lunes, 30 de octubre de 2017

El editorial del blog

En España hay demasiados gilipotas

Desde hace unas décadas se observa en nuestra sociedad un incremento constante de comportamientos y actuaciones anómalas, aunque aceptadas por una mayoría de ciudadanos.
Si un conde, en la Edad Media, administraba una determinada marca o región, propiedad de la corona, y pretendía independizarse para formar su propio país, este conde traidor era capturado, enjuiciado y enviado a las mazmorras. Y no pasaba nada, así era la ley de sencilla. Ya lo dijo Ockham, la solución más sencilla es la mejor.
Un caso histórico reciente, bueno, de hace varios siglos, fue el de mi paisano el Duque de Medina Sidonia que en el siglo XVII pretendió independizar Andalucía de la Corona. Se detuvo a este mentecato, se le desposeyó de todos sus bienes (era el noble más rico de España), se le encerró en una cárcel durante años y cuando salió, no pudo regresar a su Andalucía y vivió casi de caridad en la casa de un caballero castellano hasta el fin de sus días. Mano de santo. Ya no se sublevó ningún otro gilí durante un tiempo. 
Hay un condesito que en pleno siglo XXI pretende independizar una región de nuestra Patria. Es un pobre visionario, jaleado por una patulea de independentistas oportunistas, que sin él saberlo está buscando algo parecido a lo que le pasó a mi paisano, el andaluz. Bien merecido, por supuesto.
Vivimos en un país de gilipotas (no me gusta escribir gilipollas). Pero este condesito contemporáneo es un adalid de estos esperpentos.

También hay otros gilipotas de menor categoría que los anteriores. Un ayuntamiento de provincia peatonizó una calle y puso un disco de prohibido el paso a las bicicletas y ciclomotores, excepto carritos de minusválidos.¡Voto a bríos! Asociaciones de discapacitados y tullidos protestaron frente a la puerta del ayuntamiento por haberles llamados minusválidos, decían que ellos eran discapacitados. Joder con la semántica y el eufemismo popular.

Otra gilipotez,  muy grave y difícil de comprender por la morralla, por el pueblo llano e inculto, es la "obligación" que, según ellos, tiene el Gobierno de España de acoger a esa patulea de inmigrantes ilegales que llegan a diario a nuestras costas, casi mil al día. Estos gilipotas que acusan de rechazarlos no comprenden en sus cortocircuitos neuronales que el Africa Negra pretende vaciarse en Europa a un ratio de un millón de personas por año. ¿Dónde los metemos?

A nivel individual también cometemos gilipoteces. a veces sin saberlo, pero lo más preocupante es lo de ese condesito de los cojines, el de la Marca Hispánica. Un gilipota que debe ser eliminado... políticamente.  

Cuando la verdad produce dolor

Cuando la verdad produce dolor

Debemos distinguir entre mentira y embuste. La mentira es algo que se dice sabiendo que no lo es mientras que el embuste es una mentira elaborada, liada y disfrazada de verdad. 
Un poner. Un empresario invita a cenar a una empleada que está como para llevarla al río. En los postres él le pregunta a ella. ¿Soy aborrecible para cualquier mujer? No, por supuesto que no, don Antonio. Dice ella pensando en la promoción a jefa de planta de Almacenes Brass. La chica miente porque le interesa, en este caso es casi sagrado su embuste. Tiene que sobrevivir. Pero cuando cualquier madre habla de su hijo, que vive en otra ciudad, que trabaja en un puesto importantísimo de una multinacional y en realidad es un paria que maneja una carretilla elevadora en un almacén de materiales de construcción, es una mentira a lo pobre, no es ningún embuste. Las madres están para eso.
Todos mienten, todos mentimos. Los curas, los políticos, los sabios (que son pagados por empresas para decir tonterías a favor de algo), los actores, los futbolistas, los empresarios, el gobierno, los médicos ¿Cómo estoy hoy, doctor? pregunta la mujer moribunda. Tienes mejor aspecto que ayer, en una semana en casa. Y va y se muere la paciente al día siguiente. ¿Me quieres? pregunta la fea y desagradable esposa a un cansado marido que hojea una revista. Sí, amor, te quiero, mientras piensa el menda en Loli, su nueva novia clandestina. Mentiras y embustes. Así funciona el mundo. Recuerden aquella mentira que le costó al Gobierno millones cuando una multinacional farmaceútica montó el bulo de la gripe aviar vendiendo millones de dosis a Francia y a España y que después resultó ser una gran mentira empresarial. Y esas mentiras urdidas sobre el calentamiento global por nuestra causa, sin explicar los fenómenos solares y del cambio cíclico de la temperatura de nuestro planeta. O los embustes que nos dicen los políticos cuando nos cuentan que nuestra economía y nuestro nivel de vida es el mejor de Europa.  
Un mentira que presencié una vez fue cuando estando yo leyendo en un banco del paseo marítimo de una ciudad playera se sentó a mi lado una señoras que empujaba un taca-tá . Al rato llegó un inválido en un carrito eléctrico. Ambos se saludaron y se preguntaron ¿Cómo estás? Bien, y yo también. Pobrecitos, que mentiras más consoladoras se echaron.
La verdad casi nunca se dice, pero se piensa. Produce más dolor que una mentira, aunque esté bien urdida. Quizá por esto todos somos tan embusteros y mentirosos.

