miércoles, 28 de febrero de 2018

Dignidad

Dignidad  (Una reflexión)

Partiendo de la definición de la dignidad de una persona, que es el valor de un individuo que se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás, que jamás permitirá ser humillado ni degradado por otros, podemos repasar en unos párrafos que significa este vocablo tan hermoso derivado del latín dignita, excelencia, grandeza del alma.

No nos vamos a centrar en períodos históricos remotos para repasar el concepto de dignidad; nos basta llegar al Renacimiento cuando el individuo tomó conciencia que también se podía vivir dignamente sin ser un noble de nacimiento.

En realidad, cuando el vocablo dignidad fue aceptado "oficialmente" fue  con la Declaración Universal de Derechos Humanos (1940). Seamos objetivos y centrémonos más en la dignidad bioética antes que en la dignidad política. Dicen que para poder ser digno hay que considerar la educación recibida ya que forma la inteligencia y la voluntad de la persona. Una persona sin formación raramente puede poseer el deseo de ser digna. El hijo de un esclavo de Virginia, nacido entre esclavos de una gran plantación de algodón, en el siglo XIX, difícilmente podrá poseer dignidad, al menos que alguien le diga qué significa tal palabra.

"Me pregunta que para que deseo tener una gran fortuna. Pues para ser digno de respeto" Escribe el autor de una novela. 

Hasta no hace mucho en los censos municipales se registraba una categoría de pobres denominada " pobres vergonzantes"  que eran aquellos miserables que ni pedían ni mendigaban, que disimulaban su pobreza vistiendo y comportándose como supuestos prósperos ciudadanos. Eran unos pobre dignos, muy dignos, alejados de otros pobres llorisqueadores, pedigüeños y gorrones de la sociedad.

En mi juventud recuerdo haber visto el caso de un hombre que viviendo en la miseria más absoluta era un típico pobre vergonzante. Se moría de hambre a sus casi 50 años de edad, vestía un traje ajado y brillante por el uso, una camisa deshilachada, una corbata despintada y unos zapatos con suelas agujereadas. También llevaba un elegante bastón ¿heredado? con puño de marfil y andaba tieso, orgulloso, como un poste, por las calles de Sanlúcar. Antes pudo ser el heredero de una bodega y ahora, por culpa de la diosa Fortuna, vivía en un portalillo de una casa miserable. Nunca pedía, nunca mendigaba, nunca se quejaba de su mala suerte. Era un pobre vergonzante, era un hombre con dignidad.

¿Y nuestros políticos? Seamos consecuentes, los hay buenos y decentes y por desgracia, también sinvergüenzas e indignos. Como aquel caso anecdótico de un tío, un político, que gozó de cierta fama, que fue encarcelado por robo, estafa y yo que se más, que denunció a una revista por haberle llamado ladrón. Decía, el muy canalla, que atentaba contra su dignidad. Pero ¿un condenado por uno o varios delitos puede tener  dignidad? 

Por desgracia en nuestra patria hay mucha gente que desconoce lo que es dignidad. Desde el empresario que explota a sus obreros hasta el obrero que cobrando la prestación de desempleo trabaja en negro y se las da de listillo.
 La dignidad desaparece cuando no se sabe lo que significa la palabra honor. 


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