martes, 29 de diciembre de 2020

Un cuento chino

 El mareo (Un cuento chino, de un jerezano)


Aquella fría mañana de enero del año 2021, Jacinto Fuentes, residente y natural de Jerez de la Frontera, se despertó sin ganas de ir a trabajar. A los 9 llamó a su oficina para comunicar a su jefe que se encontraba mal, que tenía un pertinaz mareo ¡A ver si te ha picado el virus! -bromeó su jefe con recochineo.


Jacinto, tras una tonificante ducha y un suculento desayuno, bajó al parquecito privado de su urbanización. El sol estaba rico y suave a las once de la mañana, un banco le invitó a sentarse y contemplar la nada. Sus ojos se le cerraban y él pugnaba por mantenerlos abiertos. Un sueñecillo relajante invadió a Jacinto.

De pronto dio un respingo y se despertó desconcertado. ¿Cuánto tiempo estuve dormido?- se preguntó. El sol ya se había ido y estaba oscureciendo. Quedó aterrorizado cuando comprobó, a enfocar bien la vista, que la gente que transitaba por el parque eran chinos y hablaban esa jerigonza de idioma. El parquecito privado no era tal, era una plazoleta desabrida llena de chinos que iban y venían, que conversaban entre ellos. ¿Dónde estoy? -preguntó el jerezano a una pareja de chinos de mediana edad, que desapareció corriendo y exclamando algo... en chino. 

Jacinto comenzó a gritar y a gesticular exageradamente preguntando qué ciudad era aquella. Unos reían, pero la mayoría huía de él. Una pareja de policías chinos  preguntó algo a Jacinto. Este gritó lloriqueando como un niño con rabia que qué hacía él en ese extraño lugar. Lo llevaron a la comisaría y allí siguió Jacinto con su llantina, sus gritos y sus gestos. Por señas dijo que quería hacer un pis. Lo llevaron a un lavabo de la comisaría mientras que un guardia le esperaba al otro lado de la puerta. Al lavarse las manos Jacinto vio su rostro reflejado en un espejo, el rostro de un auténtico chino. Gritó de espanto. Se registró la chaqueta. No llevaba documentación, le robarían la cartera en el parque de Jerez o en el parque de ese pueblo chino.


El pueblo donde apareció Jacinto se llama Chiang-Ho, situado en el nordeste de China. En la comisaría, a Jacinto le quitaron esa ropa extraña europea y le pusieron un mono o buzo de campesino de color gris y unas zapatillas de paño negro. Le preguntaron con buenos y malos modales, en chino, naturalmente, que por qué se hacía el "blanco" remedando ese idioma tan extraño. Que hablara de una vez en chino.

 Un médico psiquiatra de la ciudad cercana lo examinó y dijo que aquello era un caso de desdoblamiento de personalidad, que mientras que no apareciera algún familiar reclamándolo que se lo llevaría al manicomio estatal de la ciudad.  Este caso es único, pero no raro del todo-comentó el médico al jefe de la policía- el de  una persona que no desea entender su idioma y que se dirija a la gente remedando un idioma extraño, inventado. Es algo curioso, muy curioso. 

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