miércoles, 30 de diciembre de 2020

¿Quién controla el mundo, quién manda en nosotros?

 ¿Quién controla el mundo, quién manda en nosotros?

Esto es lo que me preguntó un paisano del pueblo donde paso mi jubilación.


En la parte 3 del documental Zeitgeist se dice como el Gran Capital de los Estados Unidos, con la ayuda de la CIA, dirige la economía mundial (Ver www.zeitgeistmovie.com).

Otros entendidos dicen que en la reuniones del Club Bilderberg se originan ideas para someter a nosotros, a la masa, a la plebs (Ver  en Google "Club Bilderberg o la conspiración más famosa del mundo"). En dicho Club opinan y marcan directrices los personajes más importantes de la política y de las finanzas con un único objetivo: mantenerse ellos en el Poder y someter al pueblo, al común, si es posible, sin violencia armada. Estos personajes deciden cuando y como aumentar el precio del petróleo, donde debe estallar una revuelta política o como ayudar o destituir a un dirigente de un gobierno que no acate sus dictados.

Daniel Estulin destapó los entresijos de estas reuniones exclusivas en un libro que tituló "La verdadera historia del Club Bilderberg".


Otro grupo de poder y de presión es la Comisión Trilateral fundada por David Rockefeller en 1973 para reunir a ciudadanos influyentes de Europa, Japón y Norteamérica para analizar los problemas comunes de todo el mundo que pudieran influir negativamente al Gran Capital de aquellos años. 

En la Trilateral todos los invitados opinaban, desde políticos de ideología conservadora hasta los centristas y socialistas.

Otros creen que el Gran Capital Mundial, por llamarle de algún modo, es controlado a través de importantes familias: la Familia Rockefeller, la Familia Morgan, la Familia Dupont sin olvidar, en pleno siglo XXI, a las grandes familias de narcotraficantes que entre todas mueven al año la friolera cantidad de 650 mil millones de dólares y que poseen un inmenso poder para corromper y comprar a gobiernos enteros, a jueces y a policías.

Por otra parte debemos considerar el poder de los grandes monopolios actuales. Los de Internet capaces de controlar a millones de personas de todo el mundo, controlan unas voluntades que ellos modifican poco a poco según convenga. Los grandes servidores de la venta on-line son los monstruos que devoran el comercio tradicional. Miles y miles de tiendas, de todo tamaño, se arruinan debido a la compra masiva on-line por una parte de los consumidores.

Me preguntó el anciano azorado ¿Los políticos y los Gobiernos para qué sirven?  Contesté, todos obedecen al Gran Capital y también a otros Gobiernos más poderosos. Hay que señalar, a su favor, que evitan que esos monstruos del dinero nos devoren con ese afán predatorio que les caracterizan.

¡Vaya lío! Exclamó el abuelete mientras se acariciaba una oreja. 

martes, 29 de diciembre de 2020

Un cuento chino

 El mareo (Un cuento chino, de un jerezano)


Aquella fría mañana de enero del año 2021, Jacinto Fuentes, residente y natural de Jerez de la Frontera, se despertó sin ganas de ir a trabajar. A los 9 llamó a su oficina para comunicar a su jefe que se encontraba mal, que tenía un pertinaz mareo ¡A ver si te ha picado el virus! -bromeó su jefe con recochineo.


Jacinto, tras una tonificante ducha y un suculento desayuno, bajó al parquecito privado de su urbanización. El sol estaba rico y suave a las once de la mañana, un banco le invitó a sentarse y contemplar la nada. Sus ojos se le cerraban y él pugnaba por mantenerlos abiertos. Un sueñecillo relajante invadió a Jacinto.

De pronto dio un respingo y se despertó desconcertado. ¿Cuánto tiempo estuve dormido?- se preguntó. El sol ya se había ido y estaba oscureciendo. Quedó aterrorizado cuando comprobó, a enfocar bien la vista, que la gente que transitaba por el parque eran chinos y hablaban esa jerigonza de idioma. El parquecito privado no era tal, era una plazoleta desabrida llena de chinos que iban y venían, que conversaban entre ellos. ¿Dónde estoy? -preguntó el jerezano a una pareja de chinos de mediana edad, que desapareció corriendo y exclamando algo... en chino. 

Jacinto comenzó a gritar y a gesticular exageradamente preguntando qué ciudad era aquella. Unos reían, pero la mayoría huía de él. Una pareja de policías chinos  preguntó algo a Jacinto. Este gritó lloriqueando como un niño con rabia que qué hacía él en ese extraño lugar. Lo llevaron a la comisaría y allí siguió Jacinto con su llantina, sus gritos y sus gestos. Por señas dijo que quería hacer un pis. Lo llevaron a un lavabo de la comisaría mientras que un guardia le esperaba al otro lado de la puerta. Al lavarse las manos Jacinto vio su rostro reflejado en un espejo, el rostro de un auténtico chino. Gritó de espanto. Se registró la chaqueta. No llevaba documentación, le robarían la cartera en el parque de Jerez o en el parque de ese pueblo chino.


El pueblo donde apareció Jacinto se llama Chiang-Ho, situado en el nordeste de China. En la comisaría, a Jacinto le quitaron esa ropa extraña europea y le pusieron un mono o buzo de campesino de color gris y unas zapatillas de paño negro. Le preguntaron con buenos y malos modales, en chino, naturalmente, que por qué se hacía el "blanco" remedando ese idioma tan extraño. Que hablara de una vez en chino.

 Un médico psiquiatra de la ciudad cercana lo examinó y dijo que aquello era un caso de desdoblamiento de personalidad, que mientras que no apareciera algún familiar reclamándolo que se lo llevaría al manicomio estatal de la ciudad.  Este caso es único, pero no raro del todo-comentó el médico al jefe de la policía- el de  una persona que no desea entender su idioma y que se dirija a la gente remedando un idioma extraño, inventado. Es algo curioso, muy curioso. 

Adela o como sobrevivir en la vida

 Adela o como sobrevivir en la vida 


La sala VIP del aeropuerto de Barajas estaba, casi en su totalidad, ocupada por jóvenes ejecutivos que tecleaban en sus portátiles mientras bebían un zumo o un café negro. Las siete de la mañana. Adela era una más entre ellos, entre una nueva clase triunfadora, servidora de las grandes compañías y monopolios internacionales asentadas en Madrid. Ella, con cierto deleite, hojeaba The Guardian y tomaba un te amargo. No tenía prisa, era temprano ya que le encantaba llegar pronto al aeropuerto para poder leer la prensa y desayunar en la sala VIP. Su vuelo a Zurich, para asistir a una reunión de los directivos europeos de la compañía Thrüslok saldría dentro de una hora. A ella le satisfacía ese tipo de vida: traslado y recogida en todos los aeropuertos en el coche oficial de la empresa, viajar en clase business, alojarse en hoteles de cinco estrellas y ser admirada por su capacidad de trabajo. Se sentía feliz, muy feliz; se consideraba una triunfadora a sus cuarenta y tantos años de edad.


Seis años después. Adela, algo fondona pero aún guapetona, y su cónyuge Antonio, jefe de sección de los almacenes Prisca en el barrio madrileño de la Concepción jugueteaban ambos con su hijo Pablito, un nene de tres años con cara de bobo de ojos adormilados,  como los del padre y con la barbilla de Adela, según dijo la madre de Antonio cuando vio al nene por primera vez.

 La Terminal 3 de Barajas es enorme. La gente que puede se sienta en sillas de plástico o sobre sus maletas de ruedas. Los viajeros van y vienen con ansiedad mirando los cuadros luminosos que informan sobre las llegadas y las salidas. Adela vestía como todas las mesócratas españolas cuando viajan. Pantalones vaqueros y una chaquetilla de falso cuero. Zapatos con suela de goma, pero no esas horribles zapatillas o runners que calzan las barrio bajeras. El nene sentado sobre las piernas de Adela la incordiaba pegando constantes taconazos con sus botitas ortopédicas contra las rodillas de su mamá . Toma el niño, Antonio, que me duele la cabeza y voy a cerrar un poco los ojos. Todavía tardaba casi una hora para que partiera el vuelo a Santiago de Compostela para visitar a la familia gallega del esposo.

 Antonio, ese ser anodino y vulgar que fue su salvavida cuando ella perdió el empleo por causa de la quiebra de la poderosa empresa donde trabajaba. Si subes muy alto, la caída puede ser mortal -leyó en no sabe donde.

 Sí, ella se quedó casi sin un euro desde que decidió, sin trabajar, seguir viviendo el ritmo de su vida de ejecutiva en aquel lujoso duplex de la calle Prim esquina a Recoletos. Allí estuvo hasta que agotó sus ahorros quedándole lo justo para comprar, en un momento de lucidez, un piso o en el barrio obrero de la Concepción, muy cercano a los almacenes Prisca donde se dejó seducir por Antonio cuando supo que era soltero, muy formal y semitonto. Había que sobrevivir y este hombre le daría la estabilidad económica de la que carecía y de paso tener un compañero, con hijo incluido después, que llenaría ese vacío existencial, esa soledad que la estaba enloqueciendo y le hacía preguntarse ¿qué será de mí, sin trabajo, sin nadie que me cuide y con una edad más que pasada para encontrar un empleo digno?


Cuando se vio sentada en el avión con destino a Santiago, en clase turista, oyendo la algarabía de lloros infantiles y risotadas nerviosas de los adultos tragó saliva pero no, tenía la boca seca. Con esa sequedad propia que preludiaba una crisis de ansiedad.Todo lo que le rodeaba le era deleznable, mediocre,  pero necesario para sobrevivir. A sus casi cincuenta años de edad se sentía fracasada y marginada. Se consoló recordando a Kundera: "Aquel que quiere llegar más alto tiene que saber que algún día le invadirá el vértigo"  



domingo, 27 de diciembre de 2020

Un libro de mi biblioteca

Los inadaptados (Una novela del Ciclo de Rodalquilar)

Autora: Carmen de Burgos (Colombine)


"La tranquilidad del valle de Rodalquilar se vio alterada por el naufragio del buque "Valencia" en 1892 a causa de un gran temporal frente a la costa. El vapor tocaba la sirena desesperadamente cuando encalló sobre las cortantes rocas. Entonces los hombres y las mujeres del lugar bajaron a la playa desde sus viviendas. La costumbre de dormir sin despojarse de más prendas que la faja de estambre, el chaquetón de paño y las esparteñas, les permitían estar listos en pocos momentos. Tras los hombres bajaron las mujeres, descalzos los pies, mal sujetos los amarillos y rojos refajos de bayeta, apretados alrededor de las cabezas los pañuelos de grueso percal. Muchas llevaban, ocultas entre el oscuro abrigo, unos muchachuelos de morros sucios y ojos asustados.

