martes, 27 de agosto de 2019

Memorias de un Arqueólogo diletante

Memorias de un arqueólogo diletante 

Viviendo en Granada me gustaba realizar visitas a lugares curiosos para satisfacer mi eterna curiosidad por todo lo que me rodea.

Llevé a mi mujer a dos lugares misteriosos, no muy lejos de la capital: Las Gabias y La Malahá. Corría el año1982.

En Las Gabias visitamos el Baptisterio Romano (hay quien dice que es bizantino) de propiedad privada. Por indicación de una vecina llegamos a la casa de Encarnita para exponerle nuestro deseo de visitar aquella antigua ruina del siglo III Como era relativamente temprano en aquella mañana de abril la mujer-guía cogió una vela y una caja de cerillas de su casa y un manojo de llaves y cruzamos los tres la carretera hacia las ruinas. Bajamos por una especie de rampa hacia una reja cerrada por un candado y tras abrirlo penetramos en un largo corredor que se oscureció, motivo por el cual Encarnita encendió la vela y nos explicó todo lo que ella sabía del lugar descubierto por su abuelo en el año 1928.
Supe, días después tras consultar unos libros, que el susodicho baptisterio fue esquilmado, tras su hallazgo, por unos y por otros. Se llevaron el revestimiento de placas de mármol blanco, arrancaron trozos de mosaico incluso la pileta octogonal bautismal, de tamaño más bien grande, fue expoliada. Un desastre ¿Por quién o por quienes?
El lugar todavía tiene una carga histórica importante. Tras caminar por el largo pasillo de unos 15 metros de largo iluminado por la vela llegamos a la sala principal, muy deteriorada. Todo en sí era  interesante si uno tenía la suficiente imaginación para verla como podría estar en el pasado. Cuando salimos del recinto, le dimos una propina a la mujer y dirigimos el coche hacia La Malahá.

Este pueblo yo lo conocía de paso, pues de paso me pillaba cuando cogía mi moto y desde Otura, cruzaba la carretera que baja a la Costa, para llegar a  La Malahá, tomar un café y proseguir por los carriles de la Comarca triguera del Temple para salir por cualquier parte. Pero nunca visité el lugar hasta que mi mujer y yo preguntamos en un bar cómo podíamos ver la casa del Santo. 
Nos indicaron que en una casa que desde allí se veía se podía pedir la llave de la casona. Una mujer, curiosamente muy parecida a la de Las Gabias, nos abrió y tras escudriñarnos, llamó a un chicuelo que estaba por allí y dándole las llaves le dijo que nos abriera la casa para ver el Santo.
Nada más entrar en el zaguán de la casa solariega cerrada desde hace décadas, a mano izquierda había una especie de capilla privada con una urna de cristal y dentro de esta se veía un esqueleto o cadáver amojamado disfrazado de soldado romano, pero al estilo del siglo XVIII Aquello era patético y feo, desagradable y esperpéntico.
Supe después que el dueño de la casa, mejor dicho sus ascendentes, consiguieron la canina a cambio de una dote que dieron al Vaticano para realizar unos obras de mantenimiento de la Ciudad Santa. A cambio del óbolo le regalaron estos despojos de tan mal gusto.
Mi mujer me tiraba de la manga y me decía, vámonos de aquí que esto es muy desagradable.
Ni santo ni nada. En la década de los cincuenta el obispo de Granada quiso quitarlo de en medio, pues la gente lo adoraban y lo sacaban en procesión cual santo se tratase. No pudo. Los vecinos se opusieron y allí se dejó y siguen sacándolo en procesión cada año y le hacen sus novenas y le rezan las plegarias pertinentes y dicen que también hace de vez en cuando un milagro. Es que el pueblo llano es muy tradicional. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario