lunes, 21 de marzo de 2016

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EDITORIAL DEL BLOG

Grandes migraciones en la Historia

A lo largo de la Historia grandes masas de población se han desplazado de un lugar a otro por diferentes razones, principalmente huyendo del hambre y de la injusticia, de guerras, de epidemias, de la violencia de otros pueblos y de tiranos.
Dentro de Europa hubo enormes movimiento de población  como los causados por la I Guerra Mundial con 8 millones de desplazados o por causa de la II Guerra Mundial con 30 millones.

Las grandes migraciones son en realidad invasiones de un pueblo o civilización por otros. Hay dos técnicas invasivas: por las armas o por el hambre. De todas formas hacemos notar que cuando un país o una confederación de países decae, es débil, es susceptible de ser invadido por otros pueblos. Siempre ha sucedido así.
 Cuando Roma, y antes Cartago, invadió Iberia, fragmentada en numerosas tribus, fue con afán depredador. Curiosamente un Imperio como el Romano también fue invadido por pueblos germanos que huían del hambre, en primera instancia, y también por el miedo a las hordas asiáticas. 

Como estudioso de la Historia siempre me produjo pavor las invasiones germanas y eslavas del enfermo Imperio Romano que se aprovecharon de su decadencia para, a la larga destruirlo. Salvajes con culturas inferiores a la romana como los germanos ( suevos, sajones, vándalos, visigodos, etc) y eslavos (polacos, eslovenos, moravios, etc) invadieron lo que quedaba de la gran Roma  y la redujeron a escombros justificado por algunos historiadores porque ellos también huían de otros pueblos  aún más salvajes: los hunos.

En pleno siglo XXI estas grandes migraciones, invasiones de la cuchara, como escribió un periodista, es el mayor quebradero de cabeza para cualquier gobierno que quiera mantener su independencia y cultura.
¡Pobre Europa!  "Sit tibi terra levis". La suerte está echada y ya estamos de fango hasta las cejas, como decía mi abuelo cuando se veía sumergido en cualquier embrollo. 

FORTUNA IMPERATRIX MUNDIS

Fortuna Imperatix Mundis o Memoria de una mujer desafortunada.

Con este subtítulo a la introducción de Carmina Burana narraré las desdichas de Francisca (Paca) Gómez nacida en una aldea andaluza al abrigo de los montes de una Comarca de las más pobres de la Región.
Cuando la maestra del lugarejo se dio cuenta de la viveza y del afán por aprender de la niña Paca, una de las cinco hijas de un pobre jornalero, quiso ayudarla para sacar de la miseria a la chica. Habló con la madre semicretina de Paca y le dijo que se la llevaba a estudiar a un colegio privado de la capital en calidad de fámula, de niña-sirvienta de las internas de pago. Los padres encantados, una boca menos que alimentar.
Paca tenía unos trece años de edad cuando se vio en aquel cuartucho, junto con otras cinco niñas pobres, que a cambio de dejarse explotar trabajando  las monjas les permitían estudiar gratis para poder sacar el bachillerato elemental (cuatro años y reválida) necesario para estudiar magisterio, dos añitos más bregando con los libros. 
Paca aceptó estoicamente el duro trabajo de limpiar los dormitorios, los retretes y servir la mesa a unas "compañeras" que se reían de las fámulas, además de llamarles "mulas".
A sus 17 años, antes de terminar el bachillerato Paca tomó conciencia de su condición de semi esclava, de pobre de solemnidad a tal extremo que también odiaba visitar a sus padres idiotizados por el hambre y el alcohol y de ver como crecían unos hermanos convertidos en plena juventud en golfos y maleantes.
Rechazó la invitación de las monjas para que siguiera trabajando como criada para ellas hasta terminar la carrera de magisterio. Prefirió emplearse como dependienta en una zapatería y alojarse junto a otra  ex-fámula en un cuartucho de una pensión. 
Cursando el último año de carrera quedó preñada de Jorge, el hijo único del dueño de la gran tienda de Ferretería Mañas. Jorge aparte de ser un chico semilelo también fue caballeroso y casó, para remediar el entuerto, con Paca.
En los años 64 del pasado siglo las mujeres burguesas, no trabajaban en nada ni participaban de apenas en algún tipo de vida social, se aburrían una barbaridad. Paca también. Jorge, su marido, un buen abogado estaba casi todo el día en su despacho y ella en su casona, heredada de los suegros, pasaba el tiempo junto a una vieja y maleducada sirvienta y una hija pálida y depresiva que le amargaba la existencia.
Paca creó en su imaginación una bella aventura amorosa que llevó a la práctica  con un dependiente de la tienda Mañas que era guapetón a rabiar pero más elemental que un nabo hervido. Hasta que fue descubierta y pillada, con testigos, in fragante delito en la cama matrimonial. Fue expulsada del hogar,  sin derecho alguno y además llevándose consigo a una hija veinteañera pavisosa.
Como Paca nunca trabajó de maestra y no tenía experiencia laboral en nada y  además ya le pesaba sus  53 años de edad y estaba gorda y amargada, nadie la contrataba para nada.  Para salir de la miseria no tuvo más remedio que acudir al convento de monjas para suplicarles un empleo para poder comer. Allí le dieron un trabajo como ayudante de cocina  además le ofrecieron un frío sótano donde poder dormir junto con su inútil hija.
Paca, acostada en su camastro tras  su dura tarea  laboral se preguntaba por qué su estrella era tan nefasta al extremo de sumirla de nuevo en la más abyecta pobreza, la misma de la que tanto luchó por salir de ella. Pensó en los caprichos de la diosa Fortuna y en aquella frase que tanto repetía su profesora de latín: Fortuna Imperatrix Mundis.

