lunes, 25 de septiembre de 2017

Un cuento para Octubre

En busca de una nueva identidad

La vida cambia, los hábitos y la moral también. Aberraciones del pasado ahora se consideran normales, aunque nos cueste asimilar. Que un niño de 12 años dice a sus padres que  quiere cortarse el pito porque él se siente una nenaza. No pasa nada, se le eunuconiza y no pasa nada. Estamos en democracia, todo está permitido en nuestra sociedad de imbéciles mientras que no nos rebelemos ni le toquemos los güitos a los poderosos. 

"Jacinto Abrazaposte, 56 años de edad, médico rural y con el handicap de poseer una cara de cateto que se la pisaba quiso, cuando heredó de sus padres una sustanciosa fortuna, más por moda que por necesidad, resetear su existencia. Durante su carrera médica solo fue a un par de conferencias. En la de Madrid vio con envidia que casi todos los colegas tenían caras interesantes (como decían algunas mujeres en su pueblo), incluso atractivas, casi todos tenían portes desenfadado y ligereza de espíritu. Todo lo que él carecía.
 En el cóctel, tras la conferencia, el se refugió junto con otro médico rural, un murciano con cara de hortelano diplomado, en un rincón y se comieron entre los dos todos los canapés que había en una bandeja y una botella de rioja. 
Punto y aparte dijo cuando pudo por fin divorciarse de su cansina  mujer, una mujerona gorda y más grande que él que cuando hacían el amor parecía que él estaba braceando sobre el rollizo muñeco de gomasespuma de michelín.
 Su hija, vivía independizada en Londres y no le generaba ningún problema económico. Todo perfecto para su plan: buscar una nueva identidad.
Contrató a un coach, que resultó ser el garbanzo negro de una conocida familia madrileña, un tío con muchas tablas en la sociedad y con mucho arte para vivir sin trabajar aunque era un excelente instructor en el arte de ser y estar.
Por consejo de su coach abandonó su plaza de médico rural y pudo conseguir ser trasladado a un hospital  de la capital. En un permiso que se tomó se hizo un arreglo facial en un famosa clínica de cirugía estética y quedó casi bien. Tuvo que hacerse dos intervenciones más para borrar su cara de destripaterrones. Dejó que una joven enfermera de la misma clínica de belleza donde se operó, y que tenía fama de puta, lo sedujera a cambio de una Visa para que ella comprara ropa en las tiendas de moda. Era el precio a pagar para cambiar de imagen y de tipo de vida. La joven tenía poca inteligencia pero portaba un cuerpo voluptuoso, de escándalo, todo un trofeo. 

Pasaron cinco años del cambio vital del doctor Jacinto. El coach desapareció cuando él se fue a vivir a Madrid; la pendona de su amante lo dejó por un medicucho jovencito, más generoso que él,y que quedó embrujado por las artes camastriles de la enfermera. Sin olvidar que el dinero de la herencia familiar fue quemado en restaurantes de lujo, viajes de placer, fiestas y en cubrir la Visa de la querida. Solo le quedaba a sus sesenta y un años de edad el salario de médico, un picor insufrible en la cara, cada vez que la piel intentaba volver a su estado anterior y un asco vital por no haber sido el quien quería ser.

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