lunes, 25 de septiembre de 2017

Un libro de mi biblioteca

La Bodega   (Vicente Blasco Ibáñez)

Cuando los españoles, y sobre todos los andaluces, no estábamos tan agarbanzados como hoy estamos, cuando esos aparatejos digitales electrónicos no habían invadidos nuestros hogares, leíamos, pensábamos, criticábamos y racionalizábamos lo que pasaba a nuestro alrededor.
Posiblemente esto lo haría o lo hicimos una minoría de andaluces, sobre todo en el luminoso período preconstitucional y durante las primeras décadas de la democracia. El pueblo llano era más culto que el actual y se implicaba en aquello por lo que creía; teníamos ideales. Entre las muchas revistas aparecidas y editoriales andaluzas apareció una, que editaba libros de bolsillos con títulos muy sustanciosos tales como La Bodega, editado por la Biblioteca de la Cultura Andaluza  del magnífico escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez . En esta novela se pretende analizar el poder de los bodegueros en Jerez de la Frontera, a principios del siglo XX, y de los métodos crueles que estos tenían para someter a la clase trabajadora usando la fuerza pública como perros guardianes de sus intereses.

" La tristeza de su soledad le hacía agarrarse con nueva fuerza a sus entusiasmos rebeldes. Dedicaría lo que le restaba de existencia a sus ideales. Mientras que se mantuviera en pie, pelearía contra la injusticia social del campo de Jerez"

"Las bodegas Dupont, de Jerez de la Frontera, ocupaba todo un barrio de la ciudad, asomando entre las edificaciones la arboleda de un extenso jardín. En el Tabernáculo, un pabellón ovalado, con monteras de cristal, junto a las oficinas, se guardaba lo más selecto de la casa. Una fila de toneles derechos ostentaban en sus panzas de roble los títulos de los vinos famosos"

"El señor Fermín, antiguo guerrillero cuando la revolución de la Gloriosa, era ahora el servil capataz de los Dupont. Gustaba contar batallitas cuando se le calentaba el paladar tras beber varios vasos de vino. Para Fermín, la idea, ese conservadurismo atroz que él defendía, salía de la clase social que él tanto respetaba con atávica adhesión. Un conservadurismo ejercido por señoritos de Cádiz, acostumbrados a la vida fácil y placentera y por caballeros de Jerez, dueños de cortijos y de gentes, unos hombres de pelo en pecho, grandes jinetes, expertos en las armas e incansables juerguistas"

"Un grupo de jornaleros descansaba, ya de noche, apartado del cortijo. Juanón, convertido en revolucionario decía a sus oyentes: No queremos caridad de los señoritos. La caridad es el egoísmo disfrazado de virtud: el sacrificio de una pequeñísima parte de lo superfluo repartida a capricho. Únicamente la justicia social podría salvar a los hombres, y la Justicia no es esa del cielo, sino de la tierra"

"Los peones de la viña, en época de vendimia, vivían en las gañanías, unos cobertizos donde dormían vestidos sobre esteras de esparto, los hombres a un lado y la mujeres a otro. 
Una noche el hijo del señorito, el Marquesito, fue al cortjo, entró en la gañanería y a voces y con risotadas, invitó a todas las jornaleras jóvenes a cenar en el patio. Todas saltaron de alegría, cenar como Dios manda y no comer todas las noches ese gazpacho hecho en un lebrillo donde todo el mundo metía la cuchara. Cordero asado, tortilla de patatas, y vino, mucho vino, pero del bueno: vino embotellado.
Tras la cena, más de una moza estaba mareada y muy alegre. El Marquesito, muy bromista él, llevo a las muchachas al tentadero de la finca e hizo que una de ella, muy borracha, bailara en el centro del ruedo. La mujer dió unas vueltas con mala arte y a una señal del señorito soltaron una vaquilla que la vapuleó como a un muñeco de trapo. El Marquesito reía a carcajadas mientras sobaba a una jornalera y todas las chicas enmudecieron de pánico. La danzarina murió a los pocos días, estaba reventada por dentro, y nadie denunció lo ocurrido. El capataz Fermín se encargó del asunto mientras que el señorito olvidó pronto el accidente".  




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