jueves, 24 de diciembre de 2015

Sobre el aburrimiento

El aburrimiento, un mal que nos corroe.

En la sociedad opulenta en la que vivimos, sí, decimos opulenta porque a pesar de quejarnos vivimos infinitamente mejor que millones de personas de otros países pobres y subdesarrollados. Es cierto que cuando tenemos nuestras necesidades básicas holgadamente cubiertas y nos sobra el tiempo libre y si no somos capaces de saber usar dicho tiempo libre caemos en la abulia, la ataraxia y en el aburrimiento.

Entre las clases sociales más bajas de cualquier sociedad capitalista y consumista  también se dan casos de aburrimiento principalmente entre los jubilados y las amas de casa que no salen del hogar; entre desempleados, estudiantes y vagos "profesionales". Aparece entre ellos una desidia que los llevan por lo general hacia el consumo de alcohol y sustancias estupefacientes, hacia la anorexia, a la bulimia y a la dejadez y degeneración absoluta de sus cuerpos y de sus mentes. 
Se ha comprobado que el ser humano no puede permanecer en un continuado estado de contemplación, de dejadez mental, al menos que sea un santón o un faquir. El ser humano necesita siempre alguna actividad  para justificar su propia existencia y conseguir unos objetivos que por muy simples que estos sean justifiquen su propia existencia. Si no es así el aburrimiento aparece y degenera en una depresión difícil de dominar.
Es frecuente que entre las personas que estuvieron muy ocupadas en su vida laboral cuando estas se jubilan, si no son capaces de sustituir una actividad anterior por otra adecuada a su actual estado  caigan en una depresión y en una minusvaloración de su persona y se sientan fuera de juego.
Como es lógico a las personas depravadas, a los asociales, le importa una higa que los tomen por vagos, parásitos o inútiles.

Está comprobado que el aburrimiento en cualquier edad es la antesala de una depresión, una depresión que justificamos con el "no tengo ganas de hacer nada" o "nada me ilusiona" o "no me importaría morirme ahora mismo" Una falta de energía positiva que no es otra cosa que ver todo negro, de considerar que todo lo que hace le viene al revés, que todo le sale mal, que nadie le interesa.
Cualquier persona mentalmente normal posee un conjunto de deseos y esperanzas pero basta que uno de estos deseos sea de índole negativo para que con el paso del tiempo infecte a todos los otros proyectos que mentalmente nos hagamos.
Es curioso comprobar que en cualquier país pobre sus habitantes no suelen aburrirse porque desde el momento de levantarse de sus lechos cada mañana la única idea en mente es cómo buscar el alimento para ese día. Hasta no hace mucho tiempo, en aquella España negra y pobre de hace algo más de medio siglo donde el 60% de su población vivía en una misérrima pobreza apenas existían casos de depresión ni menos aún de  períodos de aburrimiento.
Se ha comprobado que en nuestros días el aburrimiento es un estado de ánimo producido por la falta de estímulos, de diversiones o distracciones  y que junto con la soledad y con la pereza es una de las plagas de la sociedad actual que afecta tanto a los niños, como a los jóvenes, adultos y ancianos.

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