miércoles, 26 de diciembre de 2018

Un cuento para el mes de enero

Todo lo que sube, baja

-Pepillo, quien nos iba a decir...
-Cállate, mujer, que nos puede oír el chófer

El susurro del potente motor del coche ayudaba a repensar aquel sueño que se convirtió en realidad cuando el partido Cuesco lo incluyó, de relleno, en la lista de compromisarios y sin saber cómo el Partido ganó las elecciones por mayoría absoluta.
 Pepillo entró en la ejecutiva y al poco tiempo fue elegido Gran Gerifalte, el más alto cargo de Cuesco. Desde entonces dejó de llamarse Pepillo, el hijo de la Lechona, para denominarse por ley y por arte de barbiloque de eso que llaman democracia  en don José Rafael de Maturano y Mediano ( el "de" y la "y" lo incorporó al apellido porque sonaba a alguien grande e importante).

La caravana  estaba formada por cinco imponentes vehículos negros acharolados que circulaba mayestáticamente por la carretera. Eran casi iguales aunque dos de estos coches era para la escolta del Gran Gerifalte, otro vehículo era donde viajaba el prócer y su esposa y los otros dos los que transportaban a funcionarios, diputados y lacayos íntimos. 

-Recuerdas -siguió con la tabarra la esposa del GG al mismo tiempo que apretaba un botón para subir el vidrio separador entre el chófer y el asiento trasero-   que digo, recuerdas cuando éramos casi pobres y vivíamos de tu miserable sueldo. ¡Qué asquito!
-Eso es ya historia, mujer. Mira ahora. Todo el mundo me sonríe y ríen mis gracietas. Todos me obedecen como perros sabuesos esperando que los gratifique con un puesto más alto y rentable. 
-Me bulle en la cabeza, Pepillo, un poner, ¿si no te has parado a pensar que colocando al hijo de tu hermano, que es algo atrasado e inútil,  en ese puesto tan importante no te has pasado un poco?
-Pobre muchacho, es un cacho pan duro de lo tonto que es. Tienes que saber, mujer, que los cargos políticos son farfollas, los que hacen y deshacen son los asesores, gente muy lista, muy sabihonda...
-¡Ay Pepillo, que listo eres!
-¿Recuerdas lo que decía tu madre que en gloria esté? La pobreza te puede enseñar dos cosas: que te acobardes y te contentes con las migajas que te den o que te rebeles y vivas a costa de los más humildes. 
-¡Qué pena que dure esto solo cuatro años! -se quejó el excelentísimo Gran Gerifalte mientras se tocaba la entrepiernas para colocar en posición grata el escroto- aunque yo creo que con suerte esta gente nos vota otra vez... hasta que se canse y le toque el turno a la oposición.
-Pepillo estamos llegando a la inauguración de la cooperativa. Ponte bien la corbata y súbete los pantalones que pareces a Cantinflas. 
-Lo que más me fastida de todo esto es tener que llevar corbata de seda natural y zapatos ingleses, que tanto me aprietan. Esta asesora de imagen me mata con sus consejos.
-Recuerda Pepillo, hay que sufrir para ganarse el jornal, el que algo quiere algo le cuesta, el que...
-Cállate mujer, que ya hemos llegado- dijo el GG al mismo tiempo que sonreía a los habitantes del pueblo que esperaban ateridos de frío en la explanada portando banderitas de papel y sonrisas de sometimiento. 



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