jueves, 30 de abril de 2020

Editorial del Blog

Un Barco llamado Europa   (Una Parábola laica)

"Aquel enorme buque llamado "Europa" navegaba con rumbo desconocido. Era patroneado por varios capitanes, de diferentes países, que colegiadamente formaban la Presidencia de los Comandantes. Cada cierto tiempo uno de estos capitanes dirigía la nave. Entre ellos los había bastante aptos para la misión, también sobraban los ineptos. A veces el buque cambiaba de rumbo sin motivo aparente y "Europa" se dirigía hacia unos peligrosos escollos junto a la costa.

Miles de pasajeros viajaban a bordo del Europa sin saber donde se dirigían ni el por qué de aquel viaje. Los viajeros se agrupaban por nacionalidades y ocupaban diferentes partes del barco. Los norteños viajaban siempre en cabinas exteriores con balcones al mar; los sureños, en cabinas interiores bajo la línea de flotación. Los ciudadanos de países intermedios disfrutaban en sus camarotes de una ventana  tipo ojo de buey, un lugar no tan bueno como la clase balcony ni tan malo como los camarotes interiores. Lo curioso era que nadie se quejaba de su ubicación; sería cosa de los dioses   ("a cada cual lo suyo") o cosa de los capitanes que tanto saben.

En el puente de mando los jerarcas discutían, señalando un plano, qué rumbo podrían seguir para llevar a buen puerto al Europa con sus gentes. Mientras tanto el buque navegaba al pairo, sin rumbo definido, donde le llevara el viento de los acontecimientos.  Allí sobre el plano los capitanes hablaban y hablaban para intentar saber  donde dirigir la nave; se hablaba en diferentes idiomas, dialectos y otras jerigonzas.
 ¡Señores, señores...! -casi gritó uno de ellos- seamos sensatos, lo del rumbo que llevamos o que tomaremos no importa tanto como es mantener la calma entre los pasajeros e intentar que ellos no cuestionen quienes somos ni donde los llevamos. El pasaje ha de permanecer sumiso y obediente, hay que evitar los descontentos. Sería un caos para nosotros, que somos unos privilegiados y también para ellos, que se devorarían entre sí.

El buque Europa navegaba a veces sobre un mar tranquilo y azulado y otras veces por un alborotado oleaje de color gris plomo. Entre los viajeros algunos pensaban, cosa mala para el gobierno, y meditaban que por qué y para qué viajar en un buque tan grande y tan desorganizado cuando sería mejor navegar cada país, cada grupo, en su propio barco con un capitán conocido.
 Los oligarcas eran los que en realidad mandaban en el Europa, ellos que vivían y especulaban desde tierras lejanas ordenando a los capitanes  qué hacer y dónde dirigir el navío.  

El trasatlántico Europa seguía navegando por aquel peligroso y caprichoso océano desde que salieron del puerto aquel  nefasto año de crisis financiera de 2008, una crisis producida por canallas especuladores par poder fagotizar a otros canallas menos preparados. Ahora el Europa navega por ese mar incierto del año 2020 sacudido por una gran marejada o pandemia que puede hacer zozobrar al gran buque.  
El buque Europa va hacia una catástrofe ineludible. Ningún capitán sabe qué rumbo tomar  mientras que el pueblo llano, nosotros, nos contentamos  con nuestras cosas.  

A lo lejos se divisaba unas negras y feas rocas que apenas emergían del mar. Mientras los capitanes discutían las órdenes de sus amos   nadie se fijó en el auténtico peligro que podía producir un inminente naufragio. Para los mandos lo importante era mantenerse en el puente. Nadie quería bajar a las bodegas. 

Alguien del barco, no se sabe si fue un sencillo pasajero o incluso un capitán con dos dedos de luces propuso que era mejor abandonar ese enorme navío llamado Europa y navegar cada grupo  nacional en su propio buque, con sus leyes y con sus costumbres, en un buque más pequeño, pero más manejable, más homogéneo y amable que  el gran y destartalado crucero Europa.
 Otros pensaban lo contrario y argumentaron, que ante cualquier problema era mejor permancer en un nave grande que en un barquito. Lo peor de todo -dijo un contestatario- es que existan organizaciones internacionales que nos digan lo que debemos hacer  o no, según les convengan.

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