Hábitat

Hábitat

Hábitat, complejo de condiciones de vida que inciden en el desarrollo de una persona.
Este vocablo lo descubrí en mi tierna adolescencia y me gustaba tanto que lo soltaba sin ton ni son, sin venir a cuento, para sorprender a otras personas con mi cultura.
Una bobada de adolescente, pero lo que sí es cierto es que el hábitat, el medio ambiente en el que se cría un individuo influye grandemente en su personalidad y en la forma que afrontar lo bueno y lo malo de la vida. Un ejemplo, la mujer o el hombre avaro que teniendo una situación económica aceptable vive como un mendigo por miedo a perder la fortuna ya que le aterroriza el recuerdo de pasar hambre como cuando vivía con su pobre familia, durante la posguerra, en un barrio de chabolas. O aquel hombrecete que gracias a la mal conceptuada democracia, donde cualquier patán adulador y desvergonzado puede alcanzar un alto puesto político creyendo que es un ser  omnipotente y omnisciente por mor a su nuevo y artificial hábitat y que comete miles de tropelías embriagado por el propio poder y por los tiralevitas que lo jalean. 
No recuerdo si fue Verlaine quien dijo aquello que los hijos de los menesterosos difícilmente alcanzarían el triunfo y la gloria si su hábitat no cambiaba. Pocos hombres insignes en el mundo del arte o de la ciencia surgieron  viviendo en un ambiente sórdido y retrasado. Así lo reconoció el pintor Dalí que escribió en sus memorias: "En la Residencia de Estudiantes estábamos los mejores jóvenes de la burguesía progresista española. Yo (Dalí), Lorca y Buñuel. Éramos magníficos y generosos sin límites con el dinero ganado por nuestros padres"
Gustave Flaubert decía que las virtudes de un hombre emergen con su bienestar. Un chico poligonero o barriobajero jamás podrá destacar si no cambia de hábitat a tiempo, cambiando de familia, de amigos y de colegio. Hay casos de gente muy pobre que destacaron pero jamás viviendo en su hábitat de origen sino con la ayuda de una familiar o alguien interesado en su educación. Camús, hijo de dos peones pobres y analfabetos, estudió porque el párroco de su pueblo le ayudó a interesarse por los libros y por el estudio.
Unos hijos criados por padres imbéciles, tolerantes, laxos y dispersos por lo general saldrán también estúpidos y jamás alcanzarían, como sus propios padres, un coeficiente de inteligencia superior a 80. Pero si al menos uno de sus progenitores es medianamente inteligente y se preocupa por la educación del hijo o de la hija  podría salir apto para enfrentarse bien en la lucha por la vida, como preconizaba Pío Baroja.
Es un apotegma: De padres inteligentes, hijos inteligentes, siempre que el hábitat sea el adecuado.

