lunes, 27 de abril de 2020

Un cuento primaveral

Adela Figopreto, una mujer de éxito

Adela portaba una bandeja con un vaso de cristal de Bohemia lleno a rebosar de ron con agua de seltz. El doctor le había recomendado beber solo un vaso diario ya que la dolencia que padecía no soportaría un exceso de alcohol en su organismo.

Sentada en el porche  de su enorme y lujosa casa, que destacaba ostentosamente entre todas las otras viviendas de la exclusiva zona residencial Las Encinas, intentaba tomar los tibios y últimos rayos de sol primaveral antes de aparecer las estrellas sobre la Sierra de Guadarrama. 

Adela, a pesar de su acaudalada fortuna se sentía sola, muy sola. Sus dos sirvientes, él chofer y jardinero y ella cocinera y doncella, habían marchado a su pueblo para asistir a un funeral del padre del hombre. Sus ex-maridos, tres, vivirían con sus amantes  a costa de ella, con la cantidad de dinero que le sacaron en sus divorcios.  Hijos no tuvo, se hizo estéril para no procrear y evitar el engorro de unos niños que interferirían en su carrera artística; también tuvo una perra, Chuqui, que se escapó un día del jardín buscando amores.

El Gobierno decretó el estado de alarma: se obligó a toda la población a un confinamiento tedioso; se prohibieron los desplazamientos de una a ciudad a otra, tampco estaba permitido pisar la calle sin motivos muy justificados. Adela se encontraba aherrojada en su propia casa. 

Adela bebió del tirón  casi medio vaso de la mezcla de ron Matusalén con el agua de Seltz Sublime. Dejó el vaso sobre la mesa y cogió el cigarrillo a medio consumir del cenicero para darle una  fuerte chupada que casi la dejó sin aliento, después se recostó en el sillón y miró al horizonte, a la nada. Las ideas en su cerebro comenzaron a hervir, salpicando con recuerdos un pasado  mezclado con la realidad del presente.
 Adela fijó sus bellos ojos sobre un torbellino de hojas que giraban por el airecillo sobre el césped  "Aquí me veo, a mis sesenta y dos años de edad, con mucho dinero y con poca salud. Ese tumor que tengo en el estómago me mata poco a poco. No hay solución, ni operación ni nada milagroso, eso me dijeron, hace tres meses, en la clínica tras la exploración a fondo que soporté como una marrana en el matadero. Casi al momento perdí el apetito y la ilusión por vivir. ¿Mi meta? Prolongar mi vida hasta que estalle todo."

Adela, la artista española más conocida en el mundo, artista de cine con veintitantas películas en su haber, presentadora de televisión y ganadoras de dos discos de platino como cantante pop. Esposa de tres maridos guapos y truhanes: todos me robaban y además se hacían llamar empresarios en las entrevistas que le hacía la prensa amarilla. ¿Empresarios de qué? Todos vivieron como príncipes a mi costa. Debo reconocer que  eso sí, los tres eran guapos, elegantes y buenos amantes, por eso serían mis pets humanos, supongo. 

A veces recibo correos a través de Internet de admiradores, de fans desconocidos, con palabras dulces y amorosas otros son de personas soeces que me explican lo que harían conmigo en la cama. ¡Pobrecillos! ¿que sabrán ellos de mí, que no hago el amor, ni me apetece hacerlo, desde hace años? También, de vez en cuando, sale en los medios noticias imaginadas sobre mi situación actual "¿Se acabó la carrera artística de Adela Figopreto? ¿Está depresiva por el abandono de su último marido? ¿Se considera muy mayor nuestra artista?"

"Yo, Adela, la superstar de España de los años 90, luché por estar en la cúspide artística y financiera; yo escogí a mis amantes oficiales convirtiéndoles en respetados esposos. Yo, la mujer de ojos de miel, como me llamó Hola en un artículo, estoy en el umbral de la desesperación, sola y triste, con un humor agrio por culpa de mi enfermedad y además ahora, para colmo, aislada por culpa de un virus que llegó del extranjero para convertirme en una sentenciada irredenta.  

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