jueves, 25 de marzo de 2021

Hijos raritos

 Hijos e hijas raritas. Mi hija Hildegart


Antes se decía que lo peor para unos padres es que te naciera un hijo "rana", muy diferente en su aspecto físico o moral a las personas normales de su entorno. Cuando nacía un hijo lo primero que preguntaba el padre o la madre a la comadrona o al médico ¿es normal? Pero no. Explicaremos la evolución de una hija ejemplar hasta... que dejó de serlo.

Durante la segunda república una mujer llamada Aurora Rodríguez , en el año 1933, asesinó a su hija superdotada, a sus 18 años de edad, por no haber seguido las pautas que ella, la madre, le marcó para ser una santa laica, la mujer perfecta del primer tercio del siglo XX.

Aurora era una solterona que había heredado una cuantiosa fortuna y decidió tener una hija, a pesar de su crítica edad de cuarentona, para engendrar la mujer perfecta marxista. Sin ataduras a hombres ni a nadie que pudiese estar por encima de ella.

 Para quedar embarazada escogió al hombre más inteligente de su entorno, al capellán de una iglesia de su distrito. Quedó embaraza y dio luz a una hermosa niña. Desde que nació hasta el momento de ir al liceo o al instituto ella, Aurora, educó personalmente a su hija Hildegart, ésta a los tres años de edad hablaba con fluidez y sabía leer y escribir. Con 8 años comprendía bien el idioma francés, alemás e inglés. Terminó el bachiller antes de los normal y a los 17 años de edad Hildegard se licenció en derecho por la Universidad de Madrid, además de seguir estudiando Medicina y Filosofía.

La madre le aleccionaba en el comunismo marxista para hacerla la mujer perfecta revolucionaria, independiente de la potestad masculina.

Hildegart antes de los 18 años mostró ser una auténtica mujer moderna, de amplios conocimientos académicos . La perfecta mujer revolucionario del año 1932. No dependía de nadie, ni de patronos (porque tenía dinero) ni de la esclavitud del sexo por un matrimonio o por un amante. El sexo, le decía la madre, es lo que de verdad hace a una mujer libre, esclava.

El escritos inglés H.G. Wells quedó prendado de su saber y le invitó ir a Inglaterra para que fuera su secretaria personal. 

Una cosa son los deseos y otra son los hechos. A Hildegart le gustaba la vida burguesa, los buenos hoteles,  la buena ropa, los buenos restaurantes y sobre todo los guapos acompañantes. Hasta que se enamoró de un joven de la alta sociedad madrileña. La antítesis de los deseos de su posesiva madre Aurora. La hija le salió rana, no cabe duda.

Tras mucho meditar la madre dictatorial y malvada decidió ajusticiarla por no haber sido consecuente con las ideas inculcadas por ella. Una noche le pegó varios tiros mientras ella, Hildegart, dormía.

Nadie es perfecto, cuántos padres han intentado educar a sus hijos e hijas en lo mejor y después ella o él han hecho de su capa un sayo y vivieron totalmente diferente a lo esperado. 


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