miércoles, 28 de marzo de 2018

Un libro de mi biblioteca

Un andar solitario entre la gente

Autor: Antonio Muñoz Molina

Me sorprendió este último trabajo de Muñoz Molina que más que una novela lo considero como las anotaciones que un caminante observador hace de todo lo que le (nos) rodea, sirviéndole de punto de partida desde las cabeceras o titulares de los periódicos hasta los anuncios callejeros. Son los famosos mensajes, como llaman los publicistas, o exordios que nos introducen en un pensamiento o en una divagación que nos inducen a pensar como a ellos gustan.
Al leer este sorprendente libro me entretuve en copiar en unas hojas las cabeceras de estos mensajes o divagaciones y anoté un total de 517 a cual más curiosa. 
La primera parte de la obra está dedicada a Madrid y la segunda a Nueva York, principalmente a Manhattan y a una parte del Bronx.
No hay que olvidar que esas reflexiones son de cosecha propia del autor además de unas anotaciones sobre escritores o poetas malditos como Thomas De Quincey, Allan Poe, Walter Benjamin, Baudelaire, Wilde, Fernando Pessoa, Melville, James Joyce añadiendo la figura del fotógrafo ruso mendigo Miroslav Tichij.

Volviendo a los mensajes o exordios recopilados y desarrollado por Muñoz Molina anotamos algunos de estos:
Escucha los sonidos de la vida
Llévate un poco de nuestro sabor contigo
Tengo el iPhone que quiera
Si tus sueños no tienen límite
Escapa de la ciudad al mejor precio
Nuestra pasión es transformar tu rutina diaria en un momento inolvidable
Ayúdanos a personalizar tu hipoteca
Jesús tiene sed de ti

Sobre Nueva York el autor escribe:
"El rumor de esa temible multitud. No eres nadie. La sensación que siente caminado por sus calles no es de libertad sino de miedo. La intuición de lo fácil que sería desaparecer, sin dejar otro rastro que una silueta en blanco y negro entre el río de gente que graban cámaras de seguridad en las aceras. Nadie lo conoces, nadie te conoces. El caminante es uno más entre los habitantes invisibles. Entre los don nadie. Puede ser como un mendigo que arrastra los pantalones caídos y junto al que todo el mundo pasa sin fijarse... esta es una ciudad de zombis adheridos a pantallas de teléfonos y una ciudad de hombres invisibles y mujeres invisibles, de mendigos que comen en medio de la calle, que mean y defecan donde se le presenta la urgencia. Al no haber nadie nunca cerca se les ha ido olvidando el hábitat de la reserva. Se rascan al sol como animales soñolientos, algunos llevan consigo la madriguera o la choza, la cueva en la que se esconden. Hieden y duerman en una esquina de una vagón de metro donde nadie se acerca. Son unos don nadie".

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