sábado, 27 de julio de 2019

Turismo veraniego

Turismo veraniego. Dos ejemplos de turistas.


Turista tipo 1.

Era la primera vez en su vida que iban a pasar dos semanas de vacaciones en un lugar de la Costa de Sol granadina. Adela estaba excitada, presumía en el super y con las vecinas que la familia se iba a la playa, a Almuñecar.
Ni que decir tiene que el piso que alquilaron no estaba en primera línea de playa. Estos eran muy caros. Su piso estaba a unos veinte minutos, caminando por un enjambre de calles y entre coches mal aparcados.
-Estoy deseando que esto se acabe para volver a Granada, a nuestra casa -se quejó Jacinto a su mujer- llevamos aquí cinco días y desde que llegué no he podido pegar ojo debido a esa puñetera terraza del bar que está debajo de nuestro apartamento, a los mosquitos canallas que nos atacan todas las noches y por ese calor pegajoso que no me deja dormir. Estoy hasta los cojines de las vacaciones de verano. Para colmo yo tengo que ir a la playa a las ocho de la mañana para coger sitio, para la sombrilla. ¡Vaya lujo que disfrutamos los pobres!.
-No te quejes, Jacinto que habrá otros veraneantes peores que nosotros.

-Ya habéis vueltos de la playa, qué morenitos estáis todos -dijo con cierta envidia la vecina del tercero derecha. 
-Lo hemos pasado muy bien- replicó Adela mientras ayudaba a meter los cachivaches playero en el ascensor- de verdad que se han hecho cortas estas vacaciones. Ha sido todo un lujo. El año que viene repetiremos ¿no es verdad, cariño?

Turista tipo 2.

Don Luis le dice a su esposa mientras arrancaba el coche: "Ya hemos dejado los niños con tu madre. Aquí en el pueblo lo pasarán en grande. Se llevan bien con la abuelita".
La abuelita es una mujer viuda cercana a esa edad donde aún se pretende buscar un resplandor de felicidad. Ella echa peste de su yerno y de su hija por obligarle, eso sí, con buenas palabras y carantoñas, a quedarse de cuidadora de dos nenes de capital caprichosos y mal educados. Ella, la abuelita Adela, que tenía previsto hacer una excursión en autobús con la parroquia para visitar Galicia se tiene que quedar en su caluroso pueblo cordobés haciendo de chacha.

Dos Luis y Paquita desembarcan, tras muchas horas de vuelo, en un aeropuerto  asiático. Desde el avión a la terminal los viajeros deben caminar un centenar de metros. El hedor a excrementos secos humanos es insoportable. Preguntó y le dijeron que muy cerca de allí había un secadero de excrementos que los nativos usaban para abonar sus tierras de cultivo.

Tuvieron que soportar una larga cola, a pleno sol , para poder entrar a un templo o palacio en plena selva. Las piedras eran casi negras y estaban todas carcomidas por la humedad y el tiempo, feas estatuas con caras de monos o de diosecillos llenaban el lugar.
 Me estoy meando -dijo Luis a su esposa- no aguanto, debe ser el zumo que bebí. Paquita le aconsejó que aguantara hasta la salida, que por allí había visto como una especie de bar que debía tener un lavabo.
Paquita que le gustaba hacer  selfies y  fotos tiradas sin ton ni son; no paraba de hacer fotografías con el iPhone. Paquita -suplicó Luis con la cara desencajada y sudada por la humedad reinante de aquel feo lugar y por tener que aguantar su deseo imperioso de orinar, dijo desesperado: "Espérame aquí, fuma un cigarrillo, repasa tus fotos que me meto en aquella sala oscura y me alivio, que no puedo aguantar más, que reviento.
Don Luis, interventor del banco Hispano, con canas en las sienes y cara de sieso, encontró un rincón y dejó hacer a la naturaleza lo que tenía que hacer. Fue apoteósico, cuando se alivió sintió sonar los clarines de los arcángeles. Se sintió por un momento como si se encontrara en el paraíso.

Cuando por fin salieron de aquel templo o palacio lleno de raíces aéreas y de piedras renegridas se le acercó una pareja de turistas italianos, que habían conocido en la cola de entrada y le mostró en la pantalla del móvil a un Luis desaguando tras una estatua de un diablo y que parecía, por una ilusión óptica, que lo estaba sodomizando. 
-La mejor foto de todas, pásamela al móvil -dijo riendo Paquita.



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