Rodalquilar forma un semicírculo de tierra labrada y verdeante, con algo de apariencia de anfiteatro. Las rojizas montañas alzan sus muros como si quisieran abrigarlo y defenderlo de la vulgaridad de la vida civilizada.


Las bodas de Rodalquilar se ajustaban siempre para fin de verano, cuando la venta de granos o esparto traen la abundancia a las casas. Los novios antes de casarse tenían que aprender de memoria el Credo, los Artículos de la Fe y la Bienaventuranza, si no, el cura no los casaba. Para esta tarea contrataban a una rezadora, una mujer que les hacía repetir estas oraciones. A veces los novios eran muy brutos y no le entraban los rezos en la mollera, de modo que el novio robaba a la novia y se casaban por otro método.

Por aquella zona, aparte de la agricultura y la ganadería de cabras había hombres que se dedicaban al contrabando, todos ellos protegidos por don Luis, uno de los tres caciques del lugar.

La gente  bajó a la playa para esperar que el vapor varado se partiera en dos para ver que salía de la bodega a la playa. El Valencia, a pesar del nombre era inglés, llevaba una carga de naranjas a Inglaterra. 

Al día siguiente, todo el pueblo fue en romería a la costa para ver el estado del buque. Todavía no se había hundido. Las gentes se sentaron, cara a la playa, y sacaron sus meriendas. Cuando aparecieron las primeras naranjas flotando sobre el mar y contemplaron como las olas las arrojaban a la playa brotaron gritos de alborozo y de carcajadas nerviosas. Se las comían allí, a pesar de la oposición de la guardia civil que no tuvieron más remedio que permitir que recogieran todas las naranjas que quisieran para llevarlas a casa.

Los marineros ingleses, todavía a bordo del vapor, no se atrevían bajar a tierra asustados de la algarabía que los hombres, mujeres y niños armaban y quizá recordando un hecho que sucedió por aquellas costas cincuenta años antes cuando naufragó otro buque inglés y los habitantes, no de Rodalquilar sino de otro lugar, asaltaron la nave varada y cortaron todas las orejas que llevaban pendientes de oro y los dedos con anillos de los ahogado que el mar arrojó a la costa o encontraron entre las rocas.

Tras el naufragio del Valencia no se habló en Rodalquilar más que de este suceso. 

Días después la vida siguió su curso. Dolores, la hermosa  esposa de un lugareño acusado de contrabando fue a ver al cacique, a don Manuel, para que intercediera por su esposo que estaba en la cárcel.

 ¿Quieres la libertad de tu esposo? Todo depende de tí -dijo el cacique tomando por la cintura a la atribulada mujer. Ella cerró los ojos y permitió que el cacique  la tumbara sobre la alfombra e hiciera con ella lo que quisiera. Quedó preñada de aquel encuentro mientras que Víctor, su marido, permanecía en la cárcel. 

Dolores tuvo un niño muy diferente a los del valle. Era muy blanquito y delicado, rubito de ojos azules. Las vecinas la criticaban y también la envidiaban porque había conseguido que  la familia del cacique bautizaran al nene en Níjar  y lo apadrinaran  además de que regalaran al matrimonio el arrendamiento de la mejor finca de Rodalquilar."

Esta novela, más costumbrista que naturalista, se desarrolla después como un folletín de la época. Dolores y su marido prosperan, se hicieron ricos con los beneficios que obtuvieron de la enorme finca. Víctor era feliz pero ella no, se sentía deprimida por el recuerdo de la violación y...


  

sábado, 26 de diciembre de 2020

Cine de Ayer

 Viridiana  (1961)

Director: Luis Buñuel


Una película basada en una novela de Benito Pérez Galdós titulada "Halma".

Esta película rodada en 1961 no se pudo estrenar en España hasta 1977 porque fue considerada por la censura de la dictadura como inmoral así que se distribuyó por otros países como "una película mexicana" cuando en realidad fue una co-producción entre España y México; con Fernando Rey como protagonista y con la bella actriz mexicana Silvia Pinal en el papel de Viridiana.


Viridiana una joven limpia de alma, inocente como un ángel profesa en un convento como novicia. Era tan inocente que la contemplación de la ubre de una vaca le produce sonrojo ¿quizá pensaba que así sería el pene de un hombre?

Su tío don Jaime la saca del convento al quedarse huérfana y al proclamarse él como único tutor de tan dulce muchacha. Desea convertirla en una señorita. En su lugar el viejo rijoso la pervierte y la convierte en su amante. "Tu serás mi amante o mi ahijada según me convenga" -dice el caballero viudo, sinvergüenza y aprovechado.  Ella consiente dócilmente ¿ quizá le gustó su situación?


A Buñuel siempre le fascinó el fetichismo que aparece en casi todas sus películas.

 Cuando Viridiana llegó del convento para quedarse en la casa de su "amado" tío Jaime llevaba en su maleta un crucifijo negro, una corona de espina y varios clavos. Por su parte don Jaime, cuando nadie lo ve en el secreto de su dormitorio, se traviste con un corsé de su difunta esposa y se pone sus zapatos de tacones. 


Aparte de estas extravagancias el eje de la película gira en torno a la caridad. Una caridad señalada cuando un personaje compra un perro atado con una cuerda al cuello que era casi estrangulado siguiendo el paso ligero del carro donde iba atado. También el director expresa esta virtud hasta aquel acto de caridad colectiva cuando Viridiana, liberada y heredera, tras la trágica muerte de su tío, intentó practicar con un grupo de mendigos callejeros. Estos son alojados en una finca, allí los alimenta, los cobija y son instruidos en la doctrina cristiana. Estos mendigos, como casi todos ellos, agradecen el condumio poniendo caras de obedientes y sumisos. Cuando un día Viridiana tiene que ir a la ciudad los mendigos aprovechan la oportunidad para vaciar la despensa y dispensarse un suculento banquete. Hay una escena  donde estos desaliñados en su "improvisación" reproducen la Ultima Cena de Da Vinci, una parodia de mal gusto de seres desechados por la sociedad. Cuando Viridiana vuelve y ve el desastre que han hecho y contempla esa mezcla de horribles cuerpos de hombres y mujeres que duermen el alcohol ingerido, un par de borrachos intentan violarla pero es  salvada in extremis por un pariente lejano de Viridiana, su primo, que se lía a mamporros con esa hez humana.


La última escena memorable del film  es cuando Viridiana, una vez expulsada la chusma de su casona se queda sola y toma conciencia de su situación viendo su imagen reflejada en un espejo, entonces se fija en sus ojos siempre anhelante por hacer el bien al prójimo, con su carita de buena y su pelo recogido como señal de recato. De pronto cambia todo, sus ojos brillan de picardía mientras ella se suelta el pelo, se desmelena, sonríe extrañamente y se dirige al dormitorio de su primo. 


viernes, 27 de noviembre de 2020

Nadie me creyó (Es Navidad)

 Nadie me creyó 

Para la familia cristiana de Jacinto era una tradición asistir a la Misa del Gallo. Durante la ceremonia Jacinto notó un punzante dolor en las sienes, sí, también pueden doler las sienes. 

Estaba deseando que terminara la ceremonia-propaganda, ya que el párroco era un cura marxista recién regresado de Bolivia y siempre soltaba indirectas sobre los explotados y los explotadores.

 Nada más comenzar a cantar un villancico un coro de ancianas de voces cascadas, como despedida a  la ceremonia, Jacinto dijo a su esposa y a sus dos hijos que él se iba a casa, caminando, para ver si el fresco de la madrugada le aliviaba el dolor de cabeza.  Que ella regresara con los nenes en el coche.

Cuando Jacinto bajaba por la calle Recogidas, al pasar frente a la bocana de una galería comercial que estaba en penumbra oyó que alguien le chistaba (psss, psss...). Volvió la cara y no vio a nadie. Solo los coches que subían por la calle hacia Puerta Real. Otras vez el siseo o el chisteo. Volvió  otra vez el rostro hacia el portal y distinguió una cesta de mimbre. Era la una de la madrugada; el frío se le colaba a través del grueso gabán. Se acercó a la canasta y vio un niño, un recién nacido, envuelto en una manta de viaje de esas que entregan en Air Europa.

-Ya era hora, hombre, con el frío que hace -salió del nene un vozarrón de adulto pero curiosamente sin mover el bebé los labios ni temblarles los mofletes. Es que acabo de nacer ¿sabe usted? -explicó- y eres el primer humano que pasa por aquí.

-No he bebido, ni he tomado ansiolítico para creer   que este niño me habla -pensó Jacinto levantando la canasta del suelo para comprobar bien su contenido a la luz de una led. 

-No te asustes Jacinto, yo soy Elotro, el de la Parusía. Y tu serás mi instrumento para hacer que los hombres sean más humanos y se amen entre sí.

-Pero hombre de Dios, no me haga esto. Que somos una familia tranquila y no queremos problemas

-Todo es cuestión de fe, hijo mío. Tu eres el único que puedes escuchar mis palabras; para otros seré simplemente un niño abandonado en un portal.


Jacinto agachó humildemente la cabeza pero olvidando decir a Elotro aquellas obligadas y bellas palabras: Sea tu voluntad. 

Ya se acercaba a su domicilio, frente al Centro Comercial de Neptuno cuando el nene le dijo si podía tomar un vaso de leche caliente en casa, que se estaba congelando. Sí Maestro, contestó con aflicción el elegido.



-Pero ¿qué hace este niño en casa? -preguntó airada la esposa al mismo tiempo que se quitaba el abrigo y lo arrojaba sobre una silla. ¿De quién es?

-Tenemos un hermanito, tenemos un hermanito -gritaban con guasa los dos hijos preadolescentes y gaznápiros de Jacinto.

-Es Elotro, el de la Parusía -contestó Jacinto con cierta beatitud y con mucha solemnidad.

-Ni Parusía ni ollas en vinagre. Mañana a las 8 llevas el niño al Hogar del Pobre y lo entregas. Y no des tu nombre que después tendremos problemas con Asuntos Sociales.


