jueves, 25 de marzo de 2021

Una comparación

 José Saramago y la Covid 19


Esta crisis sanitaria de la pandemia vírica y su fácil contagio me hizo recordar aquella magistral novela de José Saramago "Ensayo sobre la ceguera"

El ser humano, nuestra sociedad en general, cuando adolece de lo cotidiano como puede ser la salud, el trabajo, el afecto se desquicia, se comporta movido más por instintos animalescos que por la razón.

"Un conductor de un coche para ante un semáforo en rojo. Se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una ceguera terriblemente contagiosa. Los videntes, los que aún no han sido contagiados deciden meter a los apestados en un antiguo hospital y allí quedan confinados. Los ciegos, los contagiados, los apestados, viven a tientas en un mundo infernal. Sobreviven a cualquier precio"

"Algunos infectados encerrados en aquel horrible edificio toma conciencia de su situación, incluso hay brotes de conformismo: Bien visto las cosas aquí dentro no está mal del todo mientras que no falte la comida"


En nuestro caso actual de pandemia, lo peor de este caos, porque hay que reconocer que  vivimos en un caos de aparente normalidad, es el conformismo. Cuando vemos esa terrible estadística de fallecidos  suspiramos comprobando que es algo más baja que la del día anterior. Puro salvajismo convertido como una costumbre: cada semana ha de morir un cierto número de compatriotas. Como dice Noam Chomsky el Poder nos acostumbra  poco a poco a las más horrible de las situaciones. ¿Recordais la cantidad de gilipolleces que se hizo al principio de la pandemia? Todos aquellos individuos cantando desde sus balcones, esos aplausos al aire de cada tarde, las lucecillas de los teléfonos móviles girando en la noche, esa música estridente que algunos ponían en sus ventanas... un total desastre mental entre las personas más débiles. Ante algo inesperado algunas personas se portan no como niños, sino como idiotas.

José Saramago nos dice en su novela: "El Gobierno en su inepcia nos ha confinado a todos los ciegos en un ala de un viejo edificio. Llevamos encerrados aquí hace meses respirando esa espesa atmósfera, con hedores que flotan gruesos y lentos, con súbitas corrientes nauseabundas procedentes de los retretes carente de agua y de papel higiénico. La consciencia moral, a la que tantos insensatos han ofendido y de la que muchos más han renegado, es cosa que existe y existirá siempre, no ha sido un invento de los filósofos"

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