martes, 25 de julio de 2017

Un libro de mi biblioteca

La represión sexual en la España de Franco.

Autor: L. Alonso Tejada. Edición del año 1977

En la contraportada de este libro se lee: " A lo largo de los últimos cuarenta años del régimen franquista la represión sexual se ha institucionalizado y ha alcanzado rasgos esperpénticos. Consecuencia inmediata del sedicente y pertinaz puritanismo impuesto a fuerza de decretos ha sido la obsesión por el sexo que ha marcado algunos aspectos más pintoresco del comportamiento e incluso de la psicología del español medio".

En aquella España hipócrita se debía aparentar una pureza donde no todos practicaban como aquel cura malagueño, don Hipólito Lucena, que en el año 1959 ideó una congregación de feligresas asociadas en una peculiar hermandad cuyo objetivo era fornicar, por turnos, con el mencionado cura haciéndoles creer  que era una unión mística con Dios a través de él, su ínclito y santo representante. Cuando fue descubierto el putiferio de don Hipólito, se tapó a la prensa el hecho y se le obligó a este rijoso sayón a pasar una temporada en un convento de Austria. 

José Luis de Vilallonga decía que a las españolas las han educado solo para ser madres y cocineras. Pero nunca para ser mujer, donde dar y recibir placer sexual era un pecado mortal.
En una sociedad que promocionaba al estado conyugal a mujeres generalmente sin vocación de casaderas y menos aún sin desear obtener placer sexual  el marido se acostumbró a disociar los conceptos de esposa y voluptuosidad y no tuvo más remedio que echar mano a la querida, una mujer que sí daba placer de verdad y no ocultaba sus deleites amorosos.

La mujer durante el franquismo tenía poco valor. En el Código penal de 1944 se introdujo el parricidio por honor cuando fuese sorprendida la esposa en adulterio por el propio marido; ella era muerta y él, el cornudo, solo recibía una pena de destierro a otra ciudad. Este artículo era una invitación al uxoricidio. No fue eliminado hasta el año 1963.

Todos los gobernadores provinciales dictaron bandos en las zonas de playa que controlaban. Se prohibía a los bañistas, ellos y ellas, estar en bañador en la playa tras salir del mar. Tenían que envolverse en un albornoz que llegaría hasta por debajo de las rodillas. Tanto el hombre como la mujer debían usar bañadores de cuerpo entero, el famoso bañador de peto de los hombre. Hasta el año 1960 no se popularizó el traje de baño masculino, el Meyba y las mujeres más atrevidas usaron el Maillot.

En un estudio realizado por la Universidad de Madrid en el año 1972 se puso a la luz que se practicaron, el año anterior, unos mil albortos diarios en España. Algunos en clínicas privadas, otros en condiciones dudosas de higiene. Aunque las mujeres de clase alta preferían ir a albortar a Londres, Amsterdan o Marsella. 

Así funcionaba la factoría española denominada Gran Reserva Espiritual de Occidente. 




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