miércoles, 27 de marzo de 2019

Un cuento de Primavera

A esta niña hay que casarla

Adela Sausán nació desgraciada, muy desgraciada. Aparte de ser más fea que Picios, algo atrasadilla mental y con un carácter agrio y tristón, a sus 29 años aún permanecía soltera. Ella no tenía ni oficio ni beneficios, es decir ningún tipo de rentas. Vivía a costa de su madre, ya que el padre se fugó con su secretaria cuando Adela tenía diez años de edad. 

Adela nunca tuvo novio ni supo jamás lo que era sentir la respiración cálida de un varón en su cuello. Pero eso sí, era virgen, pura y más simple que un nabo. 
Un día que la madre de Adela y su tía se encontraba solas en casa pensaron en casar a Adela, pero ¿con quién? Julia la tía de Adela, propuso casarla con el nuevo notario, otro friky, éste era bajito, con cara de cateto y para colmo jorobado, aunque eso sí, era  todo un señor notario. Mira hermana -dijo Julia- a tu hija Adelita no le faltará nada y podrá formar un hogar con hijos normales; no creo que salgan sositos como ella ni jorobados como su marido.

Pasaron los años y Adela se ve ahora casada con un notario que aparte de feo y repulsivo era un tacaño de cuidado,  era un simplón que solo servía para sus cosas y hacerle hijos: tres mozalbetes a cual más canalla. 

Adela  una vez incluso ideó un plan para abandonar a su marido y a sus tres monstruitos que siempre le dieron más disgustos que satisfacciones. Adela  estuvo sisando poco a poco dinero del gasto de la casa ya que ella no disponía autorización en la cuenta bancaria porque hicieron separación de bienes al casarse. ¡qué listo fue el puñetero notario!
Pero a quién proponerle en el pueblo una fuga si ella tenía de todo en su contra ¿qué hombre se atrevería a formar una nueva convivencia con ella?

Se tuvo que quedar en casa. Adela se hizo mística como casi todas las mujeres aburridas y solteronas de un pueblos de ocho mil habitantes. Iba con una frecuencia inusitada a la iglesia, con cualquier pretexto. El anciano párroco dejaba hacer a las damas de su feligresía lo que plugiese con tal que no le complicaran la vida.  A Adela la hicieron hermana mayor de la hermandad de San Cucufato. Todo un honor para una mujer que nunca recibió nada grato de la vida y que le llenó ahora, a sus casi sesenta años de edad, de satisfacción.
A esta niña hay que casarla; me cachis en mi tía, en mi madre y en el mamón de mi padre que huyó a tiempo de casa. Ese sí que se montó bien su película huyendo con su maciza  y guapa secretaria.

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