sábado, 27 de octubre de 2018

Un cuento de R.V.

De Lola a la Exma. Señora Doña Dolores Isabel del Saúco, Marquesa de Tarascón.

Lola tenía18 años de edad y era más pobre que una rata de alcantarilla. Cuando volvió esa tarde de arrancar garbanzos y se vio las manos desolladas, sintió en sus costados el dolor de la miseria y ese hedor a sudor agrio que le salía de todo su cuerpo. Se acordó malamente de la madre de don Jorge, de su finca y de los garbanzos que apilaba en el almacén. 
Lola se desnudó completamente para meterse en el lebrillo lleno de agua que su madre le tenía preparado para bañarse a la vuelta del tajo. Sin saber cómo, su mirada se fijó en el cristal de una ventana cuyo postigo estaba entreabierto. Tenía un cuerpo muy hermoso, blanco, sedoso. Se vio de frente, de perfil, de cerca, de lejos. Se encontraba hermosa, muy hermosa. Lo decidió de pronto pensó de una vez marchar a Madrid para trabajar de criada o en lo que fuera y que para el próximo año le arrancara los garbanzos a don Jorge sus raquíticas hijas.

Lola no soportaba la humillación de ser pobre, de vivir entre la pobreza de su casa y de sus amigas y menos aún de las aproximaciones de esos patanes que deseaban llevarla a la era. Mendrugos, que todos eran unos mendrugos.

Lola se sintió aliviada cuando se vio en la estación de tren de Baeza. Llevaba el importe de un mes de trabajo en el campo, una maleta atada con cuerdas y una gran ilusión: ser una señora.

Una tarde, llevando Lola trabajando como sirvienta tres meses su prima Jacinta le propuso asistir a un sarao de señoritos en un chalet de Recoletos. Le darían 3.000 pesetas, una fortuna para el año de 1946, cuando un jornalero ganaba en su pueblo 1.200 pesetas al mes trabajando de sol a sol. 
Entre copas de vino manzanilla y platos de jamón transcurrió la velada hasta que cada hombre escogió a su doncella. Lola fue tomada por un tío escuchimizado, de unos cincuenta años de edad. Ambos se fueron a retozar a una salita con sillones de terciopelo azul. Lola se portó bien para ser la primera vez que había yacido con varón alguno. Mejor lo pasó cuando le dieron el dinero por entretener al viejo rijoso.

Tenía que ahorrar dinero y Lola cada quince días acudía al sarao de estos señoritos madrileños donde siempre era escogida por don Carlos, el cincuentón enano. 

Ya no tendrás que trabajar en tu vida mientras permanezca a mi lado - le dijo Don Carlos mientras apuraba una copa de vino. Vivirás en uno de mis pisos de la Castellana, con una criada de confianza.
La criada le llamó, nada más entrar por la puerta, doña Dolores; a Lola le sonó a música celestial. Don Carlos le presentó a una dama de alta alcurnia, arruinada, que le enseñó a portarse en sociedad, a refinar su habla y a tener buenos modales. Lola aprendió tanto, que en pocos meses hasta chapurreaba palabras en francés.

Doña Dolores era muy inteligente, se inventó un supuesto y notable árbol genealógico, aprendió a tocar el piano, también a cantar con voz aterciopelada. Vestía magníficamente bien. Doña Dolores consiguió un título de marquesa que le costó una fortuna al encabronado don Carlos. 
Doña Dolores consiguió de este rico viudo, sin hijos, que toda la fortuna del amante pasara, poco a poco, a ella. Don Carlos estaba hechizado, por sus encantos o por lo que disfrutaba con su amante en el lecho.  Don Carlos murió del corazón, arruinado y triste.
 Doña Dolores Marquesa de Tarascón fue una prócer en su pueblo. Construyó un hospital a su espensas y cada año costeaba el ajuar a tres mozas casaderas.

Todavía hay una calle en Villarroyo llamada de "La Marquesa doña Dolores". Todo el mundo en el pueblo habla bien de la Señora a pesar que hace 40 años que murió santamente, habiendo incluso recibido la bendición papal. 

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