miércoles, 26 de febrero de 2020

Un cuento `para pensar: El torturador feliz

El torturador feliz

Motivado por una noticia que leí en la prensa hace unas semanas sobre un policía torturador, que ahora está jubilado y hecho un asquito, pero que durante la dictadura e incluso la transición  disfrutaba torturando y maltratando a los pobres trabajadores afiliados principalmente a las Comisiones Obreras, recordé entonces un cuento que escribí en este Blog en septiembre del año 2018 y que ahora copio, para demostrar como acaban algunos de estos sádicos.

"Paco y Luis vivían sus últimos años de vida en la Residencia de Ancianos San Paulo. Una residencia enclavada en un pueblo andaluz, un lugar no demasiado desagradable donde sus residentes gastaban sus últimos suspiros entre estúpidos juegos dirigidos por una monitora desabrida y fea y hacer nada. Esta residencia concertada con el gobierno provincial era dirigida por la hija de Paco la doctora Juana de la Hoz, una gerentóloga de cierto prestigio.
 Luis a sus 82 años de edad ingresó en la residencia por recomendación de su amigo Paco, ambos, en su juventud, fueron  trabajadores de la Perkins, en Madrid desde que decidieron marchar a la capital de España huyendo del hambre del pueblo en la década de los años sesenta.

Un día de un invierno,  cuando Paco se encontraba sentado en la galería del primer piso tomando plácidamente los tibios rayos del sol se le acercó su amigo Luis con la cara desencajada , lívido como el mármol y temblando.
Cuando se hubo sosegado dijo a su amigo que había reconocido, en la enfermería, cuando estaba en la revisión médica, a Jacinto Peña alias el Nene, aquel inspector de la policía social que disfrutaba el muy cabrón pegando tremendas palizas a pobres obreros para sonsacarles la lista de los afiliados a las CC. OO.  El mismo cabrón, el mismo bicho, que te dejó cojo de una patada que te dio en la rodilla mientras estabas esposado a una argolla que había en la pared en aquella nefasta DGS de la Puerta del Sol- añadió Luis con tristeza.

¿Estás seguro de lo que me dices?- preguntó nervioso Paco a  Luis.
Claro que sí. Es él. No cabe duda. ¿Recuerdas que el mamón tenía una mancha, un antojo, en el cuello, bajo la oreja izquierda y que apenas se le veía cuando llevaba la camisa abrochada y la corbata? Pero cuando se quitaba la chaqueta y la corbata y se arremangaba  para zurrarnos, ponía cara de loco y no paraba hasta hartarse... el muy hijo de puta. Es él, te lo prometo, además reconocí esa voz tan peculiar con su acento gallego.

Los dos amigos comprobaron de cerca al anciano torturador, y tras asegurar su identidad le contaron la historia a  la directora de la residencia. Ella se transfiguró recordando aquellos duros tiempos de horror y represión policial cuando una tarde llevaron a su padre con una pierna rota y la cara hinchada de los golpes y recordó, sobre todo, los ayes de dolor y a su padre repitiendo: Ha sido el Nene, ha sido el Nene.
 La doctora recordó que cuando su padre se recuperó de las heridas, pero quedándose cojo de por vida,  cayó en una grave depresión que le hizo perder su trabajo en la Perkins. Pasaron hambre y miserias. Ella pudo estudiar medicina porque la señora donde su madre trabajaba de sirvienta, le ayudó económicamente a estudiar y la estimuló para salir de aquel  pequeño piso en Parla.

Este asesino y torturador de obreros vive ahora bajo mi techo -pensó la doctora con una rabia contenida. Habló a media voz para ordenar a los dos ancianos, víctimas del Nene,  para que hicieran sus vidas con normalidad y que no comentaran nada a nadie.

Pasaron un par de semanas y un día en la cola de la pescadería una vecina comentó en voz alta a otra ¡Hay que ver como es la vida! Un anciano de la Residencia de San Paulo, se ha caído por la escalera y se ha desnucado.
Es que las cuidadoras no ponen atención -exclamó una mujer con cara de garbanzo mientras pagaba su compra."


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