Así fue como en una ciudad de España fue abortada la venida de Elotro y por eso la pandemia se ceba cruelmente con todo el país, y de paso, con todo el mundo, aparte de cebarse con saña con los descendientes de Jacinto por descreídos. 

jueves, 26 de noviembre de 2020

Un relato

 ¿Cómo se hace un artista?

¿Qué hacemos con Jacinto? -preguntó la esposa de don Luis Cerbatán, 58 años de edad. Una dama jaquetona, hermosa y algo mema a causa de una vida muelle y despreocupada desde su nacimiento. 

La familia, mejor dicho el clan empresarial Cerbatán, tenía la obligación de engendrar hijos e hijas triunfadores, pero Jacinto, ese "niño" de 29 años no encajaba o no quería encajar en el organigrama familiar. Decía él que lo que quería es ser un artista ¿artista de qué? le preguntó una vez su padre malhumorado. 


Era imposible tratar con ese hijo bohemio y vago. Desprestigiaba a la familia.

 Ricardo de las Hoces, el presidente del grupo publicitario Hispan, otro negocio más del conglomerado empresarial Cebartán, propuso un plan para hacer triunfar a Jacinto en el mundo del arte contemporáneo, donde todos suelen ser idiotas excepto los marchantes.

Ricardo explicó a don Luis que dentro de unos meses se celebraría la Feria de Arte más importante de Europa donde se premiaba y se promocionaba hasta la saciedad la mejor obra presentada. Adelante, contestó al director de Hispán. Hay que sacar a este chico de su miseria mental, hay que hacerle ver que sirve para algo.

Fue un escándalo dentro del mundo del arte en Europa. La prestigiosa revista internacional World Art dedicó cinco páginas al artista descubierto en el  premio Itching de Milán. A partir del éxito obtenido (un triunfo que le costó al padre de Jacinto tres veces el valor del premio obtenido: una parte para poder pagar el premio, otra parte para comprar al jurado y otra parte para la organización del evento). 

Jacinto vendía sus obras antes de realizarlas y llegó incluso a  decorar  un inmenso mural de manchas de colores mezcladas con barro del Palais de l'Automobile de París.


Don Luis Cerbatán se sentó, tras el desayuno, en el jardín de su casa aquel domingo de mayo. El mayordomo ofreció fuego a su señor para poder encender un Cohiba que esperaba entre los dedos de su amo mientras este recapacitaba: "Ya nadie puede tacharme de haber traído al mundo un hijo inútil, flojo y algo tarado. Ahora es alguien, es un artista alabado y reconocido por la prensa especializada y además, el mamonazo, gana mucho dinero. Como tiene que ser, como un miembro más de nuestra familia de triunfadores"

miércoles, 25 de noviembre de 2020

El capricho de viajar por mero placer

El capricho de viajar por el mero placer de viajar.


Los recuerdos de la niñez y de la juventud, si son gratos, ayudan a soportar el tedio del final vital.

Lo que siempre me fascinó de un viaje fue el traslado en sí, más que llegar. Como aquel particular maratón que saboreé durante 24 horas escasas. 

Yo nunca había viajado en avión, como tampoco el 95% de los españoles del año 1966 por la sencilla razón de no poder pagar un viaje tan caro comparado con el billete de un autobús o del tren.

Cuando me vi en Barajas aparentando una calma que no tenía, trajeado como para una boda, y tras tomar un café, llamaron a los señores pasajeros que iban a Sevilla. Me dio un vuelco el corazón. Estaba tan emocionado como cuando besé a mi primera chica. A bordo del DC-3 de Aviaco todo era moderno y sofisticado. La azafata, las auxiliares de vuelo de ahora, parecían todas modelos de alta costura; tras despegar me ofreció un cigarrillo y un periódico del día. Yo me hacía el interesante y el cosmopolita a mis 22 años de edad. Llegamos a Sevilla en un plis-plás (me encanta esta  expresión demodé) y desde San Pablo, en el bus de la compañía, llegué a la capital. Tomé un taxi y me dirigí a la estación de tren un par de horas antes de salir el Talgo con destino a Madrid. Otra gran experiencia para mí, tan acostumbrado a viajar en trenes convencionales, sin aire acondicionado y que tardaban casi 12 horas en realizar el trayecto Cádiz-Madrid. Junto a mí se sentó una señora cuarentona que me dijo que venía del Archivo de hacer un trabajo de investigación. Por mi parte, rebosando de fantasía, le conté un cuento macabeo que supongo no creyó. Llegué a Madrid al oscurecer, sin equipaje, sin prisas, ya que al día siguiente sería domingo y le contaría a mis amigos y a mi novia mi aventura viajera. 


Diferente a ese viaje exprés que hice en mi juventud recuerdo emotivamente la primera vez que subí a un tren. La locomotora a vapor arrastraba unos vagones antiguos del siglo XIX, de esos que llevaban en el exterior un estribo a lo largo del vagón, sin pasillo interior, por el que el revisor caminaba necesariamente para picar los billetes. 

Mi padre me llevó a Rota para ser presentado a sus amigos de aquel pueblo, que era muy pueblo antes de la Base Americana. Yo tenía cinco años de edad, lo supe porque me contó mi padre esta aventura viajera. Quedé fascinado por la gran locomotora que echaba vapor por todas partes. Era en realidad una mínima máquina francesa del año 1858. El maquinista me tomó en brazo para enseñarme la locomotora por dentro y me asusté al ver la cara tiznada del hombre y pensar que me quedaría para siempre con él.

Todavía no había clareado. Luces de colores parpadeaban en el centro de la desembocadura del río Guadalquivir, eran las boyas que señalizaban la entrada a la ría para los navíos que subían a Sevilla.

El tren solía tardar una hora en llegar a Rota, 24 kilómetros de aventura para un niño de tan corta edad.

Viajar siempre fue el placer más emocionante con el que disfruté. Ahora solo en pensarlo me da pereza.

Cine de Ayer

 La familia (La Famiglia, 1987)

Director: Ettore Scola 


Las familias; la familia nunca fue perfecta. Hay miembros que eleva, esclarece, la fama de la familia, del apellido y hay otros miembros que envilece dicho apellido y a toda su ascendencia.

En esta estupenda película de Ettore Scola se muestra la evolución de una familia italiana desde el año 1906 hasta 1986.

 Un abuelo recuerda en su decrépita y solitaria vejez a su multitudinaria familia, desde cuando el vejete fue bautizado (?) hasta aquella noche de su 80 cumpleaños cuando solo, en el inmenso piso familiar, miga un trozo de pan en un tazón de leche antes de acostarse.

En nuestros tiempos es difícil encontrar aquellas grandes familias que vivían en un mismo hogar, en una casona de pueblo o en un gran piso en la ciudad, donde el entrar y el salir de gente animaba la casa.

 En el enorme piso familiar de la película convivían el matrimonio con sus hijos pequeños, un par de tías solteronas, otro par de adolescentes y una criada. Además, de vez en cuando, se asentaba, por largas temporadas, un familiar o allegado no invitado. La familia actual, la del siglo XXI, es muy escueta e insípida. En la ciudad si los padres trabajan  los hijos, o el hijo único, son cuidados por una panchita o una abuela ágrafa.

Ettore Scola muestra con maestría nuestro temperamento latino (los italianos y los españoles somos más hermanos que primos) con ese grato batiburrillo familiar que hace añorar al abuelo un pasado más humanizado, más cálido, que en los años de viudo y de decrepitud. A pesar de los sucesos naturales que vio en su familia como la seducción del hijo adolescente por una sirvienta, el tío materno sinvergüenza que trapicheaba con las escaseces de la posguerra, la tía moderna con numerosos amantes, las solteronas que veían pecado en todo lo que hacían otros. 

Todo sucedía bajo la batuta y la dirección del Pater Familia. Con una autoridad incuestionable. 

El abuelo está esa noche triste, muy triste, sin recordar que esa misma noche celebrará su cumpleaños en plena soledad, con su tazón de leche. Pero no. Suena el timbre de la puerta y aparece un joven diciendo que es su nieto. Después entra otras personas,  además de sus hijos y sus nueras. Y gente rara que dice ser de la familia.  Todos llegan para celebrar su 80 cumpleaños. 

Tras la cena se habla y se miente de todo. Los triunfadores de la familia pondera sus aciertos y los más torpones o los que no tuvieron suerte mienten como bellacos para demostrar que ellos también son algo en la vida. Es lo que pasa en todas las familias que se reúnen para celebrar algún evento. Todos sus miembros pretenden igualarse a los triunfadores. Algo que divierte al anciano, que  sabe,ve y piensa al mismo tiempo en la falacia generalizada de su familia. 

Diciembre 3


 

jueves, 29 de octubre de 2020

El Editorial del Blog

 España, del tópico a lo típico


Escribir un editorial usando como argumento la pandemia sería una perogrullada ya que se escribieron centenares de artículos que nos confundieron más que nos informaron de esta crisis que asola a todo el mundo.


En tiempos revueltos ganancia de bribones y oportunistas. Así se demostró tras la guerra civil española (un tema que conozco bien porque hice un trabajo de investigación socio-económica de la década 1950-1959) donde centenares de conciudadanos se enriquecieron ostentosamente explotando la desgracia de la mayoría de los españoles. 

En este maremágnum creado por la pandemia, con tanta confusión, con tanta ignorancia y con tantos oportunistas, peligra esos miles de millones de euros que la UE entregará a sus países miembros. Un cebo, un acicate para estimular el robo y el pillaje a destajo (aparte, quizá, de ayudar de buena fe a empresas y trabajadores). También hay que vigilar esos proyectos espurios  y a veces innecesarios creado por administraciones regionales o locales; vigilar esos trabajos comunales (donde se juega a trabajar más que a trabajar) y tomar nota de  esas empresas que ya estaban en ruinas antes de la crisis y que ahora piden dinero  falazmente para "no dejar en el paro a sus obreros". Controlar a toda esa caterva de personas de mala fe que esperan la oportunidad de llenar sus faltriqueras a costa de la miseria del prójimo.

Ya leímos en el New York Times, hace unas semanas, el artículo donde se decía que los políticos españoles son más peligrosos para España que la propia pandemia. Cuando el río suena...

 No hay que caer en el pozo de las dudas, pues sabemos que hay políticos españoles valiosos ¿dónde? No sabemos,  pero están por ahí o por acá.

