se llamaba Adela López, jornalera de campo desde los trece años de edad hasta que entró a trabajar en su empresa como especialista desgüesadora. Está buena la moza - dijo Jacinto contemplando la foto tipo carnet y viéndola, a lo lejos, trajinar con la maquinita.

La salud mental de nuestro hijo es más importante que se case con una pobre obrera. Ya lo dijo el neurólogo, nuestro hijo sufre el síndrome de una castidad forzada que revierte en su mente y en su comportamiento - decía el Sr. Papahigos a su atribulada esposa. Tenemos que permitir ese matrimonio por muy asimétrico que sea. No es lo normal, pero conocemos otros casos de bodas entre mujeres pobres y hombres ricos que salieron bien. Las pobres se adaptan pronto a la buena vida.  

La boda se celebró en una ermita, a las afuera del pueblo; de la familia de Jacinto solo asistieron un par de amigos. Sus padres tuvieron que viajar urgentemente a Munich por un grave problema empresarial. Jacinta se encontraba reventona, reventaba de alegría al ver a sus amigas y compañeras de trabajo vestidas con sus mejores galas y que le agasajaban sin cesar, y estaba reventona porque su hermoso y joven cuerpo  todavía no ajado a sus 23 años de edad por la labor esclavizante de las faenas del campo parecía salirse del vestido de novia. Rebosaba salud y trapío, con esa cintura ceñida que marcaba unas generosas caderas y un torso por donde parecía desear salir de madre unos pechos generosos que invitaba al lelo del recién casado con noches de fantasías y de placeres. 
Jacinto no comió ni bebió nada durante el banquete de boda en la Venta del Carretero. Solo pensaba en ir al chalé que su padre le había regalado en la carretera de Sevilla para estar los dos solos.

Al cabo de dos años tras la boda se notaba que Jacinto envejecía a pasos agigantados, a sus 45 años de edad las canas cubrían su ralo cabello que se desprendió de la cabeza dejándolo calvo. Adelgazó una barbaridad mientras que su mirada parecía ausente, como fijado en un horizonte ignoto, solo sonreía a su esposa, que por desgracia no le dio los hijos esperados.

Las malas lenguas del pueblo decían que Adela, cada vez más lozana y deseable absorbía poco a poco la salud del marido obligándole a tener sexo al menos dos veces al día. En aquellos tiempos no había Viagra pero las mujeres ancianas del pueblo sabían de una hierba llamada "secacul" que hacía potente al más flojo. Jacinto le encargaba a la anciana cocinera que le trajera sus yerbas desecadas de estas milagrosas hierbas para cumplir con el acto matrimonial. Y cumplía, vaya si cumplía pero a costa de su salud.

No pasó un año del fallecimiento del heredero de Encurtido Papahigos cuando la viuda Adela, desde un lujoso hotel de Sevilla, llamó a un antiguo novio, encofrador en Barcelona, para invitarle a pasar unos días en su finca del Ronquillo.

Cine de ayer

September  (Septiembre) 1987

Director: Woody Allen

Siempre que llega este mes me acuerdo de esta excelente película de W. Allen con unos actores sublimes, una fotografía exquisita y una música fuera de serie.

Un grupo de burgueses, más o menos intelectuales, se encuentra  atrapados en una casa de recreo por culpa de una última tormenta de verano . Son variopintos personajes como teselas en el mosaico de la vida. Uno es un vividor, otra es una histérica, otra es una adúltera incapaz, otra es una pazguata, otro es un escritor en ciernes, etc.
Todos forman y conforman  un grupo de ciudadanos cultos y responsables pero lleno cada cual de grandes frustraciones. 
No se hace agobiante el film a pesar de que los planos no salen de la casa, al revés se hace intimista, como algo nuestro. Los diálogos son geniales, te hace pensar y te da cuenta de la gran falacia de lo que llamamos vida. Las relaciones humanos que tiene, tenemos o nos obligan tener, cada cual dentro de su estatus social, es una pura hipocresía. Nos esforzamos más en intentar agradar a nuestro prójimo, para dar una imagen grata y triunfadora de nosotros mismos, que ser consecuentes con nuestras ideas.

Hay una escena que me fascina. Están todos los invitados en un salón escuchando música y de pronto se va la luz. La pantalla aparece en negro y en silencio. Se oye como raspa un fósforo y alguien enciende una vela y con la propia luz de la bujía se ilumina una escena casi irreal, preciosa, con una fotografía en tonos ocres fascinante. Alguien rompe el silencio del momento cuando comienza a tocar el piano, entonces la cámara recorre suavemente el  gran salón descubriendo luces y sombras. La magia dura unos minutos hasta que vuelve la electricidad y el tocadisco chirría hasta coger las revoluciones necesarias para reproducir un disco con una melodía al piano de Art Tatum. 

Woody Allen es cómico cuando quiere y es trágico cuando se toma en serio el guión. Quizá, para algunos, resulte esta película algo tristona, pero para otros, yo me incluyo, es un film inteligente, ácido y muy estético. 
Repito, "September" puede ser un tratado de los sentimientos de todos nosotros, y aunque parezca algo pretencioso puede ser incluso un trabajo sobre la psicología del ser humano ¡somos tan complejos! que nos acerca cinematográfiamente expresado al cine de Kurosawa y de Bergman. 

Sept 3