lunes, 30 de octubre de 2017

Cuando la verdad produce dolor

Cuando la verdad produce dolor

Debemos distinguir entre mentira y embuste. La mentira es algo que se dice sabiendo que no lo es mientras que el embuste es una mentira elaborada, liada y disfrazada de verdad. 
Un poner. Un empresario invita a cenar a una empleada que está como para llevarla al río. En los postres él le pregunta a ella. ¿Soy aborrecible para cualquier mujer? No, por supuesto que no, don Antonio. Dice ella pensando en la promoción a jefa de planta de Almacenes Brass. La chica miente porque le interesa, en este caso es casi sagrado su embuste. Tiene que sobrevivir. Pero cuando cualquier madre habla de su hijo, que vive en otra ciudad, que trabaja en un puesto importantísimo de una multinacional y en realidad es un paria que maneja una carretilla elevadora en un almacén de materiales de construcción, es una mentira a lo pobre, no es ningún embuste. Las madres están para eso.
Todos mienten, todos mentimos. Los curas, los políticos, los sabios (que son pagados por empresas para decir tonterías a favor de algo), los actores, los futbolistas, los empresarios, el gobierno, los médicos ¿Cómo estoy hoy, doctor? pregunta la mujer moribunda. Tienes mejor aspecto que ayer, en una semana en casa. Y va y se muere la paciente al día siguiente. ¿Me quieres? pregunta la fea y desagradable esposa a un cansado marido que hojea una revista. Sí, amor, te quiero, mientras piensa el menda en Loli, su nueva novia clandestina. Mentiras y embustes. Así funciona el mundo. Recuerden aquella mentira que le costó al Gobierno millones cuando una multinacional farmaceútica montó el bulo de la gripe aviar vendiendo millones de dosis a Francia y a España y que después resultó ser una gran mentira empresarial. Y esas mentiras urdidas sobre el calentamiento global por nuestra causa, sin explicar los fenómenos solares y del cambio cíclico de la temperatura de nuestro planeta. O los embustes que nos dicen los políticos cuando nos cuentan que nuestra economía y nuestro nivel de vida es el mejor de Europa.  
Un mentira que presencié una vez fue cuando estando yo leyendo en un banco del paseo marítimo de una ciudad playera se sentó a mi lado una señoras que empujaba un taca-tá . Al rato llegó un inválido en un carrito eléctrico. Ambos se saludaron y se preguntaron ¿Cómo estás? Bien, y yo también. Pobrecitos, que mentiras más consoladoras se echaron.
La verdad casi nunca se dice, pero se piensa. Produce más dolor que una mentira, aunque esté bien urdida. Quizá por esto todos somos tan embusteros y mentirosos.

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