Este tiempo de crisis nos obliga a "vivir en crisis" no como si aquí no pasara nada. La gente pretende seguir con sus fiestas y saraos como tal cosa  (el simple mental cree que ignorando su problema dicho problema deja de existir). Las empresas quieren obtener los mismo beneficios que antes de la crisis, el Gobierno debe abonarle  la diferencia. El obrero que está en el paro por culpa de la pandemia, pretende que cualquier organismo estatal o regional le pague su sueldo íntegro ad eternum. Sin olvidar a una parte del personal que trabaja directamente con y de la pandemia que ya están tomando conciencia de su importancia intentando exigir todo aquello que antes de la pandemia no se atrevieron a exigir.  

En época de dificultad es cuando la nobleza o la vileza del ser humano se manifiesta. 

Cuidado con la adipción al dinero, peor si llega fácilmente; corrompe al individuo de la misma forma que la inactividad produce malos hábitos  y vicios como esa triste encuesta donde se  muestra que el 60% de nuestros jóvenes en edad de trabajar jamás doblaron el lomo ni trabajaran, bien porque no encontraron trabajo antes de la pandemia o porque no quieren trabajar en nada y prefieren la protección familiar y la ayuda estatal antes que tener que buscarse la vida. Es triste, muy triste, este alto porcentaje de inanes que tenemos en el país. Y ya se sabe, cuando un individuo deja de trabajar o nunca trabajó le costará una barbaridad integrarse al mundo productivo.

Señores en el poder, haced lo mejor que sepáis, pero siempre con honradez, para que el pueblo común, nosotros, soporte con entereza esta pandemia y administrad con sabiduría los fondos que vais a recibir. Mi abuela decía, al buen administrador de su casa nunca le faltará el pan. 

martes, 27 de octubre de 2020

Una revelación

 Confesiones de un lector


Los gustos y anhelos de un ser humano cambian a lo largo de la vida de éste. Personalmente poseo una biblioteca familiar con más de 3.600 libros de los más diversos temas.

Un día me entretuve ¡tengo tanto tiempo libre! clasificando, sirviéndome del fichero, dos docenas de títulos. Una primera docena de los libros que más me gustaron y que fueron releídos varias veces y otra docena de libro de los que nunca terminé de leer por diversos motivos, por sosos o por liantes. Siempre  bajo mi personal punto de vista. Estos últimos libros están guardados con primor en sus estanterías pero nunca leídos en su totalidad: El Aleph, de Borges; El Capital, K. Marx; Dafni y Cloe, de Longo; El hombre rebelde, de Camus; El Libro Rojo de Mao,  M.T.Tsung; Libro de Amigo y Amado, de R. Llull; Os Lusiadas, de Camoens; Manifiesto de Surrealismo, de A. Bretón; Niebla, de Unamuno; Rayuela, de Cortázar; La tempestad, J.M. de Prada; Yo el Supremo, de A.R. Bastos.


Mi docena de libros "mimados y releídos" : Anna Karénina, de Tolstoi; A.M.D.G. de Pérez de Ayala; La Biblia (solo el Antiguo Testamento); El Cuarteto de Alejandría, de L. Durrell; La lucha por la vida (La busca, Mala hierba y Aurora Roja), de Pío Baroja; La bodega, de Blasco Ibáñez; Confesiones,de San Agustín de Hipona; La Fiesta del Chivo, de V. Llosa; Germinal, de Zola; El Jinete Polaco, de Muñoz Molina; El retrato de Dorian Gray, de O. Wilde; La Regenta, de Clarín.


No pude señalar algunos títulos más de los libros que duermen en los anaqueles de mi biblioteca esperando que mi curiosidad de lector impertinente los lea alguna vez. Como sucedió con aquella gran novela que tardé varios años en leerla y comprender en toda su magnitud y saborear lo que era la buena literatura. Me refiero a la magistral obra de Joyce, Ulises (Ulyses). Adquirí esta novela, editada por la Editorial Rueda, 6ª edición 1972 y con la mejor traducción al español de J. Salas Subirat. Viviendo yo en Granada, en plena pre-democracia, intenté leerla en casa pero nunca pasaba de la página 50. Me agobiaba , no lo entendía, me liaba, me perturbaba. Me aburría.

Muchos años después viví en Dublín y me interesé por la figura de James Joyce. Mi vivienda  no estaba muy lejos donde vivió el escritor y todas las mañanas yo pasaba frente a la iglesia del colegio de los jesuitas donde él estudió. Más tarde visité la casa museo de Joyce, un verdadero camelo, pero que me hizo interesar vivamente por el autor. No vi la comitiva pero si leí en la prensa la pantomina anual del Bloomsday. Compré en la magnífica librería Eason dos libros de Joyce, en inglés que leí con avidez. Me estaba preparando para poder leer el Ulyses en su lengua original ¡Qué naïf era! Antes de comprar el libro visité la biblioteca pública para intentar leer  el primer capítulo de Ulyses y me mareé. El tiempo paso y cuando volví a España cogí la edición en español de Ulises y comencé a leerla con avidez y buenas entendederas, mi preparación surtió efecto:  todo un culto, todo un proceso de iniciación en Irlanda me sirvió para entender y ver en mi mente los lugares donde Leopold Bloom paseó y estuvo.

Dicen algunos críticos que Ulises es la mejor novela contemporánea jamás escrita. Yo lo dudo ya que todo es subjetivo.

lunes, 26 de octubre de 2020

Un cuento para pensar

 La beata de mi pueblo


Toda la clase burguesa de mi pueblo, enclavado en lo más al sur del sur de Andalucía, quedó consternado cuando se enteraron del escándalo. Corría el año 1952


En la España nacional-católica de aquellos funestos años de posguerra la señorita Adela Campota hizo temblar los cimientos de una sociedad respetuosa, con sus saneadas fortunas, con los ideales patrios y religiosos y con el prestigio que daba pertenecer  las grandes familias de bodegueros.


Adela era una solterona de 36 años de edad (sí, en aquellos tiempos una mujer con esa edad solo estaba esperanzada a "vestir santos del altar", es decir, a practicar la beatería como desahogo conceptual, más que espiritual, de su propia existencia) que acompañaba todas las mañanas a su madre a la misa de 8 para comulgar y confesar sus pecados ¿Sueños eróticos? jamás, sino pecadillos pueriles como enfadarse con la criada o comerse a hurtadillas un bizcocho de San Leandro.

 Esta mujer, la beata de mi pueblo, tenía un aspecto agradable sin llegar a ser guapa; iba siempre muy aseada en cuerpo y ropaje y olía muy bien, ligeramente a vainilla dejando un rastro de suave perfume entre los ganapanes que paseaban por las aceras.

 Tras la misa Adela satisfacía su pequeño vicio: desayunar chocolate con picatostes en el Café Rosaleda.

Buenos días, señorita Adela - le saludaba el propietario del café con una sonrisa servil indisimulada. ¿Lo de siempre?- preguntó el vejete mientras llamaba a voces a su sobrino Paco, que le ayudaba como camarero.

Paquito, Paco era un chico recién salido de la mili, muy guapo, de buen porte y con una cara de sinvergüenza que se la pisaba, esto era lo que más le atraía a Adela del chico. Aquellos ojos picarones que la desnudaba cada vez que hablaba con él.

 La madre de Adela odiaba el olor a tabaco frío que se respiraba en al bar y seguía sola hacia la casa. Media hora de libertad plena para Adela para poder desayunar a gusto. Tras una espera de diez minutos aparecía Paco con su bella sonrisa y sus pantalones muy ajustados. 

Sería imposible explicarle a su confesor, un santo varón de una edad provecta y que poseía un halo oloroso a orines humanos, que ella, Adela, sentía un extraño rebullir dentro de sus entrañas cada vez que se fijaba en los ojos del camarero y que sin poder evitarlo también se fijaba, en la portañuela del chico que parecía descansar brevemente sobre su mesa cada vez que se inclinaba para servirla.


Un año después pude enterarme, escuchando a escondida el comentario que hacía mi madre con otra señora, que Adela Campota se había fugado con Paco, el camarero del Cafe Rosaleda y que su madre, la viuda de don Benito de la Hoz Matallamas la habían ingresada en el Hospital la Merced con un fuerte soponcio.


 Siendo yo un mocito de trece años de edad, pude enterarme, por otros amigos, que la interfecta volvió al pueblo con un niño de dos años, fruto del pecado, sin un duro en el bolso y apaleada  (se decía que el tal Paco la molía a palos cada vez que se emborrachaba allá en  Badalona). La anciana madre de Adela nunca la recibió en casa, ni hija pródiga ni otras tonturas bíblicas; no le perdonó aquella ofensa infringida a la familia y al noble apellido del padre.

 Adela, más pobre que una rata no halló refugio en ninguna persona perteneciente a su clase acomodada sino en el cuartucho de una vieja criada que la acogió por caridad cristiana.

 Hasta que murió la anciana madre y heredó  Adela no se convirtió en doña Adela, una dama de 50 años de edad, de misa y comunión diaria y muy dada a repartir limosnas sobreras entre los pobres.  

Noviembre 3


 

lunes, 28 de septiembre de 2020

El Editorial del Blog

 ¡Sácame de aquí!  (Parábola de un pensador)


Este no es un grito desgarrador sino una súplica de algunas de aquellas mujeres del medio rural que rogaba a sus esposos, en la década de los años 60, para que, de vez en cuando, la paseara o la llevara a la capital para airearlas de tanto sofoco vital por estar de por vida encerradas en un pueblo pequeño y aislado.

Si de antemano una ama de casa, casi sin derechos, suponía que su marido no era capaz de llevarla de tiendas o a merendar a la ciudad, ésta se la ingeniaba para conseguir una imaginaria dolencia o enfermedad que solamente un especialista del gran hospital podría tratar. Cuando con arte y con zalamería conseguía un volante del médico de cabecera para ser vista por un galeno capitalino saltaba de alegría, pero por dentro.

 Bajaba de la Alsina y se veía libre, lo primero que hacía es ir a desayunar a una cafetería preciosa, después subía a la segunda planta y le  contaba sus dolencias al médico. Al término de la consulta salía corriendo hacia el centro de la ciudad para visitar todas las tiendas y comprar, sin que se enterara el menda, aquello que tanto le gustaba. A las 4 de la tarde volvía el bus hacia el pueblo. Adela iba plena, esplendorosa, gustusa por estar casi un día sola en la ciudad. ¿Y tu dolencia? Le preguntaba el marido sin demasiada vehemencia. Cosas de mujeres, contestaba ella mirando de reojo el paquete disimulado tras el sillón. 


