sábado, 27 de abril de 2019

Un cuento para Mayo

La maldición de las golondrinas 

Primavera del año 1982. Jacinto y Lucía, un matrimonio, sin hijos, muy moderno, compañeros de trabajo, nos invitaron a mi mujer y a mí a pasar un domingo en su chalet recién adquirido. Entonces era el orgullo de cualquier mesócrata que se preciara haber triunfado en la vida: tener una segunda residencia en la playa o en el campo.

Cuando aparcamos frente a la casa, Jacinto entró primero pues era el quien portaba las llaves del portón del jardín delantero. No nos dio tiempo a penetrar en el jardín cuando vimos a mi amigo que  salía casi corriendo y con la cara lívida.
-¿Qué te pasa- preguntó la mujer asustada
-Las golondrinas han hecho dos nidos bajo la techumbre del porche y está todo hecho una porquería.
-¡Qué barbaridad! Estaba todo tan limpio y recién pintado...
Los cuatro nos asomamos para ver el desaguisado y vimos dos nidos de golondrinas con sus escandalosos pajarillos  esperando la comida que les traían sus padres que dudaban entrar en el porche al ver a los cuatro humanos hablando entre sí.

Sugerí instalarnos bajo un gran nogal del jardín para pasar allí el día sin molestar a los golondrinillos.
-Esos dos nidos los quito ahora a palos- dijo con rabia Jacinto
-No por Dios -suplicó mi esposa. Que estas aves hacen bien en el campo, se comen todos los mosquitos y otros insectos molestos.
Yo le sugerí que permitiera que crecieran los golondrinos y cuando abandonaran el nido entonces los destruyera. 
Total, entre dimes y diretes me costó trabajo convencer a mi colega para que dejara en paz a los animalillos. Para asustarle le conté que las golondrinas estaban consideradas sagradas en toda la cuenca del Mediterráneo incluyendo Africa,  nadie se atreve a destruir un nido de golondrinas porque, según la leyenda o la tradición,  trae muy mala suerte para toda la familia que resida en la casa. Jacinto se rió y dijo que todo eso era una tontería.

A la semana de la visita al chalé, en un descanso en el trabajo, me dijo Jacinto que ya estaba todo limpio, ni pájaros ni tonturas, todo  está como nuevo y repintado. Quedé estupefacto por tanta crueldad. 

No se si fue una maldición o una otra cosa  lo que atacó a esta familia formada por Jacinto y Lucía.
 Antes de comenzar el otoño de ese mismo año Lucía le puso los cuernos a Jacinto huyendo a Francia con un antiguo novio que residía allí. En enero Jacinto fue expulsado del trabajo por hurto sin derecho a percibir ninguna indemnización ni por despido ni ayuda de ninguna clase. Jacinto cayó en una gran depresión y gastó todo el dinero que le dieron por la mala venta del chalet de Cumbres Verdes. Se dio a la bebida viciosamente hasta coger, años más tarde, una cirrosis hepática que lo llevó al otro barrio antes de cumplir los sesenta años de edad.

¿Fue la maldición de las golondrinas o una racha de mala suerte?


No hay comentarios:

Publicar un comentario