sábado, 25 de abril de 2020

El desconcierto

El desconcierto  (A modo de ensayo)

Una persona, un pueblo o una nación puede llevar una vida sosegada mientras que no suceda un hecho imprevisto o inexplicable.
Un ruido no asusta a la gente mientras que se sepa su procedencia y las causas que lo produce pero cuando dicho ruido persiste y nadie sabe su procedencia el sonido puede convertirse en algo aterrador (nos viene a la memoria aquel ruido nocturno que procedía de un batán en aquel episodio del Quijote. Caballero y escudero se asustaron hasta descubrir, al amanecer, la procedencia de aquellos golpes infernales, se rieron de su miedo infundado).

Por lo general todas las personas son volubles e inseguras, temerosas y asustadizas, más o menos según el estado mental de cada cual y pueden interpretar un mismo fenómeno de diferentes formas. Una información si no es racionalmente catalogada puede producir un desconcierto con actuaciones, entre nosotros, espontáneas e incluso casi aberrantes.

La terrible pandemia que asola actualmente a la humanidad, y por ende a nuestra patria, produce diferentes reacciones entre la gente. Se genera una causa-efecto que se convierte en un desconcierto producido por todo lo que vemos y sentimos a nuestro alrededor. Como, por ejemplo, aquellos ciudadanos que les dieron por acaparar rollos de papel higiénico en demasía, al principio de este caos desinformativo. Una barbaridad que socialmente se justifica en cierto modo ya que esto era una compensación inmediata a una ansiedad nacida de un hecho desconocido, aparecido  de pronto e imprevisto.
Otro ejemplo de este desconcierto es el aplauso desde los balcones por una parte de la población. No es un sinsentido sino un desahogo ante  una incertidumbre manifesta a través de un acto "sugerido" por otros. Aplauden, dicen, a los sanitarios porque se juegan la vida por salvar a otros. Un acto loable aunque algo ambiguo. Es como un descanso, más bien un refugio de esas conciencia de unos ciudadanos que no entienden para nada lo que está sucediendo en  realidad. Otros "balconeros" incluso cantan a pulmón desde sus atalayas, algunos tocan instrumentos y la mayoría cuelgan en las redes sociales sesudas frases filosóficas, quejas hacia todo, simplezas y también auténticas barrabasadas. Todos ellos en conjunto crean o intentan crear, sin ellos saberlo, una especia de simbiosis con el virus, para que se aleje de sus vidas y que nunca más se acuerde de ellos.
 En tiempos pasados toda esta parafernalia era encauzada por la religión. Misas, promesas y sacrificios serían practicados a mansalvas para evadir la peste, sea esta negra, amarilla o invisible.

El desconcierto se ha adueñado de todo y de todos. Se dice y  se opina a boca llena auténticas barbaridades, la mayoría de ellas son  simplezas de orates.  Existe un desconcierto que hace a la gente culpable de la pandemia a sus familiares, a sus vecinos, al Gobierno. ¿Qué culpa tiene los gobernantes, de cualquier país, esté éste regido por la izquierda, por la derecha o por el Sanani, de esta pandemia infecciosa y maligna que nos asola?
Estamos los ciudadanos de todo el mundo desconcertados, a veces somos como zombies que navega en el Espacio sobre un pegote de barro llamado Tierra.  

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