Hijos déspotas

Hijos déspotas 

Vivimos en el año 2017 y ya no nos asusta casi nada ni exclamamos aquello que dijo Cicerón al comprobar las nuevas modas entre los jóvenes: "O tempora! O mores!" (¡Qué tiempos, qué costumbres!).
Todo lo aceptamos y si viene de nuestros propios hijos, aún más, aunque estos sean unos oportunistas, aprovechados y canallas como a veces sucede y leemos en la prensa: "Un hijo apuñala a su padre por una discusión familiar" "Un hijo da una paliza a su madre por no recibir dinero de esta". Estos ejemplos ilustrarían  los extremos del despotismo de unos hijos cabrones; imaginamos que también habrá hijos modelos, 
Lo que denunciamos en este breve artículo son los otros, los hijos o las hijas que aprovechan la bondad o falta de carácter de unos padres para explotarlos. Me da grima y pena ver a ancianos paseando con desgana a su nietos; recogerlos en la guardería o en el colegio, por obligación, todos los días, mientras que sus madres "trabajan" un eufemismo para decir que se desentienden de la rutina familiar, de la educación y de entrega a sus hijos, que tanto aburre. 
Y que decir de esa niñata, la nieta de un jubilado, que manda al abuelito a hacer cola, durante horas, para sacar la entrada de un concierto de rock mientras que ella lo pasa en grande con sus amigas.
El otro día escuché en la radio a una mujer de sesenta y tres años de edad que se quejaba que su hija le dejaba en casa a sus dos niños todos los fines de semanas para poder ellos, la hija el marido, ir  de marcha como si fuesen novios. ¿Y por qué no se niega usted? Le preguntaba el locutor, y la pobre y débil mental contestaba que era por no enfadar a su hija. 

Recuerdo el caso de un chico torpón, vago y soñador que engañó a sus padres diciendo que deseaba estudiar un grado superior de ingeniería en la capital cuando se sabía que el menda siempre obtuvo bajas calificaciones en el instituto. Tras dos años sin dar un palo al agua y gastar bastante dinero optó el chico por hacer un módulo de hostelería. Sus padres callaban como putos. 
Es una lástimas ver a  esos padres consentidores que soportan a unos hijos estultos y abusones,  unos padresque hacen todo lo que les ordenan sus hijos y aceptan todos sus fallos como hechos fortuitos con tal de  ser, supuestamente, amados por estos déspotas.
Los hijos/hijas de hoy en día, en su mayoría, explotan a sus padres de una forma descarada. Posiblemente es una venganza generacional de cuando en las décadas de los 50 y 60 algunos padres explotaban a sus hijos descaradamente y los ponían a trabajar para quedarse con el dinero de sus salarios o los hacían trabajar en el negocio familiar sin recibir retribución alguna.
Hijos e hijas déspotas abundan y también padres estúpidos que se dejan utilizar por aquellos, hay tantos  como marranos en un lodazal. 

Cine clásico español

Los jueves, milagro (1957)

Director: Luis García Berlanga

Cuando el pueblo tiene hambre  se cretiniza o se la ingenia para evitarla como se intentó hacer en esta película, con una trama muy berlanguiana donde en una España negra y subdesarrollada, triste y aterrorizada las fuerzas vivas de un pequeño lugar, que iba a la ruina tras cerrar su única fuente de ingreso, un balneario, inventaron un milagro, una aparición de un santo para atraer turismo religioso al lugar y revitalizarlo.
Berlanga, muy astuto e inteligente, nos muestra en su film  un país, que aparte de ser paupérrimo (la década de los 50 fue nefasta para España) para la mayoría de sus ciudadanos atrasados, analfabetos y emborregados también estos eran unos creyentes de la voz de sus amos: el Estado y la Iglesia.
Es una película de corte neorrealista, tan en boga en el cine italiano de la época, que posee una excelente fotografía en blanco y negro y  una aceptable música. Los intérpretes estupendos y el ambiente descorazonador, como se pretendía. Pese a su época es una película ágil y nada retórica ni edificante a pesar que la censura obligó a Berlanga a cambiar la aparición de una virgen por un santo de tercera fila San Dimas y a terminar el argumento "dulcemente" y sin malicia alguna.
Es muy ilustrativa la escena cuando los tullidos, los más pobres y los más desgraciados acuden con recipientes a recoger el agua que goteaba de un depósito que antes suministraba a las locomotoras a vapor que (en la era del balneario) paraban en la estación del pueblo. Con qué fe y ahínco bebían o se mojaban las partes dañadas de su cuerpo para liberarse del mal,  del hambre y de la miseria más que de su invalidez o de su tara mental. Cuando se pierde la esperanza, la ilusión diríamos hoy, queda la droga espiritual de las religiones para compensar esa felicidad que apenas conocieron en sus vidas.
Una película muy buena, muy crítica y sobre todo muy bien urdida, a pesar de la los ojos inquisidores de los poderes de entonces.