jueves, 25 de junio de 2020

Familias ¿sagradas?

Familia ¿Sagradas?

Sin alardear de liberalismo alguno, sin hacer juicios temerarios, podemos afirmar que la familia tal como la conocemos hasta ahora o hasta hace un par de lustros, formadas por un padre, una madre y unos hijos "legítimos"   nunca fue la célula social perfecta. Se cometieron y todavía se cometen auténticas aberraciones y horribles crímenes en el seno familiar. No nos referimos a ese padre que viola a sus hijas e hijos, ni de aquellos asesinos que matan a sus esposas incluso a sus propios hijos para demostrar que el macho alfa es él y nadie más que él; no, no vamos a concentrarnos en estas monstruosidades humanas sino del día a día de algunas familias,  del primer tercio del siglo XXI.

Padres egocéntricos. Si pertenecen a la clase media alta se dedican al cien por cien a sus negocios y a su profesión importándole un bledo la educación afectiva de sus hijos. Apenas conversan con ellos cuando estos necesitaron, en su niñez y juventud, la figura paterna para afianzarse en su existencia. Unos padres que no ofrecieron amor ni supieron o no quisieron impregnar a sus hijos. Unos padres que creyeron que aportando a la familia un  bienestar económico cumplía con su deber familiar.
La mayoría de los padres procedentes de la clase ineducada  y de un medio social bajo suelen ser  más egocéntricos, sin ellos mismos saberlo, que los mencionados padres de la pequeña burguesía. 

Madres inanes. Son las que eran dominadas, hasta no hace poco, amas de casa. Las que viven en el hogar administrando a la familia, al servicio, si lo hubiere, y vigilando la educación y el bienestar de sus hijos. 
Hay esposas que son auténticas empresarias del hogar, que vigilan el funcionamiento del mismo y supervisa la educación escolar de sus hijos. Otras, sin embargo, hacen de su capa un sayo y creen estar en un estado permanente de soltería. Por las mañanas al gimnasio y al salón de belleza. Por las tardes a la academia de arte para aprender o ejercitarse en alguna artesanía. Salir de compras y merendar con las amigas en elegantes cafeterías. Mientras tanto, los hijos pequeños están al cuidado de la tata o entrando y saliendo del hogar, ya de adolescentes, a su capricho. Como queda visto anteriormente, las clases más bajas saltan estos patrones de comportamiento para imitar a las clases superiores. 

Hijos e hijas díscolos y exigentes. Cuando son niños son todos iguales, son preciosos. Desde la clase humilde hasta la clase alta, esa de yate en verano y Baqueira en invierno, todos ellos tienen hijos que desean ser libres... a costa de sus padres. Algunos incluso se matriculan en la universidad para realizar estudios estúpidos de los que nunca pasan del primer curso. Se mantiene en un estado infantil, el famoso complejo de Peter Pan, hasta los 40 años de edad, ya demasiado tarde para  darse cuenta de su pasada vida huera e inútil. 
 Las clases menos favorables (ante se le llamaba clase trabajadora, los que viven de un salario) suelen tener hijos aún más dictadores que se casan o forman pareja utilizando a sus padres como criados mientras que ellos dan palos de agua en proyectos frustrados. Estos hijos, casados o amancebados con gente extraña, hacen proyectos familiares e incluso profesionales contando siempre con el sí incondicional de unos abuelos ignorantes y serviciales que  se comprometen a  criar  y soportar a sus nietos, con tal de que la pareja de profesionales de medio pelo puedan vivir dentro de un pretendido nivel de vida.
 Siempre se dijo que los jóvenes peores educados, más pandilleros y los peores estudiantes fueron casi todos ellos criados, que no educados, por los abuelos.
Los hijos, no todos, se han convertido en la gran pesadilla de las familias que no supieron encauzar la educación de estos. Unos hijos que cuando son mayores se hacen socios de por vida de la olla familiar, viviendo a costa de sus padres, hasta que la situación lo permita sea de la paga de vejez o de los ahorros bancarios  de uno o de los dos. 

La familia tradicional, la del hombre, mujer e hijos  hoy día es un desastre en la mayoría de los casos;  las otras fórmulas  familiares espurias, que tanto abunda en la actualidad, es mejor no hablar de ellas, por su turbiedez moral y social.  

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