Si este truco fuera posible para saber qué diantres pasa con nosotros, los españoles, con este maremágnum de la Covid 19 y con ese politiqueo esperpéntico, de una dialéctica tercermundista abominable entre los partidos políticos de derechas y sus afines con los de izquierdas y sus adláteres mandaríamos al infierno a todos nuestros representantes políticos. 

 Por desgracia no podemos hacer como Adela, escabullirnos, aunque sea por unas horas, del aburrimiento y de la ignorancia que asola a ese villorrio llamado España.

 Estamos hartos de tantos dimes y diretes, de tantas amenazas, mentiras y promesas mal urdidas. ¡Sácanos de aquí! gritaríamos al unísono los ciudadanos. Pero no, estamos obligados a tener que sufrir en nuestras carnes tanta ignominia, tanta ignorancia y tantas idioteces.

¿Y el pueblo llano, qué dice? Desorientado como siempre, aunque vea a través de los medios informativos y de las redes sociales, como actúan nuestros líderes.

 Ese mimetismo colectivo que dicen que tenemos la plebe se pone en marcha e incita, que una parte de ese mismo pueblo, le importe un ardite las mascarillas, el contagio, las UCI y el sursum corda. Ellos, las masas, son como niños alborotadores; lo que quieren es ir a los bares, demostrar que son infelizmente felices y que no les ordenen lo que deben hacer o no.  

Recuerdo cuando don Antonio escribió:

"Ayer soñé que veía,

a Dios y que Dios hablaba,

y soñé que Dios me oía;

después soñé que soñaba"


Y mi admirado Miguel H. tampoco se quedó corto:

"En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y de hambres"

domingo, 27 de septiembre de 2020

Un estigma difícil de disimular

 Un estigma difícil de disimular: el pedegrí de cada cual


Decía Barthe que a lo largo de su vida lo que más le sorprendió fue el grado de estigmatización que los negros americanos arrastran debido no al color de la piel sino por no poder disimular su pedigree: todos ellos son descendientes de esclavos, el eslabón más bajo de la sociedad.


En Europa, en España, donde desde hace unas décadas se pretende inculcar al pueblo llano de que todos somos iguales ¡qué falacia! hay personas de origen humilde (antes se decía pobre) que han triunfado en la vida empresarial, financiera o política pero que poseen apellidos que denotan un origen poco noble.

 Algunos de estos triunfadores pueden apellidarse  Barragana cuando les gustarían apellidarse por lo menos Vallport de San Carlos. Una pena, su pápa (así, con acento esdrújulo) fue un guardabarrera del tren en los años 50 del pasado siglo.El neo-prócer carece de "buena cuna", de pedigrí, es un paria ascendido artificialmente a la pseudonobleza triunfal de ahora. Este argumento puede sonar a algo pueril pero los famosetes, los nuevos ricos y algunos insignes personajes de la alta política rabian porque ni pueden cambiar sus caras de paletos, de pueblerinos, ni menos aún falsear su origen genealógico. 


Creo que lo leí en Triunfo o en Cambio16, de la época de la transición, sobre un alto cargo, un ejecutivo (CEO, se llama ahora)  que se apellidaba Capón. No podía soportar que le llamaran Sr. Capón por megafonía cuando asistía a un congreso. Consultó con un genealogista y un equipo de abogados ante la posibilidad de cambiar  su horrible apellido por otro menos jocoso. No hay problema, todo es cuestión de dinero y de poseer contactos, le dijeron. El especialistas en genealogía consultó el Diccionario Hispanoamericano de Heráldica, de Endika de Mogrobejo y halló "vacante" Caponette, apellido originario del Bearne. Todo quedó arreglado y Capón se llenó de orgullo cuando leyó en la prensa que él, el Exmo. Señor Don Juan Gregorio Caponette, Presidente del Consejo de Administración de Eléctrica del Sur ha sido nombrado Ministro de Industria. 


No exageramos sobre el pedigrí de bajo perfil de algunas personas que "ahora" son importantes o famosas. Porque la apariencia es muy importante. La imagen, el aura, la importancia,  la personalidad heredada, el saber estar, la genealogía y el  abolengo, por mucha democracia que otros pretenda hacer tragar al pueblo, todavía existe, pese a quien pese.  

 Alguien  dijo que un juez sin toga o un general sin su uniforme, ambos en ropa interior, son meros individuos del montón igual que el hortelano que riega el huerto o el hombre que asa espetos en un chiringuito de la playa. Muy bien, pero no es igual llamarse Capón que Caponette.


Así funciona la vida, todos desean olvidar un origen triste y pobre, todos aman pertenecer a una rama hermosa de un árbol prestigioso familiar.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Un libro de ni Biblioteca

 Juan Van Halen (Pío Baroja)


A pesar del nombre, Juan Van Halen era un andaluz descendiente de un comerciante de Flandes afincado en Cádiz desde finales del siglo XVIII. El nombre completo era don Juan Van Halen-Sarti-Murfy y Castañeda llevando en su sangre anglo-germana-italo-andaluza toda la energía necesaria para vivir una vida trepidante en pleno siglo XIX.


Van Halen escribió sus memorias. Nació en San Fernando en 1778 ingresando como guardia marino en 1803. Estando en Madrid le sorprendió el 2 de mayo de 1808 y ayudó a sublevar a las masas contra el francés, recibiendo una heridas en el hombro. Después tuvo que huir a El Ferrol  donde fue detenido por la gente del mariscal Soult. Con el tiempo, a su regreso a Madrid, se hizo bonapartista y también masón. La Inquisición lo apresó por esto último y desde allí pasó a los calabozos del castillo de Marbella y más tarde a los de Málaga. Su amigo el conde de Montijo lo salvó  de una muerte segura pero siguió preso de la Inquisición por masón. Estando preso, la mujer que le limpiaba la celda, una tal Ramona, le ayudó a escapar. Sus colegas masones le ayudaron a salir de España. Van Halen y un amigo, disfrazados de comerciantes, tras multitudes aventuras cruzaron los Pirineos.  Desde Francia navegó a Inglaterra y tras un corto tiempo decidió ir a Rusia para emplearse como militar.

Van Halen cuenta en sus memorias que fue una vez invitado al teatro en Riga y se asombró al ver como las mujeres que había en los palcos sacaban labores de unos bolsos y hacían calcetas mientras que veían la representación teatral.  En Livonia, cuenta Van Halen, sus habitantes eran considerados los seres más estúpidos del imperio ruso porque cuando el zar Alejandro quiso dar la libertad a los siervos estos se sublevaron porque querían vivir como esclavos antes de tener que vivir por su cuenta.


Van Halen entró al servicio del zar. Viajando con un grupo de soldados desde Petersburgo a Nijni Novagord se encontró con chechenios en el Cáucaso afirmando que todos eran bandidos, muy primitivos y feos de cara; pequeños de talla y solo eran felices si podían comer un pan mal cocido, un trozo de carne sangrienta y beber varios vasos de un fuerte aguardiente. Solían usar un machete que llamaban kinchad, muy afilado y envenenado.

Van Halen comandó un destacamento de caballería rusa para luchar contra los turcos. 

Cuando Van Halen recibió una carta de su padre diciendo que Fernando VII había suprimido la Inquisición y que perdonaba a todos los presos políticos, Van Halen volvió a España tras pasar por numerosas aventuras. 

A modo de ensayo

 ¿Por qué el español no va al trabajo en bicicleta?


Los países europeos con más bicicletas por habitante son Bélgica, Suiza, Finlandia, Noruega, Suecia y Alemania. España está entre los últimos lugares europeos en este peculiar ranking. Y tiene su explicación.

La actual clase media trabajadora española de obreros, empleados y profesionales de bajo nivel está formada por hijos y nietos de aquellas personas que nacieron y fueron educados durante el período de escasez de la posguerra donde el 70% de los españoles eran pobres, unos más que otros. Algo que en la consciencia colectiva del pueblo todavía no se ha olvidado aunque la mayoría de estos pretenden ignorar intentando vivir como auténtico burgueses. Van a trabajar cada uno en su coche, desayunan en la cafetería cerca de la oficina y viven un tipo de vida muy diferente a los empleados y obreros de esos seis países europeos que tanto aman la bicicleta. 

Recordamos que desde el año 1939 hasta mediados del año 1965 el nivel de vida de los profesionales de grado medio, de los empleados y de los obreros era muy bajo, extremadamente miserable. Un maestro de escuela, un practicante (hoy ATS) o un mero policía pasaba hambre física a causa de sus bajísimos salarios. ¿Cómo inculcar a sus hijos o a sus nietos que dejen el coche en casa y cojan la bicicleta para ir a trabajar al instituto, al ayuntamiento o a la obra?


En pleno siglo XXI los ecologista y las autoridades desnortadas quieren hacer ver a los españoles que hagan como sus colegas de Bélgica o Finlandia, que vestido con traje de ejecutivo montan en bicicletas para llegar a sus lugares de trabajo.


El coche es el eslabón , afortunadamente cortado, que unía a la miseria del pasado con el bienestar del presente (antes de la pandemia, se entiende) y nadie ni nada  hará que un profesor de universidad o un mecánico use una triste, vulgar y paria bicicleta en vez de un coche de alta gama, porque eso sí, hasta los  españoles más pobres gustan comprar coches usados con tal que sea una marca muy reconocida y señera. Seamos sinceros, en España ha costado dos generaciones para pasar de una sociedad de jornaleros y destripaterrones que montaba en burros y caminaban en alpargatas a tener un gran coche, nuevo o viejo, un teléfono móvil de última generación y unos euros para la cerveza del mediodía. ¿Las bicicletas? Solo para pasear por el campo. 

Cine de Ayer

Cine de Ayer


Guerra y Paz  (Del director ruso Serguéi Bondarchuk; metraje de 8 horas).


Tuve la oportunidad de ver esta extensa película de 8 horas, en varias sesiones, vía YouTube. Me gustó esta gran película rodada en plena era soviética. Mi natural curiosidad crítica hizo que yo pusiera atención a las escenas "burguesas y aristocráticas" con sus modales, su cortesía, su lenguaje, su vestuario... todo ideado o copiado viviendo bajo un férreo sistema comunista en el año 1966. Pura creatividad.

Este film fue reconocido y elogiado en toda Europa y en USA como una obra maestra, aunque tuvieron que reducir el metraje sensiblemente para exhibirla en cines comerciales,  pero nunca perdió su calidad artística.


El director Serguéi Bondarchuk supo captar fielmente la novela de Tolstoi y la genialidad de este director se puso a prueba y acertó plenamente moviendo a 120.000 extras  en la secuencia de la batalla de Borodino y  también en el gran baile de gala de Natacha, con todo lujo de detalles y decoración y sobre todo con un manifiesto buen gusto y glamour.

Los actores y las actrices de esta película son muy buenos y suponemos que todos tuvieron que estudiar sus personajes sin olvidar el adiestramiento comunista de la entonces poderosa URSS.


Para los amantes del buen cine esta película dividida en cuatro partes es un Cine con mayúscula, una auténtica obra de arte, sin trucos digitales ni otras parafernalias actuales, que nos introduce en aquel sueño napoleónico de conquistar toda Europa incluyendo a Rusia.


Hay planos rodados, creo yo, siguiendo el estilo del Manifiesto de Dogma 95, según Lars Von Trier, que fue ideado 30 años después del rodaje de esta película que analizamos. Hay escenas del baile de gala, cuando Natacha y el Prícipe Andrei se enamoran, donde parece que nosotros, los espectadores, también participamos del sarao. La música es genial y el vestuario insuperable. Un encanto de película

 

domingo, 30 de agosto de 2020

El Editorial del Blog (En un Cuento de Ciencia Ficción)

El virus regulador (Ciencia Ficción)

El Presidente se sentó a la cabecera de una gran mesa de caoba, a los lados de la misma sus veinte hombres de confianza. Unos hombres que dirigían el entramado financiero, político e ideológico de un gran país (y por extensión, del mundo).

-Sr. Presidente -habló el director ejecutivo de RANT, el mayor conglomerado químico-farmacéutico del país- yo y mi compañía le prometemos que el suero antivirus nunca saldrá de nuestras instalaciones sin su aprobación. El virus UR2020 nos dará el poder. No hay nada que lo detenga, se lo aseguramos, excepto nuestra arma más secreta: el suero antivírico fabricado por nosotros para poder negociar con las ventajas que deseemos. Será una guerra química o una paz incondicional.

-El efecto secundario, el definitivo, tarda mucho en aparecer- se quejó el vicepresidente tercero.
-No se preocupe. Todo está calculado para que nuestra gran nación pueda tener a sus pies a todos los países del mundo, desde los más poderosos hasta esos micro-países de la Polinesia- aclaró el consejero de salud hojeando unos papeles.
-La plaga del virus UR2020 se ha extendido por todo el mundo. Millones de ciudadanos están infectados, creando un conflicto y un gasto enorme para sus gobiernos. Sentimos que las personas más débiles no han soportado el impacto inicial del virus y han fallecidos. Nuestra meta era solo enfermar a la mayoría de ciudadanos. ¿Quién dijo aquello de que un soldado herido crea más problema al enemigo que uno muerto?
-Necesito saber -dijo gravemente el Sr. Presidente- cuando va a aparecer el efecto secundario, el auténtico.
-Ya estamos -contestó el consejero estatal- comprobando los efectos de iracundia, por llamarlo de algún modo, que produce entre ciertos sectores de la población. Hay países que por el motivo más nimio la población se echa a la calle, son violentos en sus protestas, piden lo imposible en algunos casos como que desmantelen a la policía, en otros casos que dimita el presidente de gobierno, en otros países las algaradas son muy violentas, queman edificios, se matan entre sí y en otros la masa está confundida creyendo que la obligación de usar mascarillas sanitarias es un freno a la democracia, a sus libertades. Salen manifestaciones por doquier, todo y todos están alterados. Este virus UR2020 es excepcional. Así seguirá hasta que ofrezcamos nuestro exclusivo antivirus a cambio del control social.
-Parte de la población está aterrorizada ante la posibilidad de contraer la enfermedad, se encierran en casa, son nulos en todos los conceptos, por otra parte la mayoría se cansaron de obedecer a sus gobiernos que se están arruinando poco a poco por el enorme coste sanitario y por las compensaciones a empresas y trabajadores por no poder producir. 
-Dentro de unos meses tendremos a nuestros pies a todos los países del mundo. El virus y el antivirus serán nuestras armas secretas y efectivas. Mientras tanto que el caos y la desobediencia continúe y se propague por las naciones de los cinco continentes- sentenció el Sr. Presidente.  

 

miércoles, 26 de agosto de 2020

Un libro de mi Biblioteca

 La peste

Autor: Albert Camus


(Reedición del año 2010; diez años antes de la Pandemia de la Covid 19)


De los tres libros que posee mi Biblioteca que yo considero "malditos" La peste es uno de ellos. Los otros dos son Hambre, de Knut Hamsum y El proceso, de Franz Kafka. Todos muestran el lado feo de la humanidad, cosa que aborrezco.

Albert Camus me hizo sentir miserable e impotente con esta novela. En la contraportada del libro se puede leer: " Una invasión de ratas causa una epidemia de peste en la ciudad de Orán. Las medidas profilácticas exigen el aislamiento de su habitantes. En dicho confinamiento se destapa las grandezas y las miserias de la condición humana"


Entresacamos algunos párrafos:

"El aislamiento me aburre. ¿Qué hacer para no perder el tiempo? Respuesta: sentirlo en toda su lentitud. Medios: pasarse los días en la antesala de un dentista en una silla inconfortable; vivir el domingo en el balcón, toda la tarde; oír conferencias en una lengua que no se conoce..."


"Es cierto, es cólera ¿Cuántas camas tienen los pabellones? Ochenta ¿Hay más de treinta enfermos en la ciudad? Hay los que tienen miedo y los que no los tienen. Pero los más numerosos son los que todavía no han tenido tiempo de tenerlo. Hace falta soluciones completas. Hay que levantar contra la epidemia una verdadera barrera o no hacer nada"


"Había muchos que, como Rambert, intentaba huir de esta atmósfera de pánico naciente. Rambert quería salir de la ciudad. La base de su argumentación consistía siempre en decir que él era un extraño en la ciudad y que, por lo tanto, su caso debía ser especialmente examinado. Había visitado todos los despachos, hecho todas las gestiones posible: las salidas de la ciudad estaban totalmente cerradas"


"¿La epidemia avanza?- preguntó Rambert. Rieux dijo que no y que, incluso la curva de las estadísticas subía menos deprisa. Lo que pasaba era, simplemente, que los medios de la lucha contra la peste eran insuficientes"


"El doctor Rieux caminaba por las calles llenas de júbilo entre campanas y los cañonazos, las músicas y los gritos ensordecedores. La peste había sido eliminada de la ciudad, aunque no pudo evitar pensar que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, esperando resucitar" 

¿Europa necesita un César Augusto?

¿Europa necesita un César Augusto?  


Desde siempre fui un estudioso del Imperio Romano, sobre todo del período conocido como Pax Augusta, porque considero que fue la mejor época de Occidente, de la futura "Europa".

La figura de Cayo Julio César Augusto (63 a.C.- 14 d.C.) es sencillamente fascinante. Tuvo sus luces y sus sombras, como todos los seres humanos, pero como legislador de un gran Imperio, de una gran Cultura, de una gran Civilización nadie en la Historia del Mundo Occidental lo superó.

Antes de la "llegada" de Augusto al poder el Imperio y todas sus Provincias estaban mal administradas. Las costumbres y los modos de vida de sus habitantes habían degenerados moralmente hasta lo inimaginable. El respeto y el amor a las tradiciones y a la historia se habían olvidado. 

Augusto en el poder lo primero que hizo fue limpiar el senado de parásitos, de los 900 que había lo redujo a 600, dejando entrar a una clase media en detrimento de los de siempre, los acaudalados patricios.

Augusto se sorprendió de la inmoralidad del pueblo llano, del "todo es lícito, todo vale, todos el mundo lo hace" y para empezar y dar ejemplo desterró a su lasciva y ninfómana hija Julia a una isla y al inteligente y libertino Ovidio también lo desterró al confín del Imperio por muchas razones, entre ella haber escrito "Ars amatorio".


Lo que sería después Europa, formada por las antiguas provincias, fue depurada de gobernadores corruptos y licenciosos.

El pueblo lo adoraba a tal extremo que lo veneraba como a un dios. Bajo su gobierno apenas se produjo guerra alguna de importancia, la gente trabajaba y vivía en paz.

La Pax Augusta o Pax Romana floreció por doquier aunque  no se pudo desterrar costumbres antañonas deprimentes. Como el mantenimiento de 400.000 ociosos en Roma formado por pobres y mendigos que vivían de la caridad del Estado y de algunos magnates. Una muchedumbre de vagos que consumía 4 millones de litros de aceite y miles de toneladas de trigo al año. ¿Eran necesarios? Sí, eran utilizados como clientela que votaban a sus patronos cuando deseaban llegar a ser senadores u otro alto cargo. Estos mendigos aparte de coger la sportula del Estado practicaban la salutatio, que era hacer todas las mañanas un cola de pedigüeños ante la puerta de un potentado para darle los buenos días y recibir a cambio una limosna.

Otra costumbre salvaje que practicaba el pueblo romano era la exposición de los hijos no deseados o que eran paridos con algunas taras físicas o metales. Estos recién nacidos se dejaban en un erial a la afuera de la ciudad y allí se les dejaban morir de calor, de hambre o devorada por los perros aunque la mayoría de las veces  otras personas los recogían para criarlos malamente y ser vendido, con tres o cinco años de edad, como niños esclavos.

El gran Imperios Romano, si exceptuamos a las Provincias de Africa y de Asia, abarcaba lo que ahora puede ser considerado como  Europa. Una Europa que en pleno siglo XXI es un batiburrillo de gobernantes, ideas y economías difíciles de homogeneizar. Una Europa decadente necesitada de otro hombre similar a  Cayo Julio Cesar Octaviano Augusto .



Cine de Ayer

 September (1987)


Director: Woody Allen 


Las relaciones de parejas siempre fueron temas idóneos como argumentos para novelas y guiones de cine o teatro.

Esta película nos muestra en tan solo 90 minutos todas las variables de los deseos, anhelos y despechos del amor o de la atracción física entre un hombre y una mujer entre las conocidas como "parejas normales".

