domingo, 25 de noviembre de 2018

Tiempos modernos

Despotismo filial

Los países más adelantados de la Unión Europea gritan a los cuatro vientos que su población envejece a pasos agigantados. Se preguntan  por qué los matrimonios actuales tiene solo un hijo y algunas parejas se casan prometiendo no tener hijo alguno. ¿Por qué, por qué? Porque hay que pensárselo. Tener hijos en la actualidad es un engorro si se desea vivir apaciblemente. Los hijos nos son los que eran -me dice un anciano de antaño. Puede ser verdad. Los hijos hace medio siglo respetaban a los padres y los obedecían sin rechistar, arrimando el hombro en la economía del hogar. Los hijos adultos se consideraban una bendición, una ayuda, un soporte para la vejez.

En la Europa actual y por ende, en España, las parejas normales no desean hijos, no porque les suponen un gasto adicional sino por el miedo al futuro, a ese proceso de crianza: niño-adolescente-joven y adulto toca-güevos. En las grandes ciudades españolas, la gente de clase media-media y media-alta refrenan sus deseos paternales por miedo a un incierto porvenir si procrean  esos posibles hijos e hijas, que cuando son niños, adolescentes o incluso  adultos crean más problemas que satisfacciones. 

La realidad es que los hijos de padres "blandos", de esos que son incapaces de imponer su autoridad, por algún motivo que no viene a cuento, son unos auténticos déspotas y abusadores de sus padres y principalmente de su dinero. 
 En los años 60 del pasado siglo un padre, propietario de un negocio, decía que deseaba que sus hijos se hicieran mayores para que le ayudaran o que se hicieran cargo del negocio familiar; hoy día estos mismos hijos dicen, con ese descaro característico de los idiotas, que el negocio familiar no les mola, que no es divertido, que prefieren perder el tiempo estudiando un grado estúpido, inservible, como el de limpia-oídos o de susurrador de caracoles o coleccionar cursillos con el eufemismo de máster, pero todo, eso sí, sin trabajar.

Mi amigo Jacinto era el cuñado de unos pueblerinos que montaron en Granada un bar. Este amigo me contó que el negocio iba muy bien y que todos en la familia metía el hombro: la madre y una hija en la cocina, el hijo mayor y el padre en la barra y así hasta crecer tanto  las ganancias que  montaron un restaurante. El hijo le gustó los fogones y era un artista de la cocina y la hija pasó a ser  jefa de comedor a cargo de tres camareras. Un exitazo comercial a costa de la coordinación y del trabajo de toda la familia. Pero, de pronto la hija, Marta, 26 años de edad, dice que se ha cansado del restaurante y que  desea montar una boutique de ropa para niños en un local que tenían recién comprado y preparado para abrir otro restaurante. Estoy en mi derecho -suplicaba la hija a sus padres. No valieron razones diciendo que el restaurante era una mina, que con el tiempo montarían una red de restaurantes por toda la ciudad. La muchacha que no, que estaba harta del comedor. Que "le apetecía" trabajar en algo más fino.
Montó la tienda de ropa infantil y antes del año las deudas se la comía.Unas facturas que Marta remitía a su padre para que las pagara. Entre trancas y barrancas tuvo que cerrar el negocio con grandes pérdidas y volver al restaurante familiar.

Lo de Felipe no tiene nombre. El muy cabronazo, hijo único, de un concesionario de coches, a sus 37 años vivía del cuento. Decía ser poeta, una excusa para no trabajar en el negocio familiar y cuando  el padre se enfadó con este espécimen y  le habló de hombre a hombre, llamándole vago, el Felipe de los cojines simuló un suicidio por depresión. La madre, histérica, estuvo a punto de divorciarse por culpa del niño que consiguió, tras su curación, lo que quería: vivir a costa del padre sin dar un palo al agua. Le compraron un pisito de soltero junto a la catedral y todavía le pasan una pensión mensual para que él pueda crear sus ditirambos a costa del padre.

También, afortunadamente para algunos padres, hay hijos normales, que cuando llegan a la adultez trabajan, ganan un salario respetable, se casan y sobre todo... se independizan de los padres sin crearles problemas.

En pleno siglo XXI abundan los hijos déspotas que usan y abusan de sus padres. ¿Hasta cuando? 

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