martes, 26 de julio de 2016

Un relato veraniego

La dama de la pecera 

"Adela Cantaplana vio reflejado su rostro sobre el vidrio blindado que tenía frente a ella. Se veía bien, casi como en un espejo. Allí estaba ella, una mujer de 43 años encerrada en un habitáculo blindado, coloquialmente conocido como una pecera. Su trabajo tedioso era vender loterías y boletos de la primitiva y bonolotos. Un trabajo alienante que la estaba volviendo cada vez más cretina. También ella reconocía que la culpa de estar trabajando en ese nefasto lugar era por su propia culpa, por su cobardía; por no haber sabido rebelarse ante su situación y por acomodarse a un mero sobrevivir. Estudió Bellas Artes, ¿por qué? quizá porque era una carrera cómoda y fácil o porque su amiga de la infancia, Marta, se matriculó antes que ella. Terminó la carrera y como no tenía aptitud de artista ocupó su tiempo y el dinero de su madre para hacer varios cursillos, hoy les llaman máster, de tonterías inservibles no aptas para ganarse la vida.

Su tía Jacinta se jubilaba de su administración de lotería y apuestas mutuas. Adela con 40 años de edad, sin oficio ni beneficio y viviendo de la paga de viudez de su madre no lo pensó. Se quedó con el maldito negocio que la hacía enloquecer cada día que pasaba dentro de la pecera.

Todo sucedió como por arte de magia. La diosa Fortuna es muy caprichosa y a veces gasta bromas de mal gusto pero cuando se le apetece  puede hacer cambiar la vida de cualquier paria como ella se consideraba.
 Un cliente habitual fue agraciado con un premio de varios miles de euros. Todo fue alegría para don Javier, el afortunado y también propietario de una cercana tienda de electrodomésticos. Don Javier era viudo, pulcro, educado y de buen aspecto a pesar de su casi 60 años de edad. 
Don Javier se atrevió a invitar a Adela a tomar una copa, al cierre del mediodía, para celebrar su premio. La lotera aceptó, por qué no. Adela quedó gratamente impresionado por Javier y su conocimiento, como aficionado, del mundo del arte. Hablaron de todo lo relacionado con el mundo de la pintura, principalmente de la influencia del cubismo y de la abstracción en la pintura actual. Cuando se dieron cuenta ya había pasado la hora de comer, pero ambos se encontraban a gusto. Muy a gusto.

Adela y Javier se vieron varias veces hasta aquel día que ambos asistieron al concierto dado por Aran Malikian. Era de madrugada cuando salieron del Palacio de la Música y Javier invitó a Adela a su casa. Tomaron unas copas y hablaron por los codos sobre música y sobre el fenomenal y atrevido violinista que habían visto actuar. Javier hizo un gesto de sorpresa a Adela y puso un CD en el reproductor: Verdi. Rigoletto. El fabuloso duetto finale: V'ho ingannato, colpevole fui. Genial, asombroso. La música envolvía la sala que se encontraba iluminada suavemente. La música penetraba por todos los poros de ella que se dejaba envolver. Adela flotaba, nunca había sentido tanta dicha. La música ayudó al amor. 

Adela Cantaplana, la dama de la pecera, pudo salir de su encierro. Javier se casó con ella y la convirtió en su reina permanente. Adela  asistió a clases de música, su otro afición aparte de la pintura, mientra que la tata, una vieja criada de Javier, se ocupaba de las tareas rutinarias del hogar.

Una tarde que Adela regresó del conservatorio, tras un baño relajante de sales, se tumbó en un sofá, entornó sus ojos y escuchó con deleite un CD que comenzaba con unos potentes coros que decía, repetía y exclamaba que la Fortuna era la verdadera diosa de la vida.

lunes, 25 de julio de 2016

Cine de ayer

La familia (1987)
Director: Ettore Scola

Cuando se camina por el sendero de la vida es aconsejable mirar siempre hacia delante pero sin olvidar, de vez en cuando, echar un vistazo al pasado, que a la larga explicará parte de nuestro comportamiento actual.

Scola en esta película nos muestra como una persona puede estar condicionada por su familia, por su niñez, por su pasado. 
Carlo, un italiano de clase burguesa, narra su vida en el seno de la "famiglia" desde que le hicieron una fotografía el día de su bautismo hasta que le hicieron otra, sus nietos, el día que cumplió 80 años. Vittorio Gassman, Carlo, cuenta su vida transcurrida en aquel enorme piso de más de 200 metros cuadrados, donde habitan conjuntamente padres e hijos, abuelos y nietos, tíos y sobrinos, sin olvidar a las dos criadas. Esta película no se hace agobiante a pesar de estar rodada casi exclusivamente dentro de un piso, con un ir y venir de personajes.  Allí, en aquel microcosmo se ríe,  se llora, se lamenta, se copula, se delinque, se sueña... todo esto en el seno de una familia impuesta por una tradición de siglos y por una posguerra muy dura.

No cabe duda que La Familia posee una nostálgica belleza  y más aún si comienza la historia a principios del siglo XX. Scola cuenta esa transformación natural de la sociedad italiana a través de la vida de Carlo. 

Como aficionado al cine, me recordó esta película a otra también italiana: El Gatopardo, de Visconti. También era una saga familiar que por circunstancias ajena a la misma se transforma para salirse de los cauces de una familia formal, tradicional y aristocrática.

Hay que aceptar los hechos. El tiempo y las circunstancias modifica a toda familia, pueblo o persona por muy conservadora que se sea.