miércoles, 26 de diciembre de 2018

Cine de ayer

La Vía Láctea  (1969)

Director: Luis Buñuel 

Esta película es en realidad varios cortos enlazados sin afán de continuidad. Cuando veo una película de Buñuel me acuerdo siempre del genial director Woody Allen que se inspiró varias veces en escenas tomadas de Buñuel.

Dos vagabundos franceses inician el Camino de Santiago (La Vía Láctea), mientras caminan hablan de sobre la religión (la eterna obsesión del director aragonés) y sobre las diferentes herejías, entre ellas la del priscilianismo.

En otro corto o corte del film unos monjes se hospedan en una posada y uno de ellos aparece y desaparece de pronto, de una habitación a otra pero siempre explicando con voz monocorde un plomizo sermón sobre la belleza del rito religioso mientras al amor de la lumbre otro monje se amodorra y sueña que fusilan al Papa.

Sin lugar a duda hay mucho de surrealismo en este film. Un camarero explica el menú y sin permiso de los comensales exponen sus dudas y problemas teológicos.

En otro plano de la película aparece Prisciliano, Lucifer y el Marqués de Sade explicando cada cual su dogma y para colmo una escena chocante: un duelo a espada entre un jansenista y un jesuíta. 

Dentro de la pensión un huésped tristón confiesa a los somnolientos monjes que se calentaban en la lumbre de la chimenea: "El odio de la ciencia y el horror a la tecnología me llevarán a la absurda creencia de Dios"

Hay una reflexión inteligente entre los susodichos monjes y varios huéspedes escuchantes: "Si Jesucristo se presentara ahora en este hostal pidiendo pan lo echarían del lugar porque sus ropas no eran las correctas para poder entrar en el restaurante"

Buñuel, aparte de ser agnóstico y comunista, y por ende anticatólico, vivía paradójicamente obsesionado por la religión católica. La Vía Láctea se centra en esta religión y en el acervo de milagros, apariciones, debates teológicos, herejías, crueldades y absurdos que su historia acumuló a los largo de su existencia.

Buñuel incorpora imágenes irracionales como el asno, la cabra, la paloma, el tullido, el loco y dentro de todo esto, en clave surrealista, nos cuenta, ya en serio, el camelo del sepulcro de Santiago y el placer que tiene la mayoría de la gente en sufrir y sentir dolor.

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