domingo, 28 de mayo de 2017

Repensar la Democracia

Repensar la Democracia

Una gran mayoría de españoles piensan, pensamos, que los dos grandes partidos políticos "de siempre" están hartos infectados. Los recientes escándalos de corrupción se germinaron o desembocaron por mor de una necesidad económica para mantener a estos partidos  en activo ya que gastan y despilfarran  una fortuna para estar, para ser o sencillamente para existir.

En Francia sucedía lo mismo que en nuestra patria hasta que un hombre ofreció una drástica solución. No votarlos, que intenten los franceses probar con una nueva formación política y acertó. El Sr. Macron se llevó el gato (los votos) a su agua. Los  votantes estaban hasta el moño de tantos fracasos y tanta desfachatez urdida por la derecha suavona e incolora y por una izquierda sosa de salón.

Una democracia debe ser solo  una democracia, sin añadidos. Ni democracia popular o populista, ni democracia cristiana o atea, ni democracia parlamentaria, ni otras entelequias que confunden al ciudadano. En pleno siglo XXI los valores han cambiado así como nuestras exigencias: creemos que la democracia que la mayoría de los españoles deseamos debe ser una democracia nueva, exigente, austera, formal, pura, inteligente y sobre todo, honesta. 

¿Quienes se aprovechan de la democracia española sin ser ellos demócratas? Todos los sinvergüenzas y canallas que pululan por nuestro país. Desde esos "señorones importantes" que roban descaradamente, que son atrapados y que no van a la cárcel porque están protegidos por otros canallas peores que ellos hasta el pringadillo que alquila un piso o una casa de su propiedad en negro, sin hacer contrato al inquilino y sin pagar impuestos, pasando por el artista o futbulista de moda que defrauda a Hacienda como lo hacen "todos" (eso dicen siempre cuando son atrapados).
Y no digamos de esos extranjeros, legales o ilegales,  que saben los trucos para escapar de la justicia y que vinieron a España solo a delinquir. Sin mencionar sus países de procedencia todos tenemos en mente a esa gentuza roba-cables, años atrás especializados en arrancar cabinas de teléfonos públicos, de robar o desguazar coches de alta gama, esos traficantes de drogas o de miembros de bandas callejeras trasladada a España desde sus pobres países subdesarrollados y otras decenas y decenas de delincuentes que se aferran a nuestro actual sistema democrático para escurrir el bulto y librarse de sanciones penales.

  


Hay mujeres muy resabiadas

La cazadora del mansurrón  

Adela, hija mía, ven que te diga -ordenó con cariño la madre- me ha dicho el alcalde del pueblo que van instalar un consultorio y que si  me importaría alquilar una habitación al nuevo médico porque como tu sabes la única posada que hay aquí son para los arrieros y los recoveros. 

En la campiña cordobesa el calor, en pleno verano, es un tormento. Cuando se apeó el Dr. Cipriano del autobús  que lo trajo de la capital de provincia al pueblo creyó que estaba en pleno desierto. Eran las 4 de la tarde y la luz solar reverberaba del suelo y de las paredes encaladas como desde un espejo.

Preguntó por la dirección que llevaba escrita en un papel. El zaguán de la casa ya era al menos cinco grados  más fresco  que la calle. Llamó y lo recibió Julia,  la quiosquera. No le esperábamos hasta mañana -dijo la mujer arreglándose los cabellos con las manos al mismo tiempo que forzaba una sonrisa. Es que me sobró tiempo tras facturar tres maletas y un baúl con libros para que los traiga el corsario- se justificó el galeno.  

El verano cordobés dejaba como una lluvia de fósforo ardiendo sobre el pueblo. Las siestas de todos los pueblerinos eran largas y perezosas como la que se echaba el joven doctor Cipriano, recién acabada la carrera y con 26 años de edad. Un calor y una tranquilidad que  revolvió la libido del joven cada vez que veía pasar descalza y con una bata desabrochada a Adela, 22 años de edad y con un cuerpo más deseable que un mollete antequerano recién hecho.

Con más frecuencia de lo normal, la quiosquera anunciaba en plena siesta que se iba al negocio a hacer unas devoluciones de revistas y periódicos atrasados y que tardaría en volver.

¿Tienes fuego? -preguntó Adela acercándose al joven doctor que estaba tumbado sobre la cama en calzoncillos. Ella iba vestida únicamente con un cigarrillo Bisonte en la mano. El doctor sintió algo extraño en el bajo vientre y le dio fuego, vaya si se lo dio.

La boda se celebró a prisa y corriendo, como se decía antes, porque la niña estaba embarazada de tres meses.

Adela sabe que ella no es nadie,  que es solo la esposa del doctor Cipriano, el médico titular del pueblo. Casi nada, que se zurzan las envidiosas. 

jueves, 25 de mayo de 2017

Un cuento corto: La ducha

La ducha

Adela salió de la ducha temblando de frío. La bombona de butano se había agotado antes de poder aclarar el gel de su cuerpo. Un cuerpo escultural, sublime que se reflejó en el espejo del triste cuarto de baño. Adela se secó y sin saber por qué posó desnuda frente al espejo, de frente, de lado, de espaldas, sonriendo, sacando la lengua para decirse mentalmente: Adela con este cuerpo podrás conseguir lo que quieras.

La madre de Adela trabajaba como limpiadora de oficinas y su  hija de dependienta en una mercería de un barrio apartado del centro de la ciudad.

Hija mía -dijo la madre mientras fregaba los platos tras la cena- yo no pude darte una educación mejor, pero tiene ese cuerpo que con inteligencia por tu parte podrás salir de esta miseria. Mamá ya está otra vez con la misma cantinela -protestó blandamente Adela.
La madre le recordó que ya tenía veinticuatro años de edad, una edad adecuada para casarse, pero jamás con un muerto de hambre del barrio, ni menos aún amancebarse con cualquier ganapán de discoteca.  La limpiadora le recomendó que el mejor partido para ella había que buscarlo en el trabajo, no en la mercería, sino entrando a trabajar en una importante empresa donde pudiera saber con detalles las señas de identidad de todos los posible hombres casaderos.

Adela pensó y repensó los consejos de su madre. Una madre soltera, que había sufrido mucho para criarla. Ella se había convertido en la gran esperanza de la madre.
 Por las tardes, tras el trabajo, y en sus días libres paseaba por el centro de la ciudad buscando carteles que solicitaban dependientas, camareras o lo que fuera.
Un día de tantos, saliendo de una cafetería vio un cartel donde se requería una chica para la máquina de fotocopias. Razón "R.H. y Asociados. Abogados". Llamó y quedó citada para el día siguiente a las 10 de la mañana. Siguiendo los consejos del Hola se vistió para la ocasión. Una falda gris oscuro por debajo de las rodillas aunque algo ajustada, un suéter negro de cuello alto y una chaqueta de color rojo;  zapatos negros de medio tacón y un bolso discreto del mismo color. La entrevistadora, que tenía pinta de marimacho, la desnudó con la mirada y la contrató al instante. En el bufete de abogados aguantó casi algo más de un año, ganaba poco pero le sirvió para fijarse como hablaban y se portaban las letradas  más jóvenes y hermosas; como vestían, como reían y como andaban. Adela copió todo al dedillo aunque no consiguió cazar a ninguna persona importante, solo captó las viciosas miradas que le lanzaba la supuesta lesbi, aquella que le hizo el contrato.

 Una noche, cuando salió de trabajar, pasó por la puerta de una lujosa y afamada clínica y vio un discreto cartel que solicitaba una recepcionista. Llamó y vestida con su disfraz de pseudoejecutiva pasó la entrevista con facilidad. Dos días después se hallaba en un lujoso vestíbulo tras una mesa, varios teléfonos y un ordenador. 

Dos años después. Adela salió de la ducha  y se vio reflejada en el gran espejo que cubría una pared del elegante y lujoso cuarto de baño. Cuando  secó su cuerpo se quedó desnuda para verse reflejada de frente y de perfil. Una gran barriga de siete meses la deformada.  Pensó que eso  era el precio por haberse casado con el doctor Contreras, un viudo cincuentón, feo, pancigordo pero el socio principal de la clínica. Se puso una bata, se peinó y sonrió diciéndose suavemente: mamá, ya soy toda una señora, como tú querías.


Un libro de mi biblioteca

Limones Negros

Autor: Javier Valenzuela

Esta novela puede considerarse como una continuación de otra del mismo autor (periodista, escritor y ex-director adjunto de El País) que tituló "Tangerina" donde nos presentó al protagonista Sepúlveda, profesor en el Instituto Cervantes de Tánger, como un hombre curioso y observador, que suele meterse, queriendo o no, en problemas que son las urdimbres de sus dos novelas. 

"¿Has oído hablar del caso BankMadrid?
Algo he oído. Esos cabrones desplumaron a muchos de sus clientes vendiéndoles no sé qué acciones preferentes que eran más falsas que el beso de Judas. A continuación también nos han desplumado a todos los contribuyentes haciéndonos pagar los miles de millones de euros que faltan en sus cuentas"

"¿Sabes quién es Arturo Biescas?
Vi la foto de su detención.
Como quizá también sepas -me dijo la capitán de la UCO- Biescas pasó dos noches en la prisión de Soto del Real y salió de allí tras pagar una fianza de un millón de euros. Pero sigue siendo investigado por lo menos en seis presuntos delitos. Tenemos indicios razonable de que, además de la gestión calamitosa que llevó a la ruina BankMadrid, Biescas se llevó a su propio bolsillo bastantes millones de euros del banco, quizá más de sesenta."

"Cuando Adriana, la bellísima relaciones públicas del Club de Golf, regresó y se sentó en la mesa frente al reportero  Molina, percibió que la mirada de este había cambiado. El jorobado y feo Molina había estado recorriendo visualmente su cuerpo centímetro a centímetro. Apreciando la firmeza de las pantorrillas sobre los zapatos de tacón largo, la lubricidad de las rodillas en la frontera con la falda del taller de Valentino, el relieve de las caderas y las nalgas, la presión de los pechos sobre la blusa y la chaqueta, la esbeltez del cuello que sostenía un rostro que comparaba con el de Ava Gardner."

"Lola Martín, la capitana de la UCO, contó por encima a Sepúlveda que Arturo Biescas había transferido veinticinco millones de euros desde Gibraltar a Tánger. Las autoridades marroquíes le expresaban enfáticamente su voluntad de cooperar. Sin embargo los representantes diplomáticos españoles tenían un miedo cerval, cuando no una gran admiración, al ex-ministro y banquero"

"Adriana comentó que si existiera una Marca España, ahora estaría asociada a crisis y corrupción. O en el mejor de los casos, al sol, la playa y la paella de siempre."