La fotografía es excelente, Carlo Di Parma conecta bien con el gusto del director, con esos tonos suaves de beige-crema y con esa luz y sombra, puro arte fotográfico. La banda sonora es fabulosa sobre todo en aquella escena donde se reproduce un disco de jazz, se va la luz, entonces alguien enciende una vela y otro invitado se sienta frente a un piano y toca algo de Art Tatum.

Hablar de los intérpretes sería un desatino pues todos son unos y unas artistazas, sobre todo Mia Farrow que interpreta un papel de mujer desnortada y pavisosa, feucha, sin apenas maquillaje pero con una actuación soberbia. Un 10 para todos... y todas (como dicen hoy día).


El guión de esta película fue escrito por el propio Woody Allen inspirado en los cuentos de Chejov y con algunas pinceladas de Bergman. 

"Un grupo de personas, de la burguesía neoyorkina, se reúnen en una casa de campo durante los dos últimos días de las vacaciones de verano, a primeros del mes de septiembre. Cada personaje posee una individualidad muy marcada. Lane, interpretada por la genial Mia Farrow, es una viuda solitaria, insegura con un bagaje a cuesta de frustraciones y malas experiencias, traumas y obsesiones. Su madre, una antigua actriz, madura e hiperactiva, le aconseja que se arregle y busque una pareja, que no se abata tan fácilmente como suele hacer, que hay que luchar y disfrutar de la vida.

Otra personaje del film es Stephanie, casada con dos hijos que pasa unos días con su amiga Lane para alejarse, provisionalmente, de su esposo, una mujer con un grave problema de aburrimieto existencial.

Hay otros personajes interesantes, los necesarios para que Woody Allen nos presente un escenario donde se desarrolla un drama intimista, triste, melancólico, intenso e incluso con unas gotas de humor. Una película buena, incluso mejor que "Hanna y sus hermanas". Una película que recomendamos a los amantes del buen cine.

jueves, 30 de julio de 2020

El Editorial del Blog

La resilencia, el aguante y la adaptación

Desde siempre se dijo que la persona que durante su vida soportó con gallardía cualquier adversidad suele ser más dúctil, más resiliente ante cualquier catástrofe que el individuo que se abate fácilmente. 

La palabra resiliencia se usa para dar a entender que una persona, tras una desgracia o un fracaso social, personal o profesional se levanta sin sufrir ningún trauma depresivo. 

En España una parte de nuestros jóvenes pretende vivir como si nada malo pasara. Nos referimos a esta malévola pandemia de la Covid 19. Es comprensible para esa gente que vive en un estado de complacencia absoluta, de sonrisa bobalicona, de ganas de fanfarria y juergas, antes de la pandemia y en plena pandemia, lo que pretende eludir es el compromiso social. En realidad suelen ser nihilistas a lo pobre, como dijo Umbral en otra ocasión.

No vamos a analizar todo lo que hay alrededor de esta peste. Los políticos hacen lo que les aconsejan sus ineptos consejeros. Los médicos no saben de la misa la mitad, fueron todos sorprendidos por este virus de origen chino.  Todo esto es comprensible. Lo único cierto que hay en esta debacle es que los ciudadanos, ancianos, jóvenes y desnortados deben evitar el contagio rechazando las aglomeraciones y aceptando la profilaxis, que quizá no sea la más acertada pero es la que salió del imaginario: usar mascarillas, evitar el contacto, asearse con esmero y no embriagarse con esa frase  manida y estúpida "Aquí no pasa nada".

¿Por qué una parte de nuestros jóvenes y no tan jóvenes son tan inconscientes? Por una falta de madurez emocional. Viven aferrados  al eterno complejo de Peter Pam y a la Ley del Mínimo Esfuerzo, desean ser niños para vivir protegidos siempre por sus padres. Solo son hombres para folgar sexualmente, ingerir alcohol y buscar los paraísos artificiales de las drogas. Si en los años 60 del pasado siglo un chico de 25 años de edad era ya un señor, como antes se decía, porque estaba casado, era capaz de mantener un hogar con su salario y  tenía un futuro por delante, hoy en día estos chicos creen que tener 25 o 30 años de edad  es demasiado pronto para entrar en la adultez.

La juventid actual corre un serio peligro por culpa de esta pandemia a pesar que  ellos buscan ignorar la realidad del contagio
pretendiendo usar el aforismo jurista "Ignorantia juris non excusat" Si algunos de ellos cae en las redes víricas de la Covid 19 ya no le valdrá decir "yo no sabía que estando en aquel lugar iba a contagiarme"

El tipo de vida que nos obliga a padecer el coronavirus, esas leyes casi dictatoriales que nos imponen los gobiernos de todo el mundo, la ignorancia supina de la comunidad científica, el dar palos al agua, la confusión que nos somete las redes sociales y los medios de comunicación y toda esa simplezas que tenemos que oír de unos y de otros conforman los eslabones de esa pesada cadena llamada incertidumbre. Ante esto debemos ser todos resilientes, debemos adaptarnos a este triste teatro que la historia nos ha endorsado. 

Don Antonio Machado dijo "Todo pasa y todo queda" Nosotros nos atrevemos a decir Todo llega, pasa y se olvida con el tiempo. Esperemos que así sea y pronto.  
 

domingo, 26 de julio de 2020

El Agosto de la Marquesa (Un cuento para el verano)

El Agosto de la Marquesa 

Puente Negro, un pueblo de la provincia de Córdoba, año 1941. Los segadores, ellos y ellas, vuelven caminando a casa tras diez horas de faena, sudados, sucios y rotos por el duro trabajo. Adela Fuente, 22 años de edad, entró en el cobertizo donde su madre le tenía preparado un lebrillo con agua para bañarse. Se despojó de sus andrajos. Cuando salió fresca y oliendo a jabón casero, una mezcla de sosa y algo más, comenzó a secar su cuerpo. Su magnífico cuerpo, bien formado, de carnes prietas y senos bien puestos. De nalgas angelicales y muslos contorneados. Antes de vestirse hizo el ritual de todas las tardes, verse desnuda reflejada en un trozo de espejo. Poco te queda para dejar de pasar estas calamidades -se dijo Adela mientras se vestía con sus humildes y limpias ropas.

¿Cómo, es que te vas a Madrid? -preguntó la sorprendida madre de Adela mientras que esta preparaba la maleta para el viaje. Ten cuidado con lo que haces -siguió perorando la madre mientras que observaba empacar la ropa- allí en la capital hay muchos sinvergüenzas que cuando te vean tan hermosa harán lo que sea para engañarte. 
Las tablas del asiento de tercera clase del tren se le marcaron a Adela en las posaderas, una huella que le duró varios días. A pesar de todo no se le hizo largo el viaje a la jornalera y de vez en cuando palpaba la carta-contrato de trabajo para trabajar como criada en una casa de postín. 

Pasó un año, quizá algún tiempo más, cuando Adela fue invitada por otra criada para asistir a un sarao de señoritos, ya maduritos, de la alta sociedad. Mil pesetas por la juerga y dos mil pesetas más si ella consentía. ¿Consentía? - preguntó suspicazmente a Juana. No seas tonta, leñe, que te dejes que te monte. ¡ Tres mil pesetas, el sueldo de tres meses trabajando de criada!

Entraron en un hotelito del Paseo de la Castellana. Las dos chicas con más experiencia se fueron con dos caballeros cincuentones. Ella, Adela, tuvo que entretener a un hombre mayor aunque muy pulcro, que rondaría los sesenta años de edad: don Ginés Sarmiento. 

Tras el sonado divorcio, don Ginés Sarmiento, marqués de Sarmiento de Montepelado, casó con Adela Fuentes, ex-jornalera andaluza, ex-sirvienta, ex-meretriz y ahora Marquesa de Sarmiento de Montepelado. Adela tuvo tanto afán de salir de su pasada situación social que en un año, eso sí, con buenos educadores, escribía casi sin falta de ortografía, entendía de la moda parisina e incluso balbuceaba algunas frases literarias.. 

Por la escalera imperial del Gran Casino de Madrid, en la fiesta de gala tras la suntuosa cena, bajaron los marqueses de Sarmiento. Ella elegantemente vestida por Balenciaga y con su habitual porte mayestático, como ausente, pero esplendorosa. El marqués con un frac negro que le sentaba fatal debido a su corta talla y a una chepa que cada vez se le notaba más. La marquesa descendía la escalera casi al compás de la música, todo el mundo la miraba. Más los hombres que las damas.
Adela bajaba un escalón, paraba y miraba a los lados. Solo veía sonrisas de admiración. Llevada  un precioso abanico de marfil, plegado,  en su mano derecha. Como un flash le vino a las mientes su triste y pobre pasado: hacía un lustro que vivía en la miseria en su pueblo cordobés y ahora, con ésto, señaló imperceptiblemente  su "zona privada", la que está por debajo de la cintura, conseguí todo aquello con lo que soñé. 


Cine de Ayer

Al ángel exterminador (1962)

Director: Luis Buñuel

El argumento de la película es chocante a la vez que interesante. Un grupo de amigos de la alta sociedad, tras asistir a un concierto de ópera, se trasladan a la residencia de uno de ellos para cenar y tomar unas copas. Cuando llega la hora de abandonar la casa los invitados se hacen los remolones y ninguno de ellos decide ser el primero por abandonar el sarao. Nadie sabe el por qué de no tener el valor de dar el primer paso: abandonar el salón, atravesar el zaguán y salir a la calle.
 Pasan las horas... y los días. Los invitados ya no tienen que comer. No hay agua y la gente comienza a oler mal debido a su falta de higiene. Incluso se muere un vejete que es encerrado en un armario. La situación es calamitosa. Ellos y ellas se comportan más como animales muy lejos de aquellos educados y exquisitos invitados. De la veintena de personas encerradas, en el gran salón, con las puertas abiertas desde donde se vislumbra incluso parte del jardín, salen a relucir odios, envidias, infidelidades, posibles asesinatos y un sin fin de perversiones inimaginables. 
La escena de la búsqueda de agua es genial. Todos tienen sed. Un invitado percibe que detrás de una pared debe haber una tubería de agua. Con un candelabro destroza un lienzo de pared hasta hallar la tubería que golpea, entonces un fino chorro de agua comienza a manar. La gente se agolpa para beber, hay empujones, hay preferencias, hay de todo lo malo que una colectividad humana puede engendrar.

En realidad Buñuel nos muestra las entretelas de la burguesía acomodada de una gran ciudad con su hipocresía y su miseria, que cuando se le cae el barniz del buen gusto y de la educación recibida puede ser tan desagradable y mezquina como cualquier barrio del lumpen. 

Una frase en el film, en boca de un personaje, dice: "Lo que desde niño he odiado más, la grosería, la violencia, la suciedad, son ahora nuestros compañeros inseparables, es preferible la muerte"


sábado, 27 de junio de 2020

Un español en el East Harlem de NY (Un cuento)

Un español en el East Harlem de Nueva York

Cuando Jacinto abrió los ojos al clarear el día, lo primero que percibió fue ese olor característico de las casas americanas: una mezcla de olor a pan tostado, a mantequilla y a bacón. El sofá donde durmió era duro y pegajoso, era de plástico imitando a piel. En unos segundos rebobinó sus recuerdos inmediatos: la llegada al John F. Kennedy International Airport ,de noche; la tensa y desagradable burocracia de la aduana que se suavizó algo cuando presentó la Green Card que le había agenciado su cuñado que le estaba esperando en Llegadas. Jacinto estaba tan aturdido por el viaje y todo aquello que no prestó atención al largo tiempo transcurrido a bordo del Toyota, expertamente conducido por Richard Hernández,  su cuñado, un americano-mexicano de tercera generación.

-Arriba Jacinto, que Richard te espera en la oficina para buscarte un trabajo - alertó cariñosamente su hermana, esposa del hispano, mientras abría la ventana. 

-Mira, hermano, dijo Adela con solemnidad. En este país el que no trabaja no come. No pasa como en España que hay millares de personas que no trabajan y viven casi bien a costa del welfare. Richard te espera en la oficina a las 12, él te explicará como funciona en este país las cosas. 

-No vayas a vestirte como en tu trabajo en  Córdoba, con corbata y chaqueta porque al pisar la calle te robaran hasta los calcetines. En esta zona de Nueva York que llaman el  East Harlem hay buenas personas pero también hay muchos cabrones. Aquí en El Barrio todos hablamos español, somos 120 mil  hispanos, entre portorriqueños, mexicanos, bolivianos y de otros países más una escasa decena de españoles. En este papel llevas la dirección a donde vas y como aquí, en Nueva York, casi todo el mundo habla español no tendrás problema. Si tienes que preguntar algo lo haces a  un bro, a uno que tenga pinta de sudaca. Así te ahorrará hablar en tu terrible English.

Jacinto salió a la calle, una calle fea y ancha, sucia y ruidosa. Le llamó la atención los diferentes acentos de un español difícil de comprender. Una mujer con pinta latina casi huyó aterrorizada de él cuando este le preguntó donde estaba la parada del bus con dirección al Soho.

El español, disfrazado con ropas tan horribles como las que suelen usar los jóvenes latinos en  NY , bajó del bus y buscó la cartera en el bolsillo trasero del pantalón para sacar el papel con la dirección de la oficina donde trabajaba Richard.
 Le habían robado la cartera con treinta dólares, la Green Card y el papel con la dirección de la casa de su hermana en El Barrio.

Las rodillas se le aflojaron y un sudor frío le recorrió desde el cóccix hasta la nuca. Se mareaba. Preguntaré a un policía con pinta de hispano, se dijo. Pero no, no llevo ninguna documentación y el policeman es capaz de empapelarme. Al pasar frente a un portal  oyó el ruido de una lavandería, los empleados hablaban un español cubano. Mira chico -le dijeron- cruza la calle y allí hay un Centro Hispano de Ayuda.

¿Como dices que se llama tu cuñado? Le preguntó una morena cuyo culo rebosaba la silla donde se sentaba. Espere que teclee. Aquí está, es colega nuestro: Richard Hernandez, responsable de la Oficina Exterior del Emigrante Hispano. Está muy cerca de aquí.

-Por fin llegaste, cuñado -dijo jovialmente Richard. Tengo dos trabajos para ti. De 9 a 13 en el comedor social sirviendo comidas a los homeless. Y por las tardes te va a este hogar de perros, para sacar a pasear a seis canes. No se lo que te pagarán a la hora, ellos te lo dirán, supongo. Lo de la Green Card no problem, yo me encargo de obtener un duplicado.

Jacinto regresó a El Barrio todo cansado y desconcertado. Le habían dado, entre el trabajo por la mañana y el de por la tarde lo que él ganaba en España en una hora. Ahora me veo aquí -reflexionó- como un paria por culpa de unos cerdos capitalistas llamados Lehman Brothers que en 2008 fueron los culpables indirectos para que yo perdiera mi trabajo como asesor en ventas de una inmobiliaria. Esperé que la economía se recuperara, pero no. Después de un año cobrando el subsidio de desempleo todo iba a peor hasta que  decidí probar suerte en otro país, en USA,  con la inestimable ayuda de mi hermana Adela y de mi influyente cuñado americano Richard Hernandez.

¿Te vas de verdad, Jacinto? -preguntó su cuñado.  No soporto este tipo de vida. Trabajar para sobrevivir es muy triste, este tipo de vida está bien para un campesino boliviano que se moría de hambre en su país. No para mí. El otro día contacté con un antiguo compañero  de trabajo y me ha dicho que en la Costa de Sol de Málaga hay trabajo para gente con mi perfil. Mi experiencia en esta ciudad no fue grata del todo. Sí, Nueva York es una ciudad pintoresca aunque  grotesca y tan llena de color, como dicen que es, que ya no soy capaz de diferenciar los colores cálidos de los fríos. Bye-Bye, New York. Retorno a España. ¿Y el sueño americano? -preguntó con sarcasmo Richard abriendo una lata de Budweiser- A la porra ese sueño que es más una pesadilla tener que vivir en una ciudad tan poco... homogénea. 

Cuando el avión aterrizó en Málaga y Jacinto vio un hermoso cielo azul de una mañana de marzo del año 2010 pensó en el engaño continuado al que estamos sometidos  la mayoría de los seres humanos cuando  pretenden hacernos ver que lo blanco es negro según les convenga.  
 América para los americanos y Andalucía para los andaluces. Cada mochuelo a su olivo y cada oveja con su pareja.
 Pon otra copa de manzanilla -ordenó Jacinto al camarero del bar, un individuo que dibujaba en su rostro evidentes  rasgos andinos. Era otro hispano, pero en Málaga.


Una reflexión para el Verano

Vivimos entre la mentira y el embuste

Si la mentira es el engaño que sirve para salvarnos de una situación crítica o un determinado peligro hacia nosotros mismos, el embuste es una mentira gratuita e innecesaria que se hace para aparentar desde un supuesto éxito profesional o empresarial hasta un ficticio  equilibro de relación entre familiares, entre la pareja o sencillamente para edulcorar una existencia miserable.

Es imposible vivir hoy en día sin practicar la mentira ni el embuste. Cualquier líder social (político, religioso, sectario, etc) basa su éxito en la capacidad de mentir, en hacer creíble imposibilidades y situaciones comprometidas. 
Una familia "bien" suele usar el embuste para encubrir situaciones  anómalas en el seno familiar. Desde siempre se ha intentado solucionar graves problemas de convivencia y de comportamiento de un miembro del clan usando aquella triste y fatalista frase de "los trapos sucios se lavan en el seno de la familia". Como aquel caso de un jubilado, habitualmente borracho, que empujó a su anciana esposa, la tiró al suelo y le rompió un brazo. Los hijos acudieron y lo primero que dijeron era que no se enterara nadie. Nadie marcó el teléfono de violencia de género. Sería una vergüenza que se enterara en el pueblo o en el barrio que fulano,  un borracho habitual por todos conocido, maltrató a su esposa.
Otro embuste muy recurrente, y casi lógico, es cuando las madres, más que los padres, montan historias mágicas y estupendas alrededor de su hijo o hija que vive fuera de la localidad. Todos y todas están situados profesionalmente en la cúspide del éxito. Son embuste evidentes, mal urdidos pero que se aceptan como excusas al fracaso. Una anécdota entre dos cuñadas: Mi hija consiguió por fin la plaza de secretaria de juzgado en la capital; pues mi hija -contesta la otra llena de envidia-  se ha echado un novio (se ha amancebado, en castellano tradicional) con el director general de Mobilidad Ciudadana; está casado pero le ha prometido a mi hija divorciarse para casarse con ella cuando pueda. Un embuste de una madre para encubrir a una hija fracasada.

Entre la clase baja y media lo que más atormenta a esta gente es haber nacido de baja cuna, sin pedigrí, y  sobre todo, el haber pasado humillaciones y miserias para poder subsistir en épocas difíciles en nuestra patria. Lo contrario de algunos americanos que se jactan recordando y diciendo cuando ellos o él vivió, en su niñez, en el peor distrito del Bronx y que ahora es un millonario y propietario de una cadena de cafeterías por todo el país.

El paradigma de la mentira institucionalizada fue cuando Clinton hizo una guarrada con una becaria y este presidente juraba y perjuraba que era mentira, que todo era un montaje político, que apenas conocía a dicha moza. Se destapó el escándalo cuando la joven salió en televisión contando el affair y tiempo después, el propio Clinton salió en los medios pidiendo perdón por la mentira. ¿Una mentira necesaria? Quizá, para salvaguardar el honor (¿el honor?) de un presidente de Estado.

En el medio rural donde habito es muy común el embuste colorista y fácilmente detectable de algunas familias, que se las dan ahora de antiguos terratenientes, cuando décadas pasadas una rama de dicha famila eran destripaterrones-jornaleros y otra rama marcharon a vivir al Pozo... de tío Raimundo, Madrid. Unos y otros, al triunfar relativamente en el trabajo o en sus pequeñas empresas familiares, ya de mayores, se esfuerzan en  hacer creer que ellos siempre fueron notables ciudadanos. 
"Cuando un pobre come caliente todos los días se considera un potentado caballero" -decían en el siglo XVII nuestro novelistas.

¿Y tu hijo, por dónde anda?- preguntó la vecina a doña Adela. Muy lejos, se colocó muy bien en Suiza y allí vive ricamente. Un embuste para no explicar que su hijo lo atraparon con medio quilo de hachís y cumple condena por una temporada. 

¿Me quieres? -pregunta la sebosa, hedionda, fea y desagradable esposa a un marido que ve la tele con cara de memo. ¿Qué?- Que si me quieres. Claro que sí, si no ¿a quién voy a querer? 

La mentira y el embuste. Si no se practicaran estas artes habría más guerras, más conflictos y más desacuerdos que hay hoy en día en todo el mundo y todos los hogares.