¿ERRARE NATURAE?

Todas aquellas personas afectadas por lo que llaman la "ilusión del escritor" (empedernidos lectores, escritores, guionistas, dramaturgos, etc) a veces deformamos los sucesos cotidianos que suceden a nuestro alrededor con fantasías noveladas creadas por nosotros mismos. 

No hace mucho escribí acerca de las misteriosas muertes de tres maridos que tuvo una joven y esbelta viuda cuarentona en la década de los años 50. Ella pertenecía a una distinguida familia de bodegueros sanluqueños que casó con un rico heredero que murió de un ataque del corazón a los dos años de estar casado con la bella Adela. Tras el luto le salió un pretendiente que ella aceptó como marido y que sorprendentemente murió ante de los tres años de gozar de tan hermosa dama. La gente del pueblo hablaba acerca de estas dos extrañas muertes: ataque al corazón. El tercer y último marido tampoco le duró mucho, murió antes de cumplir los cinco años de los esponsales. También fue por un ataque cardíaco. ¿Cómo provocaría tales ataques la señora Adela? Según comentamos entre los amigos quinceañeros Adela mataba a sus esposos por extenuación sexual ya que les obligaba a cohabitar con ella dos veces al día, todos los días del año.

Un viejo borracho, década de los 60, apareció ahogado en la pila de un abrevadero para animales. Lo hallaron doblado sobre su cintura sumergido en el agua mientras que los brazos y de cintura para abajo se encontraba seco. No muy lejos del lugar se reunían en un cortijo unos señoritos de la capital que durante las vacaciones de verano solían hacer fiestas alcohólicas donde pillaban unas tundas de pánico. Alguien vio, cuando de mañana iba a su huerto, a tres de los crápulas riendo y cantando por un camino no muy lejos de donde encontraron al borracho muerto.
 Cuando me contaron esta historia pensé que los tres mozalbetes encontrarían por casualidad al borracho intentando beber en la fuente del abrevadero y que alguno de ellos lo cogería por la nuca para hacerle "la bañera" y el hombrecillo murió ahogado. Como uno de los chicos era hijo del gobernador de la provincia no hubo investigación alguna y el hortelano que los vio demasiado cerca del pilón no denunció nada por miedo a enfrentarse con familias poderosas.

Al hijo torpón e inane de una influyente familia lo único que fue capaz  de hacer en su vida "universitaria"fue sacar el título de practicante (como entonces se les llamaban a los actuales ATS).  Luis tenía un complejo de inferioridad enorme frente a su hermana Carmen, brillante médico cirujano y de Carlos, que era registrador de la propiedad.

Junto con su anciano padre, Luis, 41 años, soltero y pobretón diplomado, ideó un plan. Un día fue al banco con su padre, el arruinado terrateniente don Cayetano Sumarista de las Pedrizas y cuando estaban en la cola de la caja, de pronto el hijo se abalanzó sobre el padre, lo tiró al suelo y lo abofeteó mientras gritaba "traidor".
El suceso se corrió por el pueblo: que al practicante don Luis le había dado un ataque de locura, un brote psicótico dicen ahora.
Luisito, el botarate de la familia, consiguió lo que quería, que le dieran una baja total por enfermedad para poder vivir del cuento sin trabajar por el resto de su vida.  

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