lunes, 27 de enero de 2020

Cine de ayer

Cinema Paradiso (1988)

Director: Giuseppe Tornatore

Una película italiana muy premiada por su excelencia cinematográfica y por su calidad moral. El cine, uno de los pilares del Arte, es para muchos una afición tan grande que puede arraigar tanto como la música o la literatura.

Aún recuerdo cuando fui al cine por primera vez; tendría yo unos cinco años de edad. Preciso la edad porque ese mismo día mi hermana de 8 años, un vecino de diez y yo nos hicimos una foto por el "Santero," el fotógrafo oficial de mi pueblo. Una foto que aún conservo. Aquel día de la sesión infantil del año 1949 asistimos los tres al Teatro-Cine Reina Victoria, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). No se por qué todavía recuerdo con nitidez mi primera experiencia en aquella sala: un ruido tremendo de centenares de niños armando jaleo que calló de repente cuando se oyó el timbre de comienzo de la sesión. Se apagaron las luces de la sala y quedamos a oscuras. Yo me escamé y me dio algo de miedo. Cuando salió el león de la Metro en la pantalla rugiendo yo comencé a llorar a tal extremo que mi hermana tuvo que sacarme del cine. Ya no recuerdo más.

En esta magnífica película Cinema Paradiso el niño Salvatore quedó magnetizado por el cine. Ver películas lo sacaba de su rutina y de la miseria pueblerina de la posguerra a tal extremo que consiguió que el hombre encargado de proyectar las películas en la sala le permitiera ayudarle a cambio de ver cine gratis.
 Esta sala de cine se convirtió en un elemento de conexión en un pequeño pueblo, mortificado por su pasado fascista y recién salido de una guerra europea. El pueblerino, el espectador, acudía a la sala a ver películas en primer lugar para después socializar entre ellos haciendo trapicheos vendiendo y comprando tabaco de contrabando,un lugar  donde iban las parejas a meterse mano y las familias a merendar y gastarse bromas entre ellos y otros para hacer el gamberro y liberarse de la losa opresora de un pasado reciente.

Es una película relajada, suave y lenta, pero con elegancia. Totó (Salvatore) se hace amigo de Alfredo, el hombre que entiende de proyectores y de la peligrosidad de usar cintas inflamables de celuloide. El director usa planos largos y reposados ayudado por la genial banda sonora de Morricone.

El film es todo un homenaje al cine y a nosotros, los cinéfilos. Cinema Paradiso cumple a la perfección dicho homenaje. 

El comienzo de la película se hace a la inversa. Un famoso director de cine se entera de la muerte del encargado del cine de su pueblo. Decide ir allí desde Roma para el entierro recordando su vida de niño, cuando era oficiosamente el ayudante del técnico de proyección.
 ¿Y aquellas jornadas de cine cuando había doble sesión? Todo un hartazgo gustoso de películas,  de esa magia que nos liberaba de la realidad fea y untuosa de aquellos  mezquinos años. 

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