lunes, 26 de septiembre de 2016

Un libro de mi biblioteca

Mishima o el placer de morir

Juan Antonio Vallejo-Nágera 

¿A quién no le fascina el comportamiento del ser humano? Encontraremos siempre un mosaico de vicios y virtudes, de sensaciones gratas e ingratas y de formas de vida tan diversas a la nuestra que nos impactarán.
Vallejo-Nágera, aparte de ser un prestigioso psiquiatra, es un escritor culto y exquisito. En este relato-documento nos explica la transformación, la transfiguración, de una persona según el ambiente en el que vivió y se educó.

"En 1965 Mishima era ya un escritor consagrado y adorado en todo el Japón. Ese año fue a Nueva York a presentar su última novela y luego a París donde fue recibido y elogiado favorablemente. 
Nadie explica el porqué de la fatal decisión de Mishima cuando se suicidó ritualmente, practicándose el seppuku, en el año 1970.

Disfrutaba de una vida aparentemente plena, llena de triunfos, quizá algo ensombrecida por el éxito de su rival literario Kawabata que la prensa le llamaba siempre el maestro de Mishima. 

Mishima en una conferencia puso como ejemplo de resistencia a los embates de lo extranjero en su país y en todas las civilizaciones a los españoles que aún mantenían la tradición del toreo frente a sus posibles detractores.

Curiosamente, Mishima, tan amante de la tradición japonesa adoraba la cultura occidental  y en sus novelas muestra ese desdoblamiento entre la cultura oriental y la occidental. Su mente funcionaba como en compartimientos estancos; en realidad era muchas personas distintas a la vez. Hablaba siempre en inglés e intentaba pensar en inglés aunque su corazón era tradicionalmente nipón. 

Mishima fue un hombre que se transformó varias veces. En su adolescencia tuvo un cuerpo endeble, casi enfermizo y a partir de cumplir los 30 años de edad se dedicó a cultivar su cuerpo practicando varios deportes: halterofilia, gimnasia, boxeo, kendo, karate (fue cinturón negro) y equitación. Todo lo necesario para ser un perfecto soldado imperial. 

Curiosamente, para aquellos tiempos, Mishima era un declarado homosexual pese a estar casado. En su novela de carácter autobiográfico ya lo denunció: "Confesiones de una máscara". Tuvo que disimular en su juventud aparentado que le gustaban las mujeres cuando en realidad se fijaba más en los hombres y en los jovencitos. 

El mundo de Mishima navega entre la realidad de un pragmatismo que él consideraba chabacano y una fantasía que se creó para luchar contra dicha realidad. Él deseaba un Japón que viviera y se desarrollara entre el crisantemo y la espada. Deseaba ardientemente que Japón volviera a su estado puro e incluso fundó un ejército privado de "perfectos", los kiri-jini. 

Mishima demostró estar desconectado de la realidad teniendo un concepto esteticista del fenómeno cultural japonés. Sus últimas palabras antes de suicidarse fueron: Creo que la gente no me ha entendido bien".

No hay comentarios:

Publicar un comentario