domingo, 29 de marzo de 2020

Abril 1


Editorial del Blog

Hay que repensar la democracia (Los tiempos cambian)

Desde hace un tiempo acá los países occidentales gastan más energía en luchar entre sí para mantenerse en el poder que en gestionar sabiamente sus respectivos gobiernos.

Cuando hay una auténtica crisis social o sanitaria, como la generada por esta pandemia, se arma tal batiburrillo que se tarda días, semanas, en tomar una drástica decisión para poder intentar paliar dichas crisis antes que en encontrar posibles soluciones. 
Los partidos políticos en la oposición aprovechan cualquier crisis para atacar al partido en el poder, indistintamente si lo hace bien, regular o mal. El consenso, el tan temido consenso de parlanchines parlamentario retrasa cualquier tipo de decisión. 

Sin deseos de profundizar demasiado en este tema se podría señalar  que nosotros, los españoles y por extensión todos los latinos,  somos cada cual un  "partido político, que solo deseamos que prospere nuestro particular punto de vista. Somos, consciente o inconscientemente, unos ácratas irredentos. 

España ha formado un tejido político tan denso que ya es casi imposible remediar.
 Meterse en política, para cualquier egresado de la universidad, significa intentar vivir del peculio público practicando el arte de la oratoria, de la palabra fácil y populesca, del disimulo, del peloteo hacia cargos superiores o de la mera suerte para gozar, con el cargo, de unas jugosas rentas superiores a cualquier directivo de la empresa privada. Es un gran negocio vivir de la política en España, repetimos y más sin son altos cargos que tendrán asegurados de por vida unos emolumentos, estén o no estén en activos.

Dicen los medios que en España hay alrededor de medio millón de gente que vive de la política, que es diferente a ser políticos. Es un desatino tener 350 diputados y 265 senadores cuando en realidad con el veinte por ciento de estos sería suficiente.

Ya no estamos en la antigua Grecia donde unos centenares de ciudadanos voceaban y votaban sus deseos y decisiones. La actual democracia de Europa es manida y muy rancia la de nuestro país. Pero ¿qué tipo de democracia sería la óptima? No lo sabemos. Hay muchos expertos y exegetas que podrían  proyectar un modelo de democracia  reformada, más ágil, más moderna y sobre todo más efectiva.

En el poder de cada país solo han de estar los tres partidos más votados y evitar las coaliciones de partidos intermedios. Un partido del centro y dos más, uno a la derecha o conservador y otro a la izquierda o progresista son suficientes para que la gente exprese sus opiniones. Es un sin sentido que un grupo de gentes, por afinidad de ideas o de desgracias, puedan formar un partido a la carta con representación incluso parlamentaria: Los Bizcos Unidos o los Paisanos Sin Fronteras, por poner ejemplos literarios. Unos partidos que por lo general sus líderes y representantes suelen ser unos impresentables, ineducados, zafios, ignorantes, oportunistas, incapaces hasta de no saber  guardar la forma en actos oficiales. Así no se hace democracia, así se hace el esperpento.

Ya es hora de aplicar la Navaja de Ockham en la política española: lo más sencillo, lo más bueno y honrado será o podría ser lo mejor para todos nosotros aunque  entre nuestros actuales políticos, no todos,  hay gente aceptable, aunque la mayoría de ellos tengan la triste facultad de enredar todo lo que cae en sus manos. 

Repensar la democracia, repensar nuestro gobierno y repensar nuestro sistema de convivencia, ese sería el reto del gobierno actual para después de esta nefasta crisis sanitaria; no importa si dicho gobierno es de derecha o de izquierda o del centro. 

Un cuento

El rumor de las olas   ( Un cuento corto)

Adela miraba fijamente la lámpara del dormitorio, estaba acostada junto a su marido que dormía profundamente. La claridad de un nuevo día se filtraba por entre la persiana mal ajustada. Era un domingo por la mañana, nadie tenía prisa. Ni ella ni su marido.

Adela parpadeó varias veces para afianzarse en su decisión; despertaría al dormilón y se lo diría sin más dilación. Con el codo aguijoneó el costado de Jacinto, con suavidad, pero éste no se inmutó. Dos codazos enérgicos hizo casi saltar al marido de la cama que despierto y aturdido preguntaba. 
-¿Qué pasa, qué pasa?
-Cariño, despierta. Tengo que decirte algo importante
Jacinto se recuperó, se colocó las gafas y se sentó en la cama para preguntar a la esposa que era tan importante. Nada... bueno, sí. He estado pensando esta semana en la conveniencia de comprar un apartamento en la playa ya que hemos finalizado el pago de la hipoteca de nuestra vivienda. Pero mujer -se quejó Jacinto- yo esperaba esta liberación para poder vivir un poco, viajar en vacaciones, comprar lo que nos guste y todas esas cosas. ¿Para qué? Después todo pasa y qué te queda, un vago recuerdo, a lo sumo  un montón de fotografías en el iPhone que nunca mirarás. Un apartamento nos dará prestigio entre los vecinos, dirán mira esos dos, dos ATS que tienen un adosado, dos coches y un apartamento en la playa!
Adela -se quejó con humildad Jacinto- es que meternos en otra trampa con el banco, con los buitres que son. Todo el mundo lo hace- dijo la esposa acariciando el enteco muslo de su marido- y viven tan ricamente. Mira querido, cuando fuimos el pasado fin de semana a Motril vi un piso, con el cartel se vende en el balcón, y  estaba en primera línea de la playa. Solo el paseo marítimo entre la vivienda y el mar. Fantástico. Lo justo para nosotros.

Adela y Jacinto pasaron su primera noche de las vacaciones de agosto en su flamante, aunque era de segunda mano, apartamento frente al mar. Dos plantas más abajo había un bar con mesas en la calle, el ruido de gritos, risas y conversaciones en voz alta lo mantuvo despierto hasta las tres de la madrugada. Cuando comenzó a dormirse su cerebro detectaba un ruido desacostumbrado, un plaf-plaf incansable: era el batir de las olas sobre la playa. Un ruido que le sacaba de quicio, él acostumbrado al silencio de la urbanización El Mirto que estaba en mitad de la nada. Cuando ya se quedaba traspuesto con un suave sueño fue despertado a las siete de la mañana por el trajinar del bar de abajo. Mesas y sillas que se arrastraban para barrer la calle, el tintineo de tazas y platos y del vapor a presión de la cafetera y los gritos de los camareros hablando entre ellos.

Jacinto salió al balcón con una taza de café instantáneo en una mano y un cigarrillo en la otra. Su mujer dormía a piernas sueltas. Eran las diez de la mañana, el sol cegador le daba de pleno en los ojos. No podía ver nada, ni la playa. Solo una superficie metálica del agua calmada que reflejaba los inmisericordes rayos del sol. 

¡Qué bien se está aquí! -exclamó Adela gozosamente cuando se levantó y echó un vistazo al exterior. ¿No es verdad, corazón? Sí, sí. Sobre todo escuchar  durante toda la noche el rumor de las olas desde la cama. 

sábado, 28 de marzo de 2020

Un libro de mi biblioteca

Ventanas de Manhattan

Autor: Antonio Muñoz Molina

Dice la contraportada de esta novela: "Nueva York esconde tantas caras como ventanas exhibe: las de los decorados de los musicales de Broadway, las de los edificios iluminados del otro lado del Central Park... La ventana es el marco de una pintura de Hopper, una acuarela de Katz"

Debo reconocer que Muñoz Molina es un escritor que me encanta, aparte de escribir bien y "a mi gusto" es una observador nato de la vida, esa aventura en la cual todos los humanos estamos inmersos. Hay que tener en cuenta que este escritor vivió en Manhattan durante muchos años y sin lugar a duda debe tener en sus recuerdos  anécdotas de su vida en Nueva York.

"Cuando se desembarca en el aeropuerto Kennedy, en el control de pasaportes, es donde uno se encuentra de golpe y sin aviso con el autoritarismo administrativo de los Estados Unidos, con la aspereza y los malos modos de esos funcionarios de Inmigración que tienen por el europeo una envergadura amenazante. En Europa no hay funcionarios así, con esa actitud, violentos cuando alguien se equivoca. Es la vida americana, la de la burocracia, los policías, la médula disciplinaria de las leyes, la sombra de dureza y crueldad" 

"En aquel viaje yo le regalaba mis lugares más queridos de Nueva York a una mujer, a la mujer que iba conmigo, los que yo había encontrado a solas, en caminatas que siempre tenían una emoción simultánea de aventura de descubrimiento del mundo y de descensos al interior de mí mismo"

"No ver, no mirar, mirar velozmente y de soslayo y fingir que no se ha mirado, sortear un cuerpo caído en el suelo, una presencia molesta, una mano que agita un vaso de plástico solicitando una limosna. Estar viendo y no mirar es un arte supremo en esta ciudad que desafía tan incesantemente a la mirada"

"En el metro escucho el español jugoso de unos cubanos: "Mira, chico, dónde tú vas a pasar el Thanksgiving. A mí me da igual, lo que yo quiero es comel puelco y no pavo"
El olor es muy marcado en Manhattan. El olor de pan caliente de una tahona, el de una pizzería, el de una lavandería con ese olor a tela húmeda y al vapor de las secadoras, el olor cálido y denso que sube de los respiradores del metro"

"Escribo sentado en una silla de hierro de Bryant Park. Me siento y abro mi cuaderno como un pintor impresionista que sale del estudio para pintar al natural. Este parque está situado a espaldas de la biblioteca pública, abundan las estatuas de literatos. Frente a mí, con una amplia gordura de vida sedentaria, está sentada Gertrude Stain. Los demás héroes o literatos de bronce se apoyan en columnas o  están sentados en sillones que parecen tronos"