miércoles, 26 de diciembre de 2018

Un libro de mi biblioteca

La lucha por la vida. La busca 

Autor: Pío Baroja 

Madrid fue como un imán, algo fascinante para Pío Baroja (y también para mí, me refiero al Madrid que conocí y disfruté, desde  enero 1965 hasta la primavera de 1968).
Pío Baroja era un verdadero enamorado  de Madrid de principios del siglo XX  En esta trilogía lo demostró.

"El tiempo que marca un reloj es el cañamazo en donde bordamos las tonterías de nuestra vida. Hacía ya largo rato que los caballos de la noche galopaban por el cielo. Era la hora del misterio; la hora de la gente maleante ; la hora en que el poeta picara en la inmortalidad"

"Cuando uno de los compañeros de viaje anunció que  ya estaba en Madrid, Manuel sintió verdadera angustia mezclada con emoción. El tren iba aminorando su marcha; pasaba por delante de barriadas pobres y de casas sórdidas. Descendieron los viajeros; bajó Manuel con su fardillo de ropa en la mano, miró a todas partes buscando a su madre que lo esperaba. Madre e hijo salieron de la estación de Atocha al Paseo del Prado, después subieron por la calle Alcalá. Una nube de polvo llenaba el aire. Al llegar a la casa, la Petra, la dueña de la pensión, dio de cenar a Manuel y le hizo la cama en un colchón en el suelo"

"El primer trabajo de Manuel en Madrid fue el de zapatero. Es un decir, su trabajo consistía en desarmar y deshacer botas y zapatos viejos para aprovechar las piezas que se podían usar. El señor Ignacio, el jefe de Manuel, era un liberal. En cuestiones de religión se mostraba partidario de la libertad de cultos. El hijo del señor Ignacio, Leandro, era un anticlerical convencido"

"Estaba lloviendo a cántaros, Manuel llegó a la Puerta del Sol, entró en el café de Levante y se sentó cerca de una ventana. Huía la gente endomingada corriendo a refugiarse en los portales de la ancha plaza. Cuando Manuel volvió a su casa se enteró que su compañero de trabajo, Leandro, había matado a su novia"

"Madrid, plano, blanquecino, bañado por la humedad, brotaba de la noche con sus tejados, que cortaban en una línea recta el cielo. En el silencio del amanecer, el pueblo y el paisaje lejano tenía algo de lo irreal y de lo inmóvil de una pintura"

"Un día Manuel se encontró cerca del Puente de Segovia con el Bizco y otro golfo que le acompañaba. El Bizco , un delincuente habitual, tenía el aspecto ceñudo y brutal de siempre. Iban según le dijeron, al cruce del camino de Aravaca para reunirse con el Cura y el Hospiciano para preparar el robo de una casa. Invitaron a Manuel a unirse a la banda de forajidos pero él rechazó la invitación.
Todas las noches Madrid se llenaba de busconas, chulos y celestinas. Abundaban los parásitos, los holgazanes y los borrachos. De día Madrid trabajaba y era decente, de noche caía